Un cristiano que habla como tal debería contribuir a la paz, expresarse con bondad, mansedumbre, no incendiando y propiciando la confrontación sino buscando el acercamiento.
Estamos en estos días, como definía Lidia Martín en un artículo, en “tiempos revueltos” (1). Las ideas y opiniones se confrontan y radicalizan, expresándose en ocasiones en tonos de blanco y negro, o conmigo o contra mí.
Una reflexión “ad intra” es necesaria, vital, en este momento a riesgo de rasgar también las relaciones en el marco de la propia iglesia y dejar de ser una referencia de la luz que Jesús irradia al mundo a través de su Iglesia.
Por ello, la espiritualidad cristiana debería ser, en este especial momento, un valor que contribuye a la paz, la concordia, el diálogo sosegado y la reconciliación. Aunque es mucho lo que se podría decir solo deseo aportar tres sencillas ideas que deberían modelar las relaciones y el diálogo desde la espiritualidad cristiana.
En primer lugar, la contribución del carácter cristiano al diálogo. Me parece importante, antes de continuar, responder a una posible objeción: No metas a Dios en la política. Como ciudadanos y gente que vive en la “polis”, todo lo que somos y hacemos debe estar modelado por nuestra espiritualidad, aún nuestras opciones y opiniones políticas. No que Dios tenga un partido político, sino porque el cristiano debe tomar su opción partiendo de lo que es en su fe.
La Biblia define el carácter cristiano en un texto que resume sus cualidades principales como “el fruto del Espíritu”, lo que el Espíritu produce. Lo escribo porque los lectores probablemente no tengan ahora una Biblia a mano: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.”(2) Esta cita del apóstol Pablo, dibuja con precisión el carácter del seguidor de Cristo que debe modelar toda actuación del que se confiesa cristiano.
Una pregunta que surge en el contexto actual es si los tonos y las palabras que se usan al tratar las diferentes posturas y opciones frente a la crisis política en Cataluña pasarían el test de las nueve palabras, ¿manifiestan “el fruto del Espíritu”? En el contexto inmediato también se trata del modelo opuesto que se define como “obras de la carne” y que describe las característica de la respuesta humana, lo cito completo porque habla por si solo (en negrita lo que quisiera destacar): “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”(3)
La opinión de un cristiano que habla como tal debería contribuir a la paz, expresarse con bondad, mansedumbre, no incendiando y propiciando la confrontación sino buscando el acercamiento.
Por supuesto, no pienso en una renuncia a los valores y principios que consideramos importantes o a las verdades de la fe cristiana, ni a un “todo vale”, pero la forma en que las expresamos muestra nuestra espiritualidad real. Y, creedme, soy consciente de que siempre actuamos desde nuestra imperfección y necesidad de crecimiento espiritual, sin haberlo alcanzado pero extendiéndonos al blanco.(4)
Segundo, la contribución del modelo de Cristo a la empatía. Para el cristiano el modelo de su conducta es Cristo. Si nos detenemos un poco en su actuar durante los años en que formó su grupo de discípulos, hay un dato que resulta muy significativo para el contexto actual, Jesús escogió doce hombres muy diferentes en su carácter, trasfondo, nivel social, ideas. Dos de ellos llaman la atención en cuanto a su posición en el marco socio-político: Mateo y un tal Simón llamado Zelote.(5) El primero era un recaudador de impuestos, considerado por sus conciudadanos un traidor que trabajaba a favor del imperio dominador, el romano. Era criticado y marginado por la mayoría de los judíos. El otro un zelote, por su apodo, un patriota judío partidario de la independencia de Roma.(6) Cuesta imaginar que entre ellos no hubiese diálogos sobre las cuestiones políticas durante los tres años que acompañaron a Jesús, conviviendo diariamente con él y entre ellos. En muchos aspectos sus ideas eran antagónicas, sus deseos y expectativas también. Pero Jesús los reúne, los incorpora en su grupo de discípulos de manera – como decimos hoy – muy intencional. Estos hombres, tan diferentes en muchos aspectos, forman el núcleo de la Iglesia que, en Pentecostés, recibe el Espíritu Santo y se convierte en una comunidad de discípulos que tiene “un corazón y un alma”.(7) La relación de cada uno con Cristo transformó la relación entre ellos. Una trasformación radical, auténtica, que acercó a los opuestos.(8) Lo que sucedió lo expresó D. Bonhoeffer en su libro “Vida en comunidad”:
Cristo mediador. Este encuentro, esta comunidad, solamente es posible por mediación de Jesucristo. Los hombres están divididos por la discordia. Pero “Jesucristo es nuestra paz” (Ef 2, 14). En él la comunidad dividida encuentra su unidad. Sin él hay discordia entre los hombres y entre estos y Dios. Cristo es el mediador entre Dios y los hombres. Sin él, no podríamos conocer a Dios, ni invocarle, ni llegarnos a él; tampoco podríamos reconocer a los hombres como hermanos ni acercarnos a ellos. El camino está bloqueado por el propio “yo”. Cristo, sin embargo, ha franqueado el camino obstruido, de forma que, en adelante, los suyos puedan vivir en paz no solamente con Dios, sino también entre ellos. Ahora los cristianos pueden amarse y ayudarse mutuamente; pueden llegar a ser un solo cuerpo. Pero sólo es posible por medio de Jesucristo. Solamente él hace posible nuestra unión y crea el vínculo que nos mantiene unidos. Él es para siempre el único mediador que nos acerca a Dios y a los hermanos.(9)
El modelo de Jesús es un modelo “encarnacional” de empatía,(10) que se acerca al prójimo, a su persona, no desde el cielo sino en la proximidad a los perdidos, a los pecadores, identificándose con sus necesidades, dando su vida por ellos. La espiritualidad cristiana, inspirada en el modelo de Jesús no nos lleva a un diálogo de trincheras, disparando al contrario y refugiándonos de sus ataques sino a salir de ellas, con sinceridad y humildad, buscando comprender al otro antes que a caricaturizarlo. Reconociendo la parcialidad de nuestros conocimientos y perspectivas y asumiendo como valor principal de nuestras relaciones la pertenencia al Reino de Dios y la salvación en Cristo. Sin renunciar a la verdad, pero buscando antes comprender al otro que pontificar como poseedores de la Verdad, solo Dios es la Verdad y esta se revela en Su Palabra, no en nuestras opiniones.
En tercer lugar, la necesaria y responsable contribución de la Iglesia a la reconciliación. La iglesia es un grupo de personas que, en Cristo, han sido reconciliadas con Dios y con sus hermanos. Los beneficios obtenidos convierten a cada cristiano en un agente de reconciliación que proclama la necesidad de volver a Dios.(11) Una iglesia reconciliadora demanda que esta sea un signo de reconciliación por medio del perdón, el amor fraternal “ad intra” y el amor al enemigo “ad extra”. Una Iglesia que vive la reconciliación no puede ser excluyente, amiga solo de sus amigos, de los que piensan igual, sino abierta, espacio de reconciliación, que vive el derribo de los muros de separación(12) en lugar de levantar murallas y barricadas. Una Iglesia que entiende que, por encima de las fronteras, de las diferencias, todos somos seres humanos creados a imagen de Dios “de una sola sangre”.(13) La iglesia, por su esencia, está llamada a ser constructora de puentes y signo de esperanza y reconciliación. Esta es la Iglesia que nuestra sociedad necesita.(14)
Notas:
1 http://protestantedigital.com/magacin/43152/Ser_cristiano_en_tiempos_revueltos
2 Gálatas 5:22-23
3 Gálatas 5:19-21
4 Filipenses 3:13
5 Mateo 10:3; Lucas 6:15
6 A. Ropero, «Zelote» Gran Diccionario enciclopédico de la Biblia.
7 Hechos 4:32
8 Efesios 2:14; Ezequiel 37:16-19
9 Dietrich Bonhoeffer «Vida en comunidad» p. 15 Salamanca: Sígueme, 2003.
10 Su mensaje y obra se realizan en y desde la dimensión humana
11 2 Corintios 5:18-19
12 Efesios 2:14
13 Hechos 17:26
14 Colosenses 3:12-15
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