1) ¡Ay del pobre que se enriquece y olvida atender a los de su condición primera! ¡Ay del rico que lo pierde todo: comprobará en su carne cómo los que creía suyos ya no atienden sus llamadas!
2) También es tormento la codicia para quien acapara riqueza tras riqueza.
3) Si hay pobreza material en nuestras vidas, al menos no dejemos que nadie socave nuestras ilusiones.
4) Por hambre se multiplican los muertos. Que no se te vaya esa visión cuando hables del derecho a la vida y, a la vez, niegues el derecho al pan y a la salud de los más excluidos, extranjeros indocumentados al frente.
5) Gran locura no es ser cristiano sino ser avaricioso.
6) En medio de la podredumbre de los pudientes, los empobrecidos siempre están crucificados. Aun así, saludan y comparten desde su Cruz.
7) Si a vosotros acuden pidiendo lo que les sobra o no necesitan, otorgadlo a voluntad sin límites, con la antigua rutina de la mano que no quiere anuncio de su gesto.
8) ¿Pan de nadie el pan que se pierde? Pongamos esclusas al dispendio.
9) Santidad sólo la de quien sube al trono de la humildad y llega al amor de los Evangelios (al regazo de los desprotegidos), transpirando esperanzas en medio del fangal.
10) La gente de a ras de suelo es quien paga el exceso de los encumbrados, por ese desequilibrio que hace caer a los ricos siempre de pie. Sólo encuentro una excepción: el del Crucificado, puesto arriba para pagar el exceso de los de abajo.
11) Estás advertido: la bonanza puede ser un espejismo y si explosiona te arrancará aquellos atavíos que no te corresponden.
12) ¿Qué legitimidad puede tener una economía que no busque establecer una sociedad más justa?
13) Cuánta verdad destilas, querido Tácito: “El oro y las riquezas son las causas principales de las guerras”. En toda época las ínfulas de los cuatreros han pretendido cotizar al alza. Su pregón de libertades deriva del deseo de demostrar su fuerza para cribar derechos elementales o despojar los escasos recursos naturales que detentan los humildes. Su codicia es infinita: ella impulsa a podar cabezas, a dejar marchitos otros pueblos, a abandonar los huesos apilados tras latrocinios y atrocidades.
14) Pidamos porque unos cuantos no acumulen tanto, en detrimento de los muchos.
15) Unos versos del poeta Jeremías, tan actuales en su lamentación: “La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed; los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese”.
16) Alguien poco dado a exclamaciones demagógicas, el padre Ángel (Ángel García Rodríguez, fundador de la Asociación Mensajeros de la Paz y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia), dice, ante esta crisis: “Pienso que hay que repartir más, y si los que más tienen no reparten habrá que quitárselo, y esto no es una blasfemia”. Sin llegar a extremos, sin esperar a utopías de un reparto dadivoso, por lo menos habría que hacerles pagar lo que deben a la sociedad española. Una vez más se constata que toda crisis económica afecta a los más débiles y a las clases medias del sistema. ¡Resulta que en 2012 creció un trece por ciento el número de ricos en España!
17) Pon el pan en las manos desbastadas: así llegarás al altar del corazón.
18) Una teología que no se embarre en el día a día de los más necesitados, podrá ser una hermosa metáfora pero no una traducción perfecta del Amor al prójimo.
19) El infarto financiero, que nació de la codicia, está sirviendo de biombo para que muchos sean peores de lo que ya eran.
20) Urge una reforma del modelo económico europeo y, por ende, del Estado del Bienestar. Pero una reforma donde se equilibren los sacrificios de todos, no sólo de la parte más débil, mientras otros se reparten vergonzantes sumas millonarias.
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