1) Veintiún poemas resbalan por el ancho tobogán del Amor; es decir “Del Verbo y la Belleza” (Ediciones Setelee, Madrid, 2012, pp.102), el nuevo libro de la aragonesa Pilar Martínez Barca (Zaragoza, 1962) Lo suyo es, desde el Principio de su quehacer poético, allá por 1988 con
Epifanía de la luz, o un año después, con
Historia de amor en Florencia, una entrega fidedigna al lenguaje que se asienta en el fértil territorio del amor; sea este transcendente y divino, sea carnal y deseante, propio del Eros que vivifica al ser humano.
2) Del Verbo y la Bellezaes encomiable, no sólo en relación a los versos de Pilar, porque en verdad contienen Poesía (en muchos poetas actuales esto no resulta frecuente), sino también por la compañía que ha elegido para este alto vuelo: hay veintidós óleos sobre lienzo de la monja Isabel Guerra, pintora de un realismo conmovedor.
3) Hablo de un realismo que luce indemne su relación con Cristo partiendo de citas del Evangelio o retratando a personas, cosas y paisajes donde se percibe la impronta del Creador. Apreciemos algunos títulos de sus cuadros: “Misterio de Su huella en cada cosa”, “En mi pequeñez pone Sus ojos”, “Vivirás en el asombro y la alabanza”, “En paz duermo, Tú estás conmigo”, o bien “El resplandor de Su invisible Presencia”.
4) He anotado este connubio entre poesía y pintura, pues la propia Martínez Barca quiso inspirarse en una antología de óleos que Isabel Guerra ha ido haciendo a lo largo de los años. Por ello, el poemario propiamente dicho empieza bajo el epígrafe: “…y el pincel se hizo Voz”.
5) ¿Qué decir de la Poesía contenida en esta bella arca editada apasionadamente por Juan Carlos Martín, un editor y escriba cristiano evangélico al que mucho quiero? Resulta invaluable, es decir, necesaria para todo ser que sienta ante la hermosura de la existencia, y al sentir, hace loanza de Dios, como Pilar e Isabel nos lo exponen de forma tan magistral.
6) He aquí el fragmento final de uno de los primeros poemas, inspirado en un bodegón compuesto por dos hogazas de pan: “…Profundo/ silencioso,/ envuelto en luz,/ el Dueño de la casa compartía/ con todos su alimento./ Y entonces comprendimos el encanto:/ venimos a esta orilla por ser pan,/ aurora candeal/ en los espíritus” (p. 25).
7) Hace cuatro años tuve el gozo de presentar otro libro suyo,
“La manzana o el vértigo” (2009), y más atrás, en 2005 creo recordar, presenté en la Casa de las Conchas su magno homenaje a Teresa de Jesús:
“El corazón en vilo”. Créanme cuando afirmo que esta doctora en Filología es una poeta-poeta de lo trascendente y de lo que quema la piel. No se pierdan la lectura de esta primicia, contenida en la página 41 de esta bella Arca poética y pictórica:
Cenaron a la luz del corazón, y la penumbra
acoge su presencia/ velada en duermevela
y medianoche.
Secretos se adivinan los volúmenes: la cántara,
el mantel replegado en la luz, el
vaso ya vacío y oloroso.
De la bodega sube un aura suave,
profunda, embriagadora,
como de amor trenzado
lentamente
latido tras latido, beso a beso.
Quedó el cajón abierto y en espera
guardando mudo el sueño de los cuerpos,
el más puro placer de los espíritus.
La esposa se ha internado en el ameno huerto
de manzanos de sombra,
y el Esposo conjura a la materia.
Silencio:
no se turbe el corazón.
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