Sentir la voluntad de Dios, vislumbrar su Creación. Así se entiende mejor el hecho de la vida y de la muerte. Y es que la Poesía no es letra muerta cuando resulta una oración dirigida al Dios de Jesucristo y de David, el mismo rey-poeta que, dejando la honda a un lado, desvela su entrega en el Salmo 16: “A Jehová he puesto siempre delante de mí… Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma” (Salmo 16:8, 9).
De la misma forma, en todos los tiempos el poeta creyente festeja a Dios porque es potencia y respiración que viene del Principio. Con el Verbo tiene bastante; también con la Matriz nutricia y con el Vino del milagro inicial. Tiene la certeza de que el Misterio es pan de cada día, porque se arropa con mantas metafísicas y, en amoroso silencio, espera el auxilio boca a boca que recibirá del Dios que muy adentro brujulea su Destino.
Relámpagos de la Forma, visiones. Pero intuye la médula del Primer trazo en el aire, la intimidad sobreviviente del Espíritu que conmueve.
Así, por siempre, Dios es una verdad amada donde se encantan las palabras de los poetas que lo sienten como una Realidad imperecedera, una Eterna confirmación de la certeza que enseña a no escarbar en los osarios. El temblor de la Creación permanece latente en el oxígeno que respiramos y en esos leves pasos que algunos escuchamos tras la niebla, como de Alguien que se nos aproxima.
De pronto, sin hablar demasiado, sin pedir la vez, entonces el poeta descubre las marcas secretas del Misterio y asume que lo suyo será un nuevo canto con el que apuntalar los pilares del Evangelio que muchos han enterrado hasta la cintura.
El poeta transita por la verdadera intemperie: el poeta pide poco y Dios le ofrece mucho, porque sólo Él sabe todo lo que necesita: demandante de Amor o vencedor vencido, el poeta salta sin Red. Sabe que nunca desenterrará al Padre.
Pobre es la poesía porque no tiene monedas que ofrecer. Rica es la poesía porque, al oírla, quien va cojeando por la vida, se sostiene un instante en el sólido travesaño de algún verso. Por eso buena parte de la Biblia está impregnada de Poesía, tiene su Temperatura, que es el destello intemporal de lo Sagrado.
La poesía es fuente primigenia de la teología y de la filosofía bíblica. Quien tenga reparos, sírvase pasar por la brújula de Job. La Poesía humaniza al humano y proporciona mayor capacidad de asombro ante la vida, pues le hace coexistir a diario con el Niño que todo creyente lleva dentro. Poesía es Resurrección, es milagro, es conmoción espiritual. Poeta es el Padre: “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. Poeta es el Hijo: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…”.
2.
Armindo Trevisan, teólogo y poeta brasileño, formado en la Universidad de Friburgo de Brisgovia, dice: “Siendo cristiano, considero el acto poético como el hermano menor del acto creador divino, en la medida en que nuestra luz es reflejo de una Luz mayor, más alta… Lo que salva al poeta, y a todos los hombres, es el amor, el trabajo común, el dolor solidario, la esperanza en Dios. Pero la Poesía es una pedagoga de la salvación. No entra en la Tierra Prometida, aunque la ve de lejos. Esto es suficiente para justificarla y, más aún, para volverla amada”.
Y esto dejó escrito Jorge Debravo, poeta costarricense: “Nunca he sabido lo que es la poesía. Se me parece a Dios. La intuyo cuando se acerca. Después no sé si se fue. O si la dejé amarrada en la palabra”. Cierto le digo. Yo entiendo que quien ama la Poesía no debe derramar inútilmente las palabras, desgastándolas tanto que ya casi nada signifiquen.
Quien ama a Cristo, y se cree poeta, debe exigirse al máximo para honrarlo como Él lo merece. No basta decir su nombre y ponerlo sobre un papel en forma de versos, pues puede que sea no sólo en vano, sino hasta contraproducente, haciendo huir a espíritus ateos que buscan acercamientos a través de la Palabra y de sus oficiantes-poetas. Y es que la Poesía no tiene adjetivos (cristiana, amorosa, social, etc.). Con ser Poesía ya es suficiente.
Deben celebrarselas palabras que nacen del silencio y no del ruido que a diario afilan afuera. Así las palabras dichas (o escritas) por el poeta serán Palabra universal, trino que otros sabrán retener dentro de sí. Sólo así su decir conmoverá y será alimento espiritual para muchos. Si no transforma, de poco servirán las muchas palabras cansinas.
Sólo cuando el poeta cree de verdad se acordará de Getsemaní y sabrá no irse por las ramas. Entonces, un trozo de pan y unas gotas de vino alimentarán su espíritu, protegiéndote de ofensas e iniquidades.Así su palabra no será rancia ni irá cojeando por la vida. Pero sabrá decir muy alto: ¡Pordioseros de Resurrección somos!
3.
Mi oración es para que no enferme lo sagrado. Y le ofrezco: Oh Dios, te dono mi edad de niño con todos su árboles altísimos. Y le pregunto: ¿Cómo es que Tú sangre no muestra asfixia ni agotamiento?¿Cómo haces, Señor, para que nadie te envuelva con trapos funerarios? ¿Cómo es que das tus señales sobre el firmamento azul o sobre el muro? Le pido: Llévame en Tu sangre, porque en su caudal siempre brota la Esperanza! Le vuelvo a pedir: ¡Díctame un cántico que se demore en el alma!
Siento que Aquí es Allá, y que el Pan es para hoy, y el Amor también: Y ante la certidumbre de Cristo, ancho es el asombro y caudalosa la miel en mi boca. La eternidad que muchos sueñan yo la obtuve bebiendo de Su fuente. También pude devolverle parte de su agua clara. No más sed para ambos, así pasen centurias, pues Veo una paloma volando por la Esperanza irreversible. Oferente y sin tregua prosigo hacia la Comunión insoslayable. Sé que mi alianza es con el Peregrino, no con los intermediarios, tan imperfectos como yo.
Mis oraciones vibran en lo profundo, pues así presiento que llegan sin barullo al taller de la Creación. Noolvidéis que la oración es la voz poética del alma que vuela hacia el connubio con Dios.
Saborear la tarde desde mi balcón, con plenitud aprehender cómo se resbala el río Tormes, cómo cantan y tejen sus nidos los pájaros que han tomado la isla de enfrente, cómo el verde ha llegado triunfal a las ramas de los árboles… Lo anterior no es una poetización del existir: tengo un piso barato en las afueras de mi ciudad pequeña, pero el horizonte que contemplo es el de un riquísimo potentado. Lo tomo como una compensación de Dios, pues entiendo que la balanza se inclina hacia mi espíritu.
El Verbo, los poetas, Dios: ¡qué misterio!
(*) Primera parte de la conferencia ofrecida dentro de la VIII Semana Cultural Evangélica, organizada por la Asociación Socio-Cultural Gabriel Sánchez. Segovia. Viernes 26 de octubre, Salón de Actos de la Residencia Emperador Teodosio.
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