Leo en Proverbios: “Alborota su casa el codicioso; más el que aborrece el soborno vivirá” (15:27), y también leo en la prensa que un insigne diputado (lo supongo, por eso de la presunción de idoneidad para el cargo) acaba de decir sencillamente lo que piensa y padece: que las pasa ‘canutas’ con su nómina de 5.100 euros al mes (supongo que sin contar dietas, billetes y demás privilegios: esto también es una presunción). Y como descargo a su dantesca situación personal, añadió que en la empresa privada ganaba 12.000 euros, también al mes, claro está.
¡Pues yo cada vez más entiendo menos este mundo al revés! No sé por qué a este buen ciudadano no se le ha nominado para una medalla al mérito del trabajo, especialmente por su vocación de servicio a los demás desde la esfera pública, tan denostada en estos tiempos de incertidumbres.
Puede ser que sus compañeros de filas, prudentes, estaban esperando el fin de la legislatura, para lanzarlo al estrellato de la abnegación, poniéndolo como paradigma del sacrificio de alguien que pierde para que muchos ganen: ¡ejemplos de esta magnitud son los que sacarán adelante la maltrecha credibilidad de España! ¡Que repita legislatura y sume ocho años para que goce de una alta pensión de por vida!
Ahora bien, esta genuina confesión del señor representante del pueblo, puede tener otras lecturas, y alguna hasta un tanto malévola, como que este ignoto diputado cuyo nombre no me acuerdo porque era la primera vez que leía el suyo, estaría esperando otras ‘compensaciones’ (im)propias de su alta investidura. ¿Qué podría ser, ahora que tanta meticulosidad existe con los dineros públicos (salvo la Banca y otros mil tinglados)?
No sé ni me interesa ésta única pus que mana de la fétida herida de nuestra España. El fondo, lo profundo, lo que tanto gustan velar o esconder: sobre eso sí conviene reflexionar. ¿Qué ha llevado, por una parte, a querer poseer más y más? Sí, ya sé que esta tara viene desde milenios atrás, pero aún no concibo cómo el cristianismo no ha logrado calar (salvo en contadas excepciones) en países donde supuestamente es mayoría (sea católica o protestante).
¿Cuánto más? ¿Hasta cuándo seguir queriendo incrementar patrimonios y cuentas corrientes? ¿Dónde el límite? Buena parte de quienes siguen esta senda (el diputado tiene dos casas con hipoteca: ¿no le era suficiente una?) no conocen fin a sus pretensiones.
Y otra vez voy a Proverbios: “Hay quien todo el día codicia; pero el justo da y no detiene su mano (21:26). Pues quien codicia no retira sus manos de los bolsillos, y cuestiona a aquellos excluidos, tildándolos muchas veces de zánganos o acostumbrados a la caridad pública. Pero con demasiada frecuencia se ha constatado que muchas fortunas o patrimonios se han hecho exprimiendo las ubres públicas, pero a grande escala y sin rubores ni vergüenzas de estar en la cola del paro para recibir 400 euros.
¡Cada vez más entiendo menos a los lenguaslargas y los manoslargas!
No valen cegueras interesadas. Por ahí escucho la voz del Amado galileo, diciendo: “Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”.
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