Cuando Jesús nos desconcierta

Es verdad. Aquí lanzo una pregunta: ¿Te desconcierta a ti Jesús, en ocasiones, en sus planteamientos, o simplemente te dejas guiar por los maestros humanos de turno sin poner tu mirada en Él? Pues mira: A veces Jesús hunde en el desconcierto a aquellos que basan su religiosidad en cumplimientos, prácticas del ritual, observancias de signos y comportamientos externos. ¿Andas tú por ahí? ¿Cómo vives la espiritualidad cristiana? 

Es verdad que el Maestro se movió en un ambiente y en una época en la que todo estaba trenzado por cumplimientos externos, vertebrado por normas, leyes y tradiciones. Quizás como muchos religiosos hoy, incluso en el campo evangélico. Sin embargo, Jesús fue un hombre libre que predicó libertades con respecto a las cargas y los yugos que muchos querían imponer a través de las diferentes prácticas religiosas. ¿Te podrás tú comportar como un hombre libre ante las ataduras religiosas? No te desconciertes. Lee el mensaje evangélico y piensa, actúa en libertad.

No se puede decir que Jesús no amara la ley, que fuera un rebelde a las normas o tradiciones en general, así sin más. Pero Jesús pasa del amor a la ley, las normas y las tradiciones a dejarnos una línea novedosa en aquel entonces: La ley del amor. ¿Podría ser también novedosa esta línea de actuación también en nuestros ámbitos religiosos? ¿Amamos por encima del ritual, de las normas o costumbres rituales? ¿Tenemos una prioridad en el amor y en la misericordia por encima de las prácticas y cumplimientos religiosos que se nos imponen o que se nos aconsejan?

No te desconciertes, pero es bíblico decir que, en lugar de estar obsesionados por ciertos cumplimientos o ciertas obediencias en línea del ritual o de las normas que se nos enseñan en la iglesia, deberíamos estar obsesionados por la práctica del amor. Amor al prójimo, amor a los que sufren, amor a los pobres y necesitados, amor a los que se quedan tirados al lado del camino, amor, amor, amor. Ahí lo encontrarás… el Evangelio, digo.

No te desconciertes nunca ante Jesús. Él nunca se alinea con las prácticas de ningún grupo religioso, se alinea más con la enseñanza del amor. El concepto de projimidad de Jesús es tan excelso que llega a comparar, en relación de semejanza, el amor a Dios y el amor al prójimo. No te digo que desprecies el ritual ni que seas un ácrata en tu iglesia, sino que des siempre prioridad al amor, al servicio al prójimo. Detente por amor ante alguien que te necesita, aunque se día no puedas participar del ritual cúltico.

Los religiosos de la parábola del Buen Samaritano dieron preferencia al ritual al que quizás caminaban y no se pararon con amor ante el prójimo que le necesitaba. Fueron condenados por ello como malos prójimos por no ser movidos a misericordia y dar prioridad al amor. ¿Te desconcierta todo esto? Pues no te desconciertes. Lee los Evangelios. Ponte ante ellos en actitud de escucha.

Quizás hoy tenemos unido el domingo al cumplimiento religioso y al rito al igual que pasaba en tiempos de Jesús con el sábado, símbolo de una religión ritualista, de observancia externa de signos y señales religiosas que no eran lo principal para Jesús. Para Él, lo importante era el hombre con el que se encontraba en una situación concreta.

Yo he repetido en varias ocasiones que, para Jesús, el lugar sagrado por excelencia era el hombre. Toda su enseñanza va en torno al propio Dios y al prójimo en esa relación de semejanza de la que hemos hablado: “El sábado se ha hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. El hombre por encima del ritual y de las exigencias de cumplimientos religiosos. Espero que esta enseñanza de Jesús no te desconcierte.

Recordad a los profetas sin caer en el desconcierto: Cuando falla el amor y la búsqueda de la justicia, para nada vale el ritual y Dios se hace el sordo a nuestros ruegos y prácticas religiosas que le son molestia. El valor de las fiestas solemnes, de la iglesia, de las ofrendas e incluso de las oraciones, quedan subordinados a la ley del amor, al amor al prójimo. Por eso, “si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).

Vivimos en un mundo complejo, un mundo de dolor, de pobreza, de opresión y de sufrimiento para gran parte de la humanidad. Yo creo que es necesario e imprescindible asistir a los cultos, participar de todo el ritual, ofrendar, orar, hacer alabanzas y sobre todo orar, pero esto sólo tendrá un valor real, y no se dará el silencio de Dios, si estamos haciendo justicia al desamparado, si estamos reconciliado con el prójimo, con el hombre que nos necesita, si estamos cumpliendo con la ley del amor y no solamente con el amor al ritual, a las normas o leyes religiosas o a las prácticas rituales insolidarias.

¿Te desconcierta todo esto? Vuelve a leer la Biblia, reflexiona y ponte en las manos de Dios para que él te guíe. No obstante, debes saber esto: Toda práctica religiosa, sea alabanza u ofrenda, sea oración o culto, está supeditado a la ley del amor. Si estamos fuera de ella, de nada vale el cumplimiento del ritual. No hay que eliminar los cumplimientos religiosos, el rito, sino que no debemos absolutizarlo y quedarnos paralizados en ello.

Conclusión: Todo debe estar supeditado a la ley del amor. Espero que no te desconcierte, menos aún que el propio Jesús te desconcierte.