En el mismo cráter del Amor, cual fuentes destiladas de su magma propicio para infinitas germinaciones, coexisten dos creaturas impalpables que recuerdan nuestra humana Juventud, aún empapada de misterios:
Poesía y Teología tienen semejante simiente y heredad, aunque una pléyade interesada se propuso enfrentarlas, desde centurias atrás, para así pretender convertirse en únicos ‘traductores’ o ‘enseñadores’ de la interpretación correcta del Mensaje de Dios.
Por eso callaron cuando el vulgo empezó a denostar a los poetas, a llamarlos locos. Y eso que Pablo, referencia teológica ineludible entre los seguidores de Cristo, había hablado de la locura de la Cruz. Y eso que a Jesús no pocas veces lo llamaron loco, como atestiguan los Evangelios… Esta ‘sordera’ es comprensible sólo entre aquellos que ni siquiera intuyen lo Divino: mucho “Dios, Dios…”, hinchando sus labios y razonamientos, pero poca humildad para reconocer que más de la mitad del Libro sagrado está escrito en lenguaje poético; que
tanto el Libro de Job como el Apocalipsis, pasando por El cantar de los Cantares, Eclesiastés, Salmos… fueron escritos por Poetas, cual pararrayos del Hacedor o “Torres de Dios! ¡Poetas!”, como los denomina el notable Rubén Darío, mientras describe lo que viene sucediendo desde antaño con respecto al desdén hacia la poesía que retransmite lo Divino: “…Esperad todavía./ El bestial elemento se solaza/ en el odio a la sacra poesía/ y se arroja baldón de raza a raza.// La insurrección de abajo/ tiende a los Excelentes./ El caníbal codicia su tasajo/ con roja encía y afilados dientes.// Torres, poned al pabellón sonrisa./ Poned ante ese mal y ese recelo,/ una soberbia insinuación de brisa/ y una tranquilidad de mar y cielo...”.
II
¿Teología enconchada o Poesía de suplicante fuerza? No reanudemos las disputas: mejor el connubio, la ardiente forma de existir como una oración que no se pudre al amparo de rituales e inercias. Ambas creaturas impalpables parpadean el resplandor del Niño. Ambas recuestan la cabeza del Ungido. Por ello, ningún monopolio o contrapunto ante el Cordero de generosa entrega.
El Verbo encarnado hace añicos tal aspiración monopolizante: Jesús es Poeta y sus palabras destilan Esperanza o mascan el ubérrimo pezón de las injusticias y las intolerancias farisaicas: prostitutas y demás marginales reinan en sus Parábolas, se alzan cual nueva vida purificada por el ejemplo del perdón. Aquel a quien la mayoría llama el Silencioso supo mostrar su voz a través del Amado galileo, del Poeta sin simulacro. Pero también he ahí a los profetas-poetas mayores y menores que anotaron mensajes o revelaciones para que los prójimos no deambulen por el lodazal.
Por otro lugar pergeñé este párrafo:
Sólo un poeta-profeta como Jesús pudo hacer girar más rápido la rueda de la historia hasta cambiar el mundo desde su divina sensibilidad: “Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis”. Jesús, del linaje del poeta David, fue el referente máximo de Pablo de Tarso, quien en su primer viaje misionero a Europa, en el areópago de Atenas, hablaba de Dios y de su cercanía con aquellos que transmiten la voz de lo sagrado: “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: porque linaje suyo somos”. ¡Cuánto sabía Pablo del poeta estoico Epiménides y también de su paisano Arato, poeta de Cilicia!
III
Que si Metafísica, que si Teodicea, que si Teología natural, que si Filosofía primera… El conocimiento de la Divinidad no puede troquelarse con el bagazo de exégesis que yerran o se pulverizan cuando desdoblan símbolos y significados; cuando buscan tapiar la Voz poética que viene desde el Principio; esa misma Voz que hoy y mañana sólo busca restañar la Identidad perdida tras la inmensa madeja de escritos y palabrerías de tanto intermediario de indecisa Fe. Ahora los hay, como cuando en tiempo de Jesús éste les recriminó: “¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley, porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis!”.
La Poesía no es polvoso azufre o hiedra que estrangula a la Palabra: la Poesía no se entrega al absurdo, como el vulgo cree, sin saber que el voltaje del lenguaje poético no oculta fetideces ni sufre interesada amnesia a la espera de compensaciones y canonjías eclesiales o misioneras. El poeta no quiere templo para su sacerdocio, pues lo suyo es comunicar lo que está fuera de la tumba sin Cuerpo: la Poesía es oración hacia Dios y hacia el prójimo: mismo Amor para los dos mandatos supremos. La poesía no atraviesa el Tiempo embarcada en la fragata del o absurdo: revela los frutos colmados de intuición, el matiz del Paraíso de un Jesús benévolo.
Por eso es que también Juan de Patmos, desterrado por “causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”, escribe su Apocalipsis, visión cimentadora del Tiempo venidero:
Y los diez cuernos que viste de la bestia,
éstos aborrecerán a la ramera,
y la dejarán desolada y desnuda;
y devorarán sus carnes,
y la quemarán con fuego…
Y si la Palabra es el Origen de la vida (la Palabra, es decir, la Voz o Eco del perfecto y misterioso Universo), no nos extrañemos del Milagro que a diario expone la intención profunda de Dios. La poesía es más filosófica que la historia, resaltaba Aristóteles. Y yo estimo que la Teología se completa con la Poesía: por ella no se escapa la Belleza de Cristo; por ella el Cuerpo y el espacio se hacen Domingo eterno, celebración en la capilla y Culto donde cada palabra se incrusta en la Palabra hasta vivificar maltrechos fervores.
IV
El poeta, si es cristiano sin monotonía, enseña que su corazón no está embalsamado. No es que le guste estar clamando contra iniquidades e injusticias; tampoco es feliz exponiendo sus visiones de la realidad otra. Basten como ejemplo los versos Francisco Matos Paoli, de Puerto Rico: “Yo quisiera vivir/ sin tener que ser profeta,/ estar abierto en el agua/ como la flor de loto,/ perder la huella de la noche,/ no sostener más la perla del abismo/ huir hacia el cafeto florecido/ que en simplicidad alaba./Pero es imposible, Dios mío”.
Pero tuvo que clamar por la independencia de su tierra y sus paisanos. Y fue encarcelado y sufrió su cordura por ello. Sin profecía el pueblo se desenfrena, se lee en Proverbios. Mejor Teología y Poesía, que Teología o Poesía: No una u otra: tampoco el festín caníbal sobre la Poesía.
No más se ensañen o desdeñen la palabra poética. Les recuerdo lo que escribió un irreprochable poeta y teólogo, el hebraísta Fray Luis de León, encarcelado por la Inquisición: “La poesía sin duda la inspiró Dios en los ánimos de los hombres, para con el movimiento y espíritu de ella levantarlos al cielo, de donde ella procede; porque poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino; y así en los profetas casi todos, así los que fueron verdaderamente movidos por Dios, como los que incitados por otras causas sobrehumanas hablaron, el mismo espíritu que los despertaba y levantaba a ver lo que otros hombres no veían, les ordenaba y componía y como metrificaba en la boca las palabras, con número y consonancia debida, para que hablasen por más subida manera que las otras gentes hablaron, y para que el estilo del decir se asemejase al sentir, y las palabras y las cosas fueran conformes”.
Poesía más Teología; Teología más Poesía: tan Hondo el reino Esencial que no conviene empobrecerlo con cancerosas mutilaciones. Que los buitres persigan a otros muertos que no creyeron en nuestra Fe.
Y acude la voz de Jesús, poeta y profeta, antes de que ardan los tiempos:
Viene la hora, y ahora es,
cuando los muertos oirán la voz
del Hijo de Dios;
y los que la oyeren vivirán…
Si quieres comentar o