La inmaculada concepción de la Virgen y el Purgatorio son otros dos de los dogmas antibíblicos expuestos en Fátima.
Señor Director de Protestante Digital:
En mi artículo de la semana pasada escribí sobre la visita del papa Francisco a Fátima el pasado 12 de mayo para convertir en santos a dos de los niños que dijeron haber sido testigos de las apariciones de la Virgen en el pueblo portugués de Fátima. Tratado este tema inicié un estudio sobre las numerosas contradicciones de las aparecidas y de los niños videntes, contradicciones que anulan la lógica, la razón y la Biblia.
En el referido artículo del pasado jueves planteé el hecho de que todas las aparecidas, la de Lourdes, la de París, la de Garabandal, la de México y la de Fátima, entre otras muchas, siempre eligieran a niños pequeños. También escribí sobre los mensajes egoístas y sin sentido de las apariciones. En las dos últimas líneas de mi artículo pedí a usted permiso para continuar con mis impugnaciones. Pues aquí me tiene.
La inmaculada concepción.
El 25 de marzo del año 1858 -¡ojo a la fecha!-, cuatro años después de que el papa Pío IX promulgara el dogma de la Inmaculada Concepción, la niña Bernardita preguntó a la supuesta aparecida en Lourdes, Francia, por su nombre. La niña dijo que la supuesta Virgen le contestó diciendo: “yo soy la Inmaculada Concepción” (1). ¿Cómo pudo decir tal cosa la aparecida si esas palabras eran una definición dogmática? En todo caso debería haber dicho “yo soy la inmaculada concebida”. La frase desconcertó a muchos teólogos de la época y puso en ridículo a la misma Virgen supuestamente aparecida, a la niña Bernardita, al papa Pío IX y a la iglesia católica.
Otro tanto ocurrió en Fátima. La supuesta aparición dijo a la niña Lucía: “Mi corazón inmaculado será tu refugio y el Camino que te conducirá a Dios”.
Y en otra ocasión, hablando de los condenados en el infierno, agregó: “para salvarlos, el Señor quiere que se instaure en el mundo la devoción a mi inmaculado corazón” (2).
El dogma de la Inmaculada Concepción, inventado por el papa Pío IX diecinueve siglos después de que la Virgen María viniera al mundo, sostiene que la madre de Jesús, desde el comienzo de su existencia, es decir, desde que fue concebida, fue preservada del pecado original, nació inmaculada, sin pecado.
El sacerdote dice en la misa: “Ave María Purísima”.
Los fieles responden: “Sin pecado concebida”.
Esto plantea un problema de fondo teológico. Según la Biblia el pecado original no se hereda: “Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. “El alma que pecare esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre” (3). Pero nacemos con la simiente del pecado, con la capacidad para pecar: “todos pecaron” (4). Si aceptamos el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, ese “sin pecado concebida”, estamos obligados a aceptar que la madre nació también sin pecado, caso contrario se lo habría transmitido y la madre de la madre también hubo de nacer inmaculada, y la madre de la madre de la madre, así una línea de mujeres inmaculadas hasta llegar a Eva. Con las páginas de la Biblia abierta, esta idea es insostenible.
Aún cuando el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen fue promulgado en el siglo XIX, en la Edad Media ya rondaba la cabeza de teólogos católicos radicales. En el siglo XII San Bernardo de Claraval, abad de Clairvaux, en Francia y doctor de la Iglesia se opuso a la idea de que la Virgen María naciera inmaculada. En carta a los canónigos de Lyon el año 1140 escribió estas palabras: “Sólo el Señor Jesucristo fue concebido del Espíritu Santo, porque era el único santo antes de la concepción. Exceptuando el cual, se aplica a todos los nacidos de Adán lo que uno confesó humildemente de sí: “He sido concebido en la iniquidad y mi madre me ha engendrado en pecado” (Véase Salmo 51:5) (5).
Con toda esta documentación a la vista, ¿puede admitirse que la supuesta Virgen dijera a una niña “yo soy la Inmaculada Concepción”?
El purgatorio.
Retamos a cualquier teólogo católico a que abra la Biblia y muestre en cuál de sus 66 libros trata del Purgatorio. Que el Antiguo Testamento insinúe la existencia de un estado intermedio entre el cielo y el infierno es pura especulación, una interpretación partidista sin base en las Escrituras, mucho menos en el Nuevo Testamento, donde habla Jesucristo y se habla de Jesucristo.
Dicen que la supuesta aparecida de Fátima habló con la niña Lucía del Purgatorio. He aquí uno de los diálogos que se les atribuyen.
Pregunta la niña:
“A una nueva pregunta de Lucía acerca del destino y paradero de dos jovencitas, amigas suyas, muertas hacia poco tiempo, la Aparición respondió que una estaba en el Paraíso, la otra todavía en el Purgatorio” (6).
Si esa Aparición hubiera sido realmente la Virgen María no habría hablado de Purgatorio, porque el Purgatorio no existe.
Todo lo contrario. La Biblia dice que el sacrificio de Cristo fue uno y perfecto. Su muerte en la Cruz borra para siempre los pecados del ser humano y le abre el camino al cielo.
La idea del Purgatorio es antigua, aunque el Dogma fuera definido en la Edad Media. Los griegos y romanos, entre ellos Platón y Virgilio, admitían un tercer estado para las almas, además del cielo y del infierno. El Paganismo fue desarrollando esta doctrina, combatida con eficacia por los apologistas cristianos de los primeros siglos. Así hasta el papa Gregorio I, que murió en el año 604. En su liturgia que compuso de la Misa incluyó la idea del Purgatorio. En el segundo Concilio de Lyon, en el año 1274, Clemente IV y Gregorio X continuaron animando la idea y el Concilio de Florencia, en 1439, la definió como dogma, siendo definitivamente aceptada por el Concilio de Trento en el siglo XVI.
Un sacerdote canadiense que dejó los hábitos y se convirtió al Protestantismo, José Zacchelo, dice que “el Purgatorio deshonra la obra de redención del Hijo de Dios y niega la eficacia de su sacrificio” (7).
En efecto: según la aparición, una de las dos niñas muertas aún permanecía en el Purgatorio. ¿Hasta cuándo? De acuerdo con la doctrina católica, hasta que sus familiares o amigos pagasen las misas necesarias para salir de ese lugar. De modo que si esos familiares fuesen pobres muy pobres, la estancia de la niña en el Purgatorio se prolongaría; y si fuesen ricos muy ricos, con pagar 200 0 2.000 misas diarias, la niña saldría enseguida del Purgatorio. Y, siempre de acuerdo con esta doctrina, Dios, en el Cielo, está pendiente de las misas de los sacerdotes en la tierra para prolongar o acortar el dolor de una criatura. ¡Resulta espantoso!
Ahora, en nuestros tiempos, Juan Pablo II, papa desde 1978 hasta su muerte en el 2005, dejó por mentirosa a la supuesta aparición de Fátima. Este papa negó la existencia del Purgatorio. Lo dijo en el verano de 1999 en el curso de cuatro audiencias. ¿Quién es más verdadero, Juan Pablo II con 27 años de papado o la fantasmagórica aparición de Fátima?
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Notas.
1. Michel de Saint- Pierre, Bernardette et Lourdes, página 49.
2. “Las Maravillas de Fátima”, páginas 50 y 51.
3. Romanos 14:12; Ezequiel 18:20.
4. Romanos 3:23.
5. San Bernardo, Obras Completas, tomo II, Biblioteca de Autores Cristianos. Algunas versiones católicas suprimen este párrafo de las páginas citadas.
6. Luis Gonzaga, jesuita, “Las Maravillas de Fátima”, página 30.
7. Joseph Zacecho, “Ins and Outs of Romanism”, página 116.
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