De Eclesiastés recordaba una de sus sabias recomendaciones, cuando dice que hay un tiempo de callar y otro tiempo de hablar. También destaca que hay un tiempo para trabajar y otro para luchar. Después remata la sentencia: “Aun he visto más bajo el sol: que en el lugar del derecho, está la impiedad,y en el lugar de la justicia, está la iniquidad”.
Hay una huelga y, ciertas voces empiezan a demonizar a los convocantes.
¿Acaso está de más recordar que los sindicatos tienen todo el derecho (constitucional) a convocar una huelga?
Podrás estar en total desacuerdo con ellos, pero así como todo creyente tiene la misión de propagar el Evangelio, aunque sufra burlas y escarnios, también los sindicalistas deben cumplir con su misión o razón de ser.
Equivocados, o no. Ya se verá si nuestro país no resulta lugar propicio para nuevos escribas a lo Dickens, con tanta desprotección como panacea del desarrollo. Ya se verá.
De pronto, nuestros jóvenes no ven ninguna luz al final del túnel, y menos con esta reforma laboral (ya hubo otras importantes, no nos sumerjan en la amnesia: 1984, 1992, 1997, 1998, 2001, 2002, 2006, 2009 y 2011, por citar algunas). Lo que se busca no es reformar un mercado de trabajo ‘rígido’ (llegaron a existir 16 modalidades de contracción y pedían más flexibilidad, eufemismo de despido libro y gratuito, por ejemplo).
Pero hagamos una digresión, antes de proseguir; antes que empiece la colocación de gafas desenfocadas y las voces se apresten a repartir reprimendas.
Hay un poema famoso atribuido al ‘rojo’ Bertolt Brecht. Pero ni en su origen fue poema ni su autor era el famoso poeta y dramaturgo. Se trata de unos fragmentos del sermón titulado ¿Qué hubiera dicho Jesucristo?, dado en la Semana Santa de 1946 por Martin Niemöller, pastor protestante alemán, muy conservador, pero asqueado de lo sucedido en su país.
En un principio él fue uno de los convencidos por Hitler, pero luego se retractó y pasó varios años (1937 a 1945) en dos campos de concentración. Conviene leerlo, pues así apaciguará a quienes, escudados en el nombre de Cristo, resultan defensores de posturas ideológicas a ultranza. En esta nota apreciarán que yo critico a Zapatero y alabo a Rajoy (si logra cierta transparencia)
Pero aquí esta la voz de Niemöller:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío.
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
No todo es blanco o negro. Hay matices intermedios, innúmeras gradaciones de color o de verdades, máxime en el ámbito político. Tampoco conviene imponer, a otros muchos, aquel pensamiento o comportamiento que tú entiendes como el más correcto, el idóneo para determinada circunstancia. Lo que para ti resulta obvio es muy posible que genere dudas o incertidumbres en los demás. Aplaudes al que ondea la bandera de tus afectos; desdeñas o estigmatizas al de opinión contraria o al que difiere de color, sea por daltonismo, sea por preferencias partidarias, futbolísticas o de confesión religiosa…
Repito: ¿Acaso está de más recordar que los sindicatos tienen todo el derecho (constitucional) a convocar una huelga? ¿Huelga decir que su razón de Ser es la defensa de los derechos de sus afiliados, en primer término, y de un modelo de relaciones laborales que contemple cierta dignidad contractual y salarial para todos los trabajadores?
Tú podrás estar en desacuerdo con la oportunidad de la medida, con los piquetes informativos a la entrada de los centros de trabajo, con las subvenciones públicas que han venido recibiendo las centrales sindicales mayoritarias, con los miles de trabajadores ‘liberados’ para dedicarse a sus actuaciones sindicales, por su dejación con respecto a los desempleados… Y tu desacuerdo podría estar en lo cierto si, al mismo tiempo, clamas y reprochas contra los empresarios que se tornan piqueteros al interior del centro de trabajo, amedrentando o coaccionando con el despido a quiénes manifiestan la intención de ejercitar su derecho a la huelga; si gritas contra los partidos políticos que tantos miles de liberados o ‘asesores’ tienen, que tantas subvenciones reciben; o también, contra esa jerarquía eclesial que ofrece a posibles sacerdotes un trabajo fijo que, oh vergüenza, se pagará con las nefastas subvenciones que recibe de un Estado no confesional, y eso que no hurgamos en sus miles de ‘liberados’ que dan catequesis confesional en los colegios públicos, pagados con dinero público que se obtiene de impuestos y demás tributos aportados por cristianos, ateos o mahometanos. Si nosotros recibimos, no nos quejemos de los sindicalistas.
¿Qué hay sindicalistas impresentables? Pues claro, y más aquellos que se dejaron seducir con prebendas de Cajas de Ahorro y otras entidades donde el descontrol político hizo forados hasta que la Banca pública acabó por hundirse. Pero también hay empresarios no sólo impresentables, sino imputados de delitos al por mayor, como aquel que hasta hace poco presidía, nada más y nada menos, la CEOE.
En tal sentido,
no sirve ni es prudente generalizar, pues la inmensa mayoría de sindicalistas son gente de contrastada probidad, como igualmente sucede con los empresarios, muchos de ellos con serios problemas de caja y con exiguas líneas de financiación de unos bancos que rapiñaron (legalmente, pero con codicia) porque ni siquiera Zapatero hizo nada por frenarlos, salvo indultar a uno de los jerifaltes de dicho Cartel, con la anuencia o el silencio del actual partido gobernante.
Así que, si no cuestionas a diestra y siniestra toda la corruptela o comportamientos alejados de la ética y de los valores cristianos (sea en Valencia, Sevilla, Mallorca…), lo menos que puedes hacer es dejar en su incómodo cometido a los sindicatos. ¡Y ten cuidado de tirar la primera piedra, si estás afecto a una u otra componenda, a uno u otro silencio cómplice!
Y así como digo esto,
también felicito al señor Rajoy por esa Ley de Transparencia, tan necesaria para que no se estén colocando a maridos, hermanos y demás parentela ahíta de privilegios.
Dennos ejemplos y creeremos en su entrega al bien común de la sociedad española. Mientras tanto, lo nuestro es seguir la senda marcada por el Rabí, sin rasgarnos las vestiduras por unos u otros. Se clama por el prójimo; se reclama cierta dignidad, cierta esperanza para nuestros jóvenes.
Cierta vez, cuando todavía se respiraba aparente bonanza, y presentando mi libro Hombres trabajando (2007) en los salones de UGT, leí la primera cita que precede a los poemas: “He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros”. Luego pregunté al numeroso público sobre quién creían que era el autor. “Marx o Engels”, añadí, como para dar pistas. Alguien del público, feliz e identificado, contestó: “Seguro que Marx”. Tuve que desengañarlo, diciendo que había sido escrito por el apóstol Santiago, el hermano de Jesús.
El libro tiene 33 poemas y el primero lleva como epígrafe: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de justicia”.
No caigamos en el ensañamiento contra los sindicatos, los nuevos cabezas de turco, junto con los funcionarios, como otrora fueron los judíos o los protestantes. ¿Qué fracasa su huelga? ¡Pues bien, pero ello no debe ser motivo de regocijo, cuando el temor está por medio! Pero salen a la calle y protestan. A los protestantes nos ponen innúmeras trabas y poco, muy poco, protestamos por nuestros derechos.
Y cuidado con esas claridades mentirosas que, a modo de ‘argumentario’, repiten los de uno y otro partido mayoritario; los de uno y otro partido nacionalista.
¿Huelga decir?
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