Muchas veces estamos inundados de doctrina, preñados de enseñanzas, pero estáticos, silentes, insolidarios.
Muchos cristianos estamos acostumbrados a escuchar unos mensajes o una teología en la que nos enseñan lo que hemos de creer, cómo debemos orar y alabar, cómo debemos servir en los programas de la iglesia, a donar, a la práctica del ritual. Sin embargo, en cuanto al mundo y sus problemáticas, pueden mantenernos de espaldas a él. Tristeza. Falta de visión. Ruptura de la vivencia del cristianismo integral.
¿Es posible vivir el cristianismo de espaldas al mundo? Pensad, por tanto y ante esta pregunta, si en cuanto a las situaciones de marginación de las personas, formas de opresión, las circunstancias que muestran los desequilibrios económicos en el mundo y otras cuestiones sociales en las que el mundo demanda la involucración y el compromiso de los cristianos, solemos mantenernos de espaldas, silentes, estáticos, paralizados. Una reflexión sobre esto es imprescindible.
Debemos estar de cara al mundo. Quizás hoy necesitemos unos pastores o una teología que nos haga girar y volver el rostro poniéndonos de cara al estado de cosas en nuestra tierra, sus avatares, sus problemáticas, sus injusticias. Creo que si nos giramos volviendo el rostro hacia el prójimo sufriente y sus condiciones de vida en el mundo, vendrá un siguiente paso casi de forma natural: Comenzaremos a tomar postura frente a esas situaciones, ante los abusos que se hacen de nuestro prójimo, tantas y tantas violencias que se ejercen por parte del hombre contra el hombre ante la indiferencia, a veces, de los cristianos.
De cara al mundo es como vamos a comenzar a pensar que quién es mi prójimo, vamos a verlo y es la única forma de que nos sintamos movidos a misericordia. Luego, cuando estemos amando en relación de semejanza a nuestro Dios y al prójimo oprimido y apaleado, comenzaremos a entender como no se puede practicar la projimidad de espaldas al mundo. Que nadie nos dé ni nos enseñe una doctrina estática o paralizadora en relación con el mundo y con el prójimo.
Tenemos que saber que creer también nos lleva a comprometernos con el prójimo sufriente. Necesitamos una enseñanza que haga que nuestra espiritualidad cristiana encuentre sentido en el tomar partido, postura y compromiso frente a tanta exclusión, tanta pobreza, tanto sufrimiento, tanta opresión y tanto abuso del hombre por el hombre. Sólo porque así nos lo enseñó Jesús, los profetas, la doctrina bíblica en general. No podemos ser un bálsamo para los apaleados, no podemos ser agentes del Reino ni aplicar sus valores en un mundo que los necesita, si nos sentamos de espaldas al mundo. Hay que dar el giro, el trastoque de valores asumiendo la acción cristiana como forma de vivir la espiritualidad.
Así, pues, gírate. Da la cara en compromiso con el mundo. No seas cristiano sólo de ritual. Es importante situarse ante Dios, ante su hijo Jesucristo, ante el Espíritu que nos da vida, hacer fiestas solemnes, dar diezmos y ofrendas, alabar y otras cuestiones imprescindibles para vivir la vida cristiana, pero dando la cara a un mundo en donde hay millones de personas sufriendo, en donde se da el escándalo de la pobreza, de la tortura, del robo, de la corrupción, de la exclusión de millones de personas que son como un sobrante humano que no participan de los bienes del planeta tierra, bienes a los que tienen derechos como criaturas de Dios.
Vuélvete. Da la cara en compromiso con el mundo. Los que tenéis el privilegio o la carga de enseñar las características del Evangelio, de los valores del reino, de la sana doctrina, no convirtáis vuestra enseñanza en mantener personas practicando el ritual de espaldas al mundo. El ritual que no compromete nuestra acción para con el mundo en conflicto, para con el prójimo sufriente, para la evangelización en palabra y acción solidaria que el mundo necesita, no es el ritual que responde a los valores del auténtico Evangelio, el de la gracia y la misericordia de Dios. Este evangelio nos posiciona, obligatoriamente, ante la necesidad de sentirnos movidos a misericordia, a la acción, a las obras de la fe, a una fe que actúa en el mundo a través del amor. Lo otro es comodidad, egoísmo, pecado de omisión.
La teología, los pastores, la iglesia, nos debe enseñar dos caminos que se necesitan el uno al otro: el camino del cielo y el camino que nos lleva por los vericuetos de la tierra allí donde el prójimo está en necesidad. No hay camino al cielo que no esté arraigado en el de la tierra.
Tenemos que saber mirar al cielo y seguir el camino estrecho, pero sin dejar de mirar el mundo, las problemáticas terrestres en donde estamos llamados a ser sal y luz. No se puede vivir una auténtica espiritualidad cristiana mirando sólo hacia arriba. Hay que mirar también los caminos y senderos del mundo. Vivir de cara a él.
Intentar vivir el cristianismo de espaldas al mundo, es una irresponsabilidad egoísta, es lo que impide que, realmente, vivamos en autenticidad los valores del Evangelio.
Peligro: Vivir un cristianismo escandalosamente cómodo, con alabanzas a un Dios que se siente molesto con esos ruidos que son como metal que resuena o címbalo que retiñe. Muchas veces estamos inundados de doctrina, preñados de enseñanzas, pero estáticos, silentes, insolidarios.
Engordamos ante el mundo por falta de acción y no sé si por un exceso de pietismo, pero esa gordura no agrada a Dios. Él nos quiere trabajando, actuando, sirviendo al prójimo en un mundo problematizado.
Jesús irrumpe en nuestra historia dando ejemplo de lo que es ser seguidor suyo. No es sólo recluirse en el templo para alabar o adorar, sino comprometerse con el hombre en su realidad de nuestro aquí y nuestro ahora, su realidad sufriente, aprendiendo a ejercer la denuncia profética y a ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.
Los valores del Reino no son solamente doctrina, sino una fuerza, una dinámica, un lanzarnos al mundo como agentes de liberación y de anuncio de salvación, para el más allá y para el momento en el que nos ha tocado vivir.
¿De dónde sacaremos esa energía que nos haga darnos la vuelta y girar nuestro rostro de cara al mundo? ¿De dónde sacaremos las fuerzas para seguir a Jesús en el servicio al mundo? Hay que buscar el cristianismo integral, el que nos hace mirar al cielo sin dejar de mirar a la tierra a la vez que decimos al Señor: “Heme aquí, envíame a mí” y caminar en obediencia comprometidos con el mundo, de cara a él.
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