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Protestantes Españoles en Cuba

Alberto Jesús Díaz sufriría prisión en la Isla por apoyar a los reconcentrados, sometidos todos a hambrunas y enfermedades.

ORBAYU AUTOR Manuel de León 01 DE JUNIO DE 2017 15:13 h

En la Cuba española aparecen personajes criollos que, en la década de 1880, emigran a Estados Unidos, donde se convierten al protestantismo, regresan a Cuba y comienzan su evangelización, a pesar de no estar legalmente autorizados. Muchos de estos misioneros estuvieron relacionados con el movimiento independentista. Entre los nombres más destacados de los protestantes que se vincularon al independentismo cubano están los de Joaquín de Palma, Pedro Duarte (episcopal); Agustín Santa Rosa (episcopal), fusilado en 1873; Luís Ayestarán y Moliner, ejecutado en 1870; Evaristo Collazo (presbiteriano); Manuel Deulofeu (metodista). El joven Agustín Santa Rosa, que había asumido la doctrina protestante en los Estados Unidos, fue uno de los jóvenes que llegaron a Cuba en la expedición del vapor Pampero, en 1851, que cayó prisionero y luego fue deportado a Ceuta de donde logró escapar. Es el mismo que se integrará a las filas de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico, en Nueva York, y que luego del alzamiento insurgente de Céspedes, el 10 de octubre de 1868, es de los que se enrola en las filas libertadoras. El pastor Pedro Duarte desarrollará una intensa labor política desde el Club San Carlos, y otros pastores, presbiterianos, metodistas, bautistas también lucharán no sólo en labores conspirativas, o en apoyo logístico, sino que denunciarán los crímenes perpetrados, durante la guerra de 1895-1898, por España contra el pueblo al que sometió a la barbarie de la reconcentración, convirtiéndose en propagandistas de la causa cubana en Norteamérica.



Uno de los ministros protestantes que más sufrió la represión de las autoridades españolas sería Alberto Jesús Díaz, que sufriría prisión en la Isla por apoyar a los reconcentrados, sometidos todos a hambrunas y enfermedades. Torturado física y mentalmente, salvaría su vida por ser ciudadano norteamericano. 



El reverendo Joaquín de Palma merecería el reconocimiento del propio José Martí, en las páginas del periódico Patria, “aquel hombre sincero que en el destierro ayudó a aliviar las necesidades de los emigrados, que en sus lecciones de religión y de moral nunca olvidó a su Cuba, que luchaba por la libertad, que como pastor desinteresado recordaba en el púlpito, con acentos cristianos y patrióticos, la hecatombe tristísimo y conmovedora de los ocho estudiantes, que cayó en el suelo extranjero amando a su tierra…”. Había sido, en la primera guerra de independencia, delegado del Gobierno de la República en Armas, en la Junta de Nueva York.



El reconocimiento que tiene el protestantismo actuablemente proviene de aquellos días de solidaridad con el pueblo de Cuba, donde muchos miembros del protestantismo manifestaron sentimientos de amor, entrega y libertad, junto con otros miembros protestantes americanos y también protestantes españoles.



Alberto J. Díaz. Anglicano y Fundador de las primeras Iglesias en Cuba 

“Poca atención se ha prestado –dice el historiador Jean Pierre Bastian (i) - a los actores religiosos protestantes en las islas caribeñas bajo dominio español durante el siglo XIX. Sin embargo, para entonces, la cuestión religiosa fue un punto clave de los conflictos ideológicos tanto en Cuba y Puerto Rico como en el resto de América Latina. 



En la España liberal el protestantismo era algo más que una mera opción religiosa. Suponía que el creyente se encontraba en un universo de referencias ideológicas que iban desde el anarquismo hasta el krausismo y la masonería, hallando su máxima expresión en un anti catolicismo encolerizado en muchas ocasiones. Como subrayaba Castellanos, “los púlpitos ofrecieron palabras evangélicas mezcladas de patriotismo. Se iba a los cultos con unción, a pedir a Dios por la independencia. Los pastores no rezaban por el triunfo de la tiranía y el mantenimiento del cruel dominio en nuestra Isla”



El primer pastor protestante cubano fue Joaquín de Palma, pero los primeros en trabajar dentro de Cuba fueron el Dr. Alberto J. Díaz y el Pbro. Pedro Duarte. Alberto J. Díaz nacido en 1852 en la Cuba española, había participado en la Guerra de los Diez Años y había tenido que exiliarse al ser perseguido por el gobierno colonial. Encontrado a la deriva en el mar cuando se dirigía a Nueva York, poco después se convierte al Evangelio adhiriéndose al protestantismo de tradición anglicana (ii) quien lo envió a Cuba de misionero y en la que fundaría varias iglesias, siendo la de Getsemaní en la Habana la más importante. Con el propósito de la distribución de la Biblia, la Sociedad Bíblica Femenina de Filadelfia, realizó labores de colportor-misionero.



Según Bastián, Alberto J. Díaz fue el más destacado dirigente protestante cubano, que pasado a las filas baptistas llegó a tener un poderoso liderazgo hasta la independencia de Cuba ya que después, en 1903, llegó a salirse, pues como dice Bastian, “a partir de 1899, los misioneros independentistas fueron marginados frente a la organización misionera dispuesta a invertir cuantiosos medios financieros y a mandar una fuerza pastoral y docente de importancia”.



El primer congreso obrero nacional en Cuba (1883) se celebró en el Templo Bautista, antiguo teatro Jané, lo cual indica la fuerza política que adquirió Alberto J. Díaz y sus iglesias baptistas, lo cual le acarrearía problemas con la jerarquía católica. Cuando el dirigente revolucionario Antonio Macedo, visita Cuba en 1890, Alberto J. Díaz ostentaba el rango de capitán en el ejército liberador, por la capacidad de movilizar masas de hombres. Sería detenido en 1896 y escapó del fusilamiento por su doble nacionalidad cubano-estadounidense y su condición de pastor. Sería expulsado y nada más llegar a la Florida, usando los círculos religiosos de la emigración cubana y de los norteamericanos, recaudó fondos para la guerra y realizó importantes gestiones a las órdenes de Antonio Macedo.



Díaz fundaría la Sociedad Cubana de la Cruz Blanca, para canalizar ayudas a los independentistas. Algunos dicen que incluso pasaron armas y pólvora a la isla, además de la ayuda humanitaria, pero la independencia de la isla resultó pura ilusión porque los nuevos liberadores del norte vinieron a dominar. “Con todo- dirá Yschuy (1995)- las nuevas denominaciones crecieron muy rápidamente, a tal grado que, para 1916, se contaban unos 15.639 miembros distribuidos en 179 congregaciones ligadas a nueves denominaciones distintas, que contaban con 158 misioneros norteamericanos y doscientos cooperadores cubanos”.



En, 1893, bajo la dirección de Díaz funcionaban cinco congregaciones bautistas en La Habana y sus alrededores como Cienfuegos, Trinidad, Regla, Batabanó y Guanabacoa y unos diecisiete puntos de predicación, todo eso con la ayuda de unos veinte colaboradores, todos cubanos. Sin duda el éxito de Díaz consistió en haber sabido usar los vínculos liberales y a la vez su militancia política y masónica. Su ministerio además fue cultural, fomentando escuelas elementales, luchando por la creación de cementerios no-católicos y proveyendo a los necesitados.



Según los datos de Pierre Bastian, durante la primera década del siglo XIX, sólo se observó la presencia de protestantes extranjeros residentes en Cuba y otros lugares de América, organizados a veces en pequeñas congregaciones al amparo de cláusulas añadidas a los tratados comerciales asegurando la práctica religiosa privada para los súbditos extranjeros. Por lo tanto, hubo que esperar el triunfo de los ejércitos liberales y la adopción de constituciones amparando la libertad de asociación y de manera correlativa la libertad de culto, a partir de los años de 1860, para permitir progresivamente la lenta difusión de las sociedades protestantes entre las poblaciones latinoamericanas (Bastian, 1994).



Por la década de los 1870 en España peninsular ya se habían establecido bastantes congregaciones, aunque algunas solo estuvieran ubicadas en las casas de los creyentes. En las colonias españolas, las iniciativas para constituir congregaciones no vendrían de la metrópoli, sino de los países cercanos de la América Latina y de Estados Unidos. En el caso dominicano la implantación del protestantismo se efectuaría con la implantación de cinco mil libertos norteamericanos protestantes que se establecieron en Samaná, Puerto Plata y Santo Domingo desde 1824, a iniciativa del Estado haitiano y de su política de «africanización» de la isla. 



Los clérigos liberales y krausistas conversos al protestantismo, por esta década de los 1860-70, trabajarían en Cuba por establecer cultos protestantes. “Emilio Fuentes Betancourt (1843-1909) fue el más representativo de esta generación de sacerdotes cubanos liberales. Había cursado sus estudios superiores de Derecho canónico y Filosofía en Madrid en 1864-1865, después de lo cual regresó a Cuba, pero, debido a su posición política independentista, fue pronto mandado de vuelta hacia Madrid, en 1875, donde entró en contacto con el medio filosófico krausista y la Institución de Libre Enseñanza que se acababa de inaugurar, para doctorarse con una tesis sobre la poesía cubana. Como tantos otros cubanos de esta generación fue obligado a exiliarse, primero en Lima, desde 1877, y luego, desde 1881, en la Ciudad de México, donde, convertido al metodismo, ejerció como pastor, hasta 1887, de la recién fundada Iglesia metodista de la Santísima Trinidad, antes de ser invitado a colaborar como maestro en la fundación de la escuela normal de Jalapa (Veracruz). Quizás ahí se pudo relacionar más estrechamente con la diáspora cubana de emigrados liberales que acababa de implantarse.”



Según Jean-Pierre Bastian,  su convicción liberal activa le llevó en 1885 a ser editorialista de El monitor Republicano, principal periódico liberal de México, donde vertió sus ideas democráticas modernas, entre las que estaría explicar toda tentativa de conciliación del poder político liberal con la Iglesia Católica.



En el mismo contexto ideológico estaría el converso cura liberal cubano, Joaquín de Palma, que sería pastor desde 1886 y responsable de la Iglesia episcopal Santiago Apóstol, en Nueva York, siendo reconocido por el medio liberal cubano e incluso por José Martí, como un patriota liberal e independentista.



Del mismo modo, Tristán de Jesús Medina, sería otro tercer cura cubano, converso durante el sexenio liberal, reformista y abolicionista, amigo de Emilio Castelar en Madrid, vocero de los grupos republicanos y predicador en Madrid por 1869 en la congregación protestante recién formada. 



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(i) Emancipación política de 1898 e influencia del protestantismo en Cuba y Puerto Rico Jean-Pierre BASTIAN

(ii) Protestantes y protestantismo en América Latina: Reflexiones en torno a la variedad de experiencias en su introducción. -Carlos Mondragón


 

 


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