Gobiernos, jueces, policías, iglesias y otras altas instituciones no son conscientes de los perjuicios que el maltrato a mujeres supone para sus respectivos países.
Señor Director:
Usted debe estar al tanto de lo que se publica en su medio periodístico “Protestante Digital”. Por lo mismo quiero creer que lee mis artículos. Con esta de hoy llevo tres semanas escribiendo sobre las consecuencias que arrastran durante tiempo o por vida las mujeres maltratadas: secuelas físicas, trastorno de la personalidad, las consecuencias de un noviazgo conflictivo, las secuelas del primer golpe, síndrome de Estocolmo, hogares arruinados, efecto en los hijos. Hoy alargo la lista con nuevas reflexiones.
Octava consecuencia: peligrosidad social.
El maltrato a las mujeres supone un peligro para la sociedad.
Un escritor canadiense llamado Ralph White, que ha recorrido países de África y América Latina, dice que el maltrato a mujeres no sería tan elevado en países de estos continentes si los gobiernos invirtieran más dinero, esfuerzos y medios para controlar el problema. “Estos gobiernos –dice- no toman conciencia de lo funesto que es para una sociedad el maltrato a las mujeres”.
Muchas mujeres no denuncian porque las autoridades no son suficientemente severas. El maltratador denunciado entra por una puerta de la cárcel y sale por la otra el mismo día.
Sigue diciendo White que gobiernos, jueces, policías, iglesias y otras altas instituciones no son conscientes de los perjuicios que el maltrato a mujeres supone para sus respectivos países. “Esta falta de interés posiblemente se deba a que tanto miembros del gobierno como jueces, policías y líderes religiosos son hombres y como hombres no han sufrido maltratos. Hasta es posible que entre ellos existan también maltratadores”.
El maltrato a mujeres es un daño que se causa a la sociedad. Un país que se considere civilizado y quiera unirse al progreso no puede vivir con esa lacra en su seno.
Novena consecuencia: miedo a la soledad.
Hay mujeres que aguantan el maltrato por dos razones principales:
Una, porque se ven impotentes para criar solas a los hijos.
Dos, porque les invade el miedo a la soledad.
En España se canta una pequeña copla procedente de las islas canarias que dice así:
Si tu marido te pega
no llores, Lola,
vale más llevar palos
que dormir sola.
La aceptación de este falso modelo supone un tremendo error.
Aunque la mujer maltratada y separada no encuentre nueva pareja, es preferible vivir sola a vivir con un hombre violento y agresivo.
La soledad siempre ha sido motivo de angustia para el ser humano.
La soledad la sienten más las mujeres que los hombres.
Cuando los hombres se deprimen por algún motivo, se van al bar con amigos y se emborrachan.
La mujer no puede hacer esto. Está mal visto. Tiene que vivir la soledad en casa.
El drama de la soledad es insoportable para muchas mujeres. Han pedido hablar conmigo algunas que me han dicho: “Es que no soporto vivir sola”.
Y llevan razón. Fuimos creados para vivir en compañía.
Un simpático pasaje del Eclesiastés dice:
“Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del sólo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.
También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo?
Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4: 9-12).
Una consecuencia del maltrato contra las mujeres es la separación o el divorcio y la soledad en la que queda.
Sin embargo, es preferible vivir sola que vivir con un hombre que maltrata.
El poeta español del siglo XIX, Ramón de Campoamor, se expresó en estos términos:
Sin el amor que encanta,
la soledad del ermitaño espanta.
¡Pero es más espantosa todavía
la soledad de dos en compañía!
Cuando la cuerda del amor se rompe, hombres y mujeres viven vidas solitarias, aunque vivan en una misma casa y duerman en una misma cama.
La mujer sola vive en un continuo escalofrío. Pero en el caso que estoy tratando, debe ser más soportable esta soledad que una existencia de sufrimientos diarios.
A partir de la próxima semana daré un nuevo giro al tema, señor Director.
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