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Su faceta de escritor
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En la muerte de José Grau

La literatura de Grau está intensamente unida a su pensamiento y a su alma de cristiano a prueba de todas las tentaciones.
ACTUALIDAD AUTOR Juan Antonio Monroy 17 DE ENERO DE 2014 23:00 h

José Grau, predicando.


El protestantismo español vive estas horas con el corazón enlutado por la muerte de José Grau. El cielo ha ganado. Nosotros hemos perdido.
“Sólo yo he quedado”, dijo a Jehová el profeta Elías.

Sólo yo quedo en activo, muy activo, A.D.G., de aquel puñado de valientes que luchamos contra el franquismo y contra el nacionalcatolicismo en defensa de nuestros derechos, de nuestras libertades y de nuestro reconocimiento social. Luchamos y vencimos.

Lo que escribo a continuación para Protestante Digital no es un trabajo de laboratorio. No hace falta. Cada párrafo, cada línea, cada palabra me la dictan la memoria y el corazón. Mantuve con José Grau una amistad que se prolongó a lo largo de 60 años. Ya en junio de 1957 publiqué en LUZ Y VERDAD, la revista que yo dirigía en Tánger, un artículo escrito por Grau con el título EL PENSAMIENTO RELIGIOSO DE ALBERTO CAMUS. Decía Grau que “los personajes de Camus son seres insatisfechos que tienen hambre y sed de justicia verdadera en ellos y en la creación que les rodea. Son figuras inteligentes que ahondan en la condición humana y llegan a la misma conclusión que la que se halla en la Biblia”.

Grau tenía entonces 26 años. La inquietud por el tema le venía de sus propias vivencias intelectuales. A esa edad ya desbordaba interés por los grandes hombres y mujeres que forjaron el pensamiento de millones de personas a través de los libros. En la cima de su vida joven la inteligencia y la conciencia ocupaban lugar preferente en la jerarquía de valores.

De edades parecidas, desde que estrechamos nuestras manos por vez primera algunos años antes de aquél 1957, nuestras vidas, aún en la distancia, anduvieron caminos paralelos. En aquella España gobernada por el nacionalcatolicismo tanto o más que por el franquismo, donde los protestantes estábamos intolerados, discriminados, perseguidos, injuriados, apartados de la sociedad, Grau, como Pablo, llevó en su cuerpo las marcas del Señor Jesús. Supo lo que era sufrir a causa de su fe, firmemente anclada en el Maestro de Galilea.

En aquellas malhadadas fechas, Grau fue testigo del cierre de locales de iglesias, multas por el hecho de reunirnos en domicilios privados para estudiar la Biblia, algunos encarcelamientos de pastores, también encarcelamientos de soldados evangélicos por negarse a participar en la misa católica unida a la jura a la bandera, la expulsión de los trabajos por ser protestantes, la imposibilidad de contraer matrimonio civil, entierros de muertos evangélicos en “los corrales”, fuera de las tapias de los cementerios, prohibidos a los evangélicos, conflictos en las escuelas que se negaban a admitir a hijos de protestantes, imposibilidad total de ejercer cargos públicos, prohibición absoluta de imprimir literatura, ni siquiera unos humildes folletos, y, por supuesto, nada de publicitar las actividades protestantes. Todavía estamos esperando que la jerarquía católica nos pida perdón por habernos sometido a semejantes injusticias y torturas. Ningún obispo, ningún cardenal lo ha hecho, ningún papa, ni éste supuestamente liberal que eligió el nombre de Francisco.

Nada de esto pudo con Grau. Un día, durante una reunión de escritores evangélicos en Barcelona, creo que era 1956, cuando elegimos a Rubén Gil secretario de una entidad asociativa que se nos ocurrió fundar a los pocos que entonces éramos, Grau me dijo: “Monroy, la grandeza de uno está en cómo se enfrenta a la derrota”. Me gustó la frase, la publiqué y la hice mía.

Él supo enfrentarse a la derrota. Jamás claudicó. El viernes santo de 1960 la policía le confiscó unos cuatro mil ejemplares de folletos. Al año siguiente, otro ataque de la policía a su literatura, ordenado por la jerarquía católica. En esta ocasión le requisaron y destruyeron todos los libros que tenía en depósito y más de 60.000 folletos. El 13 de diciembre de 1961 el diario británico THE TIMES publicó la noticia de que José Grau y el impresor Salvador Salvadó habían sido sentenciados a un mes y un día de cárcel. No llegaron a ingresar en ella, pero tuvieron que pagar una multa muy elevada para aquellos tiempos. ¿Motivo? “Actividades subversivas contra la religión oficial”. Ahora, a la altura de mi vida, al recordar y redactar las maldades de la jerarquía católica de entonces, no puedo evitar un estremecimiento de indignación. También yo fui víctima, en múltiples ocasiones, de aquellos inquisidores agazapados tras el aparato del Estado y protegidos desde las alturas gubernamentales. Dos veces estuve encarcelado por lo que ellos llamaban “actividades subversivas”. Dios los perdone.

El pastor de la Iglesia a la que asistía Grau primero en Pasaje Nogués y luego en calle Verdi, José María Martínez, hombre de cualidades extraordinarias, muy espiritual, exquisito orador, percibió sus cualidades literarias y logró el apoyo económico de algunas iglesias en Suiza para que Grau dedicara todo su tiempo a lo que ya hacía admirablemente, escribir y traducir. Fue así como en 1958 surgió en Barcelona Ediciones Evangélicas Europeas. A lo largo de 40 años Grau escribió unos 50 libros de reflexiones bíblicas, teológicas, sociales, doctrinales, apologéticas, eclesiásticas, etcétera.

Si su labor como escritor fue importante, muy importante fue también la de traductor. Los protestantes españoles debemos a Grau el haber divulgado entre nosotros el pensamiento teológico de hombres como Schaeffer, Stot, Morris, Berkouver, Kevan, Haekema, Stibbs, Bruce, Culman, Ramm, Ridderbas, Stonehouse y otros.

Cuando la revista ALETHEIA dedicó un número especial a la persona y la obra de José María Martínez escribí en la misma dos artículos: uno sobre él y otro sobre sus libros. Posteriormente fui comentándolos todos, uno a uno en artículos más extensos que publicó PROTESTANTE DIGITAL.

Tuve la intención de hacer lo mismo con los libros de Grau, pero no he podido. No los tengo todos. Y aunque en meses pasados he mantenido conversaciones telefónicas con quienes pudieran ayudarme a conseguirlos en Barcelona, el éxito no me ha acompañado.

Sólo diré que de los libros escritos por Grau que figuran en mi biblioteca, siento especial admiración por los comentarios al libro de Daniel, al Apocalipsis, al Cantar de los Cantares, al Eclesiastés, Génesis, Éxodo y, en especial los dos gordos tomos de CONCILIOS.


Estos libros constituyen una historia de los concilios que tuvieron lugar, primero, en la Iglesia primitiva y, luego, en la iglesia católica a partir de la Edad Media. Estábamos en 1965, tiempos de persecución contra los protestantes. Grau consiguió publicar la obra con ficha técnica de Estados Unidos y la firmó con el seudónimo Javier Gonzaga. Veintidós años después, en 1987, Ediciones Evangélicas Europeas publicó una segunda versión.

Ahora la obra se titulaba CATOLICISMO ROMANO y el autor José Grau. Los tomos de la primera edición sumaban 1.705 páginas y 2.099 los de la segunda. La investigación llevada a cabo por Grau para dar vida a esas páginas fue colosal, grandiosa.

José Grau no fue escritor evangélico. Fue escritor. Y punto. No existe tal cosa como escritor ateo, escritor católico, escritor judío, escritor protestante u otros. Quien escribe es escritor. Sólo existen escritores. Escritores que atendiendo a sus ideologías se expresan ocasionalmente o permanentemente eligiendo los géneros literarios que cuadran a sus convicciones, ya sean políticas, religiosas, filosóficas o las que sean. Utilizando una frase popularizada por el vulgo afirmo que José Grau fue un escritor de cuerpo entero. Su obra sigue siendo fundamental para los cristianos españoles y para los cuarenta millones de hispanoamericanos que en aquellos países, ahora mismo, han roto las cadenas de la superstición católica y adoran al Cristo vivo que se revela en cuatro Evangelios de historia. La literatura de Grau está intensamente unida a su pensamiento y a su alma de cristiano a prueba de todas las tentaciones. Cuando escribe, Grau respeta demasiado a sus posibles lectores, tiene un hondo convencimiento de la influencia que puede ejercer en ellos con las verdades divinas que expone. Siempre busca esa gota de amor que pueda dar sentido a sus palabras.

A lo largo de su vida supo mantener una postura de escatología amilenial, no dispensacionalista. Su denuncia de la “escatología-ficción” le enfrentó a un buen número de críticas, pero de cada debate salía más reafirmado en su posición doctrinal.

La literatura religiosa, en los dos últimos siglos, ha sido un campo de batalla contra las ideologías que han pretendido desacreditarla. En esa batalla entró Grau a mediados del siglo pasado y logró que sus libros gritaran por naciones de dos continentes lo que en el siglo XIX escribiera el muy discutido y poco comprendido filólogo e historiador francés Ernesto Renán: “La religión es la más elevada manifestación de la naturaleza humana, eleva al hombre sobre la vida vulgar y despierta el sentimiento del origen celestial”.

Nada trajimos al mundo y nada nos llevamos de él, suele decirse con mucha frecuencia. Creo que la segunda parte de la frase no es aplicable a Grau. El habrá llevado al cielo una caja de bolígrafos azules para seguir escribiendo sobre las nubles blancas todo lo que observe en su entorno celestial.
 

 


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COMENTARIOS

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JuS
22/01/2014
08:45 h
3
 
Lei algunos de sus articulos en esta pagina... seguro es una perdidad sentida, pero gracias a Dios porque dio el privilegio de que su pueblo pueda tener la obra de Grau
 
Respondiendo a JuS

Noemi Sanchez
20/01/2014
22:29 h
2
 
Gracias Monroy por este relato de la vida y el trabajo de Grau. Me siento mas y mas huerfana cada vez que uno de los grandes co-trabajadores de la quinta de mi padre Bernardo se marcha a estar con el Padre celestial. Solo espero que Dios levante hombres y mujeres como ellos, que de hecho ya hay algunos, para que continuen la labor que estos gigantes de la fe realizaron.
 
Respondiendo a Noemi Sanchez

Luis Monteon
20/01/2014
22:29 h
1
 
Jamás he leído a Grau. Después de esta bella reseña, debo decir que me interesa leerlo. Gracias
 



 
 
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