Algunas ideas prácticas y sencillas para dialogar más y estar presentes en nuestro barrio o nuestra ciudad.
“Aún no estamos respondiendo a las preguntas que hace la gente. Tenemos que esforzarnos en la contextualización: comprender de qué habla nuestra sociedad y ser capaces de dialogar con ella. Seguimos confundiendo el púlpito con los medios, lo que crea barreras para comunicarnos con la sociedad”. Estas son algunas de las conclusiones del grupo que reflexionó sobre “verdad y medios de comunicación” en el encuentro de Movimiento Lausana España (El Escorial, Madrid, noviembre de 2016).
En respuesta a este diagnóstico, compartimos 5 ideas prácticas para dialogar mejor con nuestro entorno, nuestro barrio o ciudad.
1. Explica, explica, explica. No des nada por sentado. Es posible que haya vecinos en el barrio que no entiendan las palabras “iglesia evangélica” de nuestro letrero, o el concepto “escuela dominical”. En un contexto en el que las palabras tienen muchos sentidos, debemos repetir constantemente quiénes somos, qué creemos y qué hacemos. Esto será muy clarificador para la persona que se acerca por primera vez a la iglesia, y, de paso, al propio creyente le recuerda por qué existe la comunidad cristiana a la que pertenece.
Una iglesia local “busca el bienestar de la ciudad” (Jeremías 29:7), y aunque lo damos por supuesto, es importante comunicarlo a menudo. La educación en valores que se da (por ejemplo, en campamentos), las iniciativas de justicia social, el arte, la música y otras actividades de interés… Todo esto aporta algo a personas que añun no forman parte de la iglesia. Comunicar claramente el deseo de servir a la sociedad es parte de las buenas noticias.
2. Sé consciente de que tu iglesia ha dejado de tener “4 paredes”. Donde hay un móvil, hay la posibilidad de que cualquier cosa que se diga en una reunión acabe siendo leído, visto y oído en redes sociales. Las predicaciones del domingo (o la 'quedada' de jóvenes) puede aparecer en cualquier lugar. Pero esto, de hecho, no es mala noticia, porque:
a. Nos reta a eliminar definitivamente dobles lenguajes (hablar para “cristianos” y para “no cristianos”).
b. Nos reta a predicar como si siempre tuviéramos a otras personas del barrio delante. Nos anima a hablar como lo haríamos en casa o en el trabajo.
c. Nos acostumbra a comunicar la verdad del evangelio de forma accesible para personas con cosmovisiones que no tienen nada que ver con la Biblia. (Esto no significa eliminar conceptos bíblicos difíciles, sino explicarlos bien).
d. Nos obliga a ser transparentes con lo que se hace dentro del “local” de la iglesia. De la misma forma que pedimos transparencia a partidos políticos u ONGs, nosotros también deberíamos ser accesible a todos los niveles. La fe en Jesús es integral y puede ser probada en cualquier situación.
3. Métete en la cocina del otro para conocerle. ¿Dónde se encuentran las asociaciones de vecinos en tu ciudad? ¿La redacción del periódico local? ¿Las sedes de los partidos políticos? ¿Los círculos de cultura? A menudo nos quejamos de que nadie asiste a nuestras actividades, pero ¿cuántas veces al año asistimos nosotros a actividades no organizadas por cristianos? Hagamos el primer paso:
- Participar en actividades de otros grupos en nuestra ciudad muestra interés hacia sus prioridades. Al igual que muchas iglesias, otros grupos o asociaciones también se sorprenden al recibir “visitantes” nuevos, por lo que tendrán interés en conocerte y saber qué te trajo allí.
- Al participar en una iniciativa de otro colectivo, conoces las preocupaciones de las personas que lo forman. Esto es clave para que lo que se predica en tu iglesia responda a preguntas y necesidades reales de la gente en tu entorno.
- La visita inicia una relación personal normal. Saben que eres cristiano y que tienes interés en aprender y dialogar. Es muy posible que la próxima vez la conversación se dé en tu iglesia.
4. Dale el control del Facebook y Twitter de la iglesia a alguien que entienda ese mundo. A menudo los pastores o quienes predican no son los que mejor usan las redes sociales. ¡Y no pasa nada! El lenguaje, el público y la función de una predicación no son los mismos que los de un ‘tuit’. ¿Por qué no delegar esto en alguien que sea un “nativo digital”? Un chico o chica que conozca el lenguaje, la audiencia, y sepa calibrar el impacto que un buen (o mal) post puede tener sobre centenares de personas. Los más jóvenes son los que se adaptan mejor que nadie al entorno MUY cambiante de las plataformas online. Una idea sería trabajar codo a codo: 1 miembro del equipo de liderazgo con visión clara de iglesia + 1 joven que sabe manejar bien las redes sociales. Juntos pueden decidir el contenido de los mensajes y cómo compartirlos.
5. Entiende los criterios de credibilidad de la gente que te escucha. En un mundo en el que todos comunicamos (ciudadanos, gobiernos, lobbys, famosos, empresas) la iglesia tiene que ganarse el derecho a ser escuchada. Que el mensaje realmente llegue dependerá, en gran parte, de cumplir con estos “filtros” de autoridad:
- Que sea auténtico.
- Que funcione y se aplicable en el día a día para otros (no solo para los hablan).
- Que sea bello.
¿Tiene el evangelio estos 3 elementos? Claramente, sí. El mensaje de Jesús es auténtico, funciona y es bello. Sabemos, además, que su verdad responde a las preguntas reales de la gente. Sigamos, pues, confiados en Dios, comunicando el evangelio a todas las personas en nuestro entorno.
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