Ante todo, el voto cristiano es un voto para los demás.
Se ha hablado mucho acerca del “voto cristiano”, una expresión que se suele asociar con desagradables fanáticos religiosos de derechas que imponen su moral en una sociedad secular.
En muchas democracias del mundo, la mayoría de la población se sigue considerando cristiana (al menos según los registros del censo), así que es importante aclarar qué es realmente el voto cristiano.
Los cristianos deberían estar dispuestos a cambiar sus patrones de voto después de reflexionar sobre políticas específicas desde el punto de vista cristiano. Un creyente que no puede imaginarse votando a los “otros” ha determinado que sólo hay un partido que se alinee con la voluntad de Dios. O, más probablemente, en realidad está más apegado a su contexto cultural que a la sabiduría de las escrituras. Los patrones de voto, ya sean de personas creyentes o no creyentes, se basan a veces en poco más que la herencia familiar o la ubicación geográfica. Eso es irreflexivo y poco cristiano.
También es cierto que es igualmente inadecuado votar a un candidato simplemente porque sea cristiano. Eso es favoritismo religioso. Que haya cristianos en el parlamento no es ninguna garantía ni indicador de que las características de una nación vayan a ser la paz, la justicia, la compasión y la verdad.
Durante los primeros 300 años del cristianismo, hasta que llegó el emperador Constantino, los creyentes no tenían ninguna representación en el gobierno. Eso no impidió establecer hospicios y programas de alimentación ni experimentar una espectacular expansión misionera. No soy el único historiador que está de acuerdo con el argumento de que al cristianismo a menudo le ha ido mejor sin autoridad política.
Dicho esto, sería ridículo negar a los cristianos una voz en la sociedad contemporánea. Hace poco se realizó una encuesta en Australia, país en el que vivo, que revela que hay una alta tasa de creencia cristiana a pesar de que la asistencia semanal a la iglesia sea baja. Y Australia no es el único país en el que se dan este tipo de estadísticas; muchas democracias del mundo tienen tasas de creencia cristiana similares (y en algunos casos incluso mayores). Aunque estos países tengan gobiernos seculares (a lo que tienen todo el derecho), en realidad no son “países seculares”.
Por tanto, ¿qué principios guían el “voto cristiano”?
En primer lugar, un voto cristiano es un voto para los demás. Una parte básica de la perspectiva cristiana es que la vida se debe dedicar al bien de otros antes que al nuestro propio. En el ámbito político, los cristianos deben aprovechar cualquier influencia que tengan para aportar a los demás, para considerar a los demás como superiores a ellos mismos.
Por lo general, el pequeño empresario decide votar por el partido que promete hacer más por las pequeñas empresas. Los miembros de un sindicato votan por el partido que garantice más poder a los sindicatos. Los responsables de empresas con problemas de dotación de personal tienden a apoyar al partido que ofrezca la política de relaciones laborales más flexible. Estas consideraciones electorales no son suficientes para los cristianos, que deben esforzarse por dejar de lado sus intereses particulares y tratar de servir a la comunidad en general.
En segundo lugar, la salud moral de nuestra comunidad proporciona otra motivación para el voto cristiano. Esto es difícil de explicar tanto a los creyentes como a los no creyentes. La iglesia no tiene derecho de tratar de imponer un código moral cristiano en el país. Dicho esto, los cristianos creen que la salud de la sociedad reside (en parte) en vivir según el designio de Dios. No se puede culpar a los creyentes por considerar qué partido o qué políticas promueven esos valores: justicia, armonía, responsabilidad sexual, honestidad, familia y misericordia.
Creo que la mayoría de los creyentes son suficientemente razonables como para no esperar que un primer ministro o presidente no cristiano se conduzca en todos los aspectos de su vida de acuerdo a los ideales cristianos. Según la opinión de un cristiano, el que un político no ore no debería descalificarlo para ocupar un alto cargo. Sería diferente si se descubriera que está teniendo una aventura. Esa situación sería muy preocupante para muchos cristianos (y para muchas otras personas) porque cuestionaría el autocontrol, la fidelidad y la integridad del líder en sus relaciones, cualidades cruciales para el liderazgo. Los cristianos no deben separar la ética de la competencia.
Las preocupaciones morales de los cristianos invitan a que se les describa como “de derechas” y “conservadores”. La etiqueta no es del todo errónea, aunque en otros aspectos la visión cristiana será “izquierdista” y “liberal”. Los Evangelios dejan claro que Jesús fue un liberal de derechas y un conservador de izquierdas.
En tercer lugar, los cristianos deben pensar en promover el mensaje cristiano. La dimensión misionera del cristianismo está profundamente arraigada. ¿Hay algún partido que sea mejor que otro para esto? Puede que en algún momento haya una política particular que vaya contra la libertad de un cristiano de anunciar a Cristo. En ese caso, sería sensato que los cristianos votaran para evitar ese resultado.
Por último, los cristianos deben tener en cuenta principalmente a los pobres y desamparados. Hemos recibido un mandato abrumador al respecto a largo de todas las escrituras. El voto por los desfavorecidos de la sociedad se ha visto tradicionalmente como un voto al partido que representa a la clase trabajadora (generalmente el partido laborista o similar). Otros argumentan que la forma más efectiva de ayudar a los pobres y los débiles es aumentando la prosperidad en la parte alta de la sociedad para que la riqueza se pueda filtrar hasta aquellos que más lo necesitan. Este argumento lo han esgrimido tradicionalmente los conservadores.
No voy a juzgar ningún modelo, sino que quiero subrayar que un voto cristiano es el que está sinceramente motivado por una preocupación por los desfavorecidos, ya sean ancianos, desempleados, personas sin hogar o solicitantes de asilo.
Para los cristianos (y, por supuesto, para otros también), el aspecto económico no es lo más importante. Si usted vive en occidente es muy probable que disfrute de la prosperidad que se deriva de vivir en el mundo desarrollado. Por lo tanto, los resultados económicos son sólo una herramienta para conseguir unos bienes nacionales mayores.
Los cristianos deben resistir la tentación de votar por el partido que creen que reducirá más sus impuestos o que subirá el PIB un punto. Deben pensar en los demás. Sólo así podrá llamarse “voto cristiano”.
El Dr. John Dickson es director del Centro para el cristianismo público.
Este artículo se ha publicado con el permiso de la revista Solas. Solas se publica trimestralmente en el Reino Unido.
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