Lutero estaba comprometido con la verdad divina, no con la manipulación emocional. La fuerza impulsadora de su vida era la búsqueda de la gracia de Dios.
‘Lutero’ y ‘Populismo’ son dos palabras que nos encontraremos frecuentemente este año. En este 500 aniversario del inicio de la Reforma, se espera que los populistas tengan importancia en las elecciones en unas quince naciones europeas.
Inevitablemente, se afirmará repetidamente que Lutero era populista. Así que, ¿lo era? Eso depende de lo que queremos decir con ‘populismo’.
La definición de diccionario dice: apoyo a las preocupaciones de personas ordinarias, o la capacidad de ser atractivo o dirigido a las personas ordinarias. No hay nada de malo en esto. Los populistas pueden ser de izquierdas, derechas o centristas. No se pueden identificar ninguna condición económica o social. No está limitado a ninguna clase social en particular.
EMOCIÓN
Hoy en día el término ‘populista’ se usa como la capacidad de atraer a un público alienado (‘los hombres y mujeres olvidados’) a través de una retorica atractiva y promesas irreales (‘Hagamos Gran Bretaña/los Estados Unidos grande otra vez), y afirmando que se posicionan en contra de una élite establecida que les ha fallado a la hora de proporcionarles bienes (‘¡Enciérrala!’). Su objetivo es construir un apoyo popular suficiente para ganar el poder político (‘Recuperemos nuestra tierra’) y desplazar al poder corrupto que hay (‘drenar la ciénaga’).
El populismo crece en tiempos de incertidumbre, desempleo y adversidad, buscando chivos expiatorios por todo lo malo en la sociedad (‘judíos, gitanos, homosexuales, marroquís, musulmanes, mexicanos, refugiados, expertos…’). Este tipo de populismo polariza a la sociedad (‘nosotros versus ellos’).
Los populistas aprovechan oportunidades para utilizar la tecnología más reciente para hacer llegar su mensaje a las masas, creando un cortocircuito de los medios de comunicación tradicionales que se identifican normalmente con el gobierno establecido. Las redes sociales, especialmente Twitter, se ha convertido en la manera favorita de los populistas de responder inmediatamente a los desarrollos más recientes y para mantener la iniciativa. Los populistas generalmente usan lenguaje ‘políticamente incorrecto’, hablando el lenguaje de las personas de la calle, sin miedo a confrontar, ofender o alienar, evitando la amabilidad diplomática.
Los populistas apelan a la emoción más que a la razón, y en los peores casos manipulan intencionalmente su público a través de la propaganda, lo que todo el mundo llama ahora ‘noticias falsas’. Se dice frecuentemente que la primera víctima de la guerra es la verdad. Pero durante el 2016 se extendieron tantos eslóganes emocionales con tan poca relación a la realidad que ‘post-verdad’ ha sido la palabra escogida por el Diccionario Oxford como Palabra del Año – descrita como ‘un adjetivo definido como relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales’. Aunque el concepto de post-verdad ha existido durante la última década, el Diccionario Oxford observa ‘un aumento en frecuencia este año en contexto con el referéndum de la UE en Gran Bretaña y la elección presidencial en Estados Unidos’.
FUERZAS IMPULSADORAS
Así que, ¿era Lutero un populista? No era un político que buscaba el apoyo popular. No tenía ambiciones políticas. Nunca se apoyço en ninguna oficina política. Era un teólogo, pastor, predicador, profesor, escritor y traductor de la Biblia. Y aún así, su diálogo, sus acciones y sus escritos tuvieron impactos políticos profundos que reconfiguraron el mapa político de Europa.
Su mensaje, que al inicio no estaba dirigido al público, definitivamente revolvió las masas. Después de la publicación de sus 95 Tesis, multitudes se acercaban para saludarle en sus viajes. En su llegada a Worms para su juicio, le acompañaron dos mil seguidores a su alojamiento. Un escritor contemporáneo hizo encuestas a la gente en todo el territorio germánico y concluyó que tres de cada cuatro personas con las que había hablado daba su apoyo a Lutero.
Su posición valiente impulsó la imaginación popular y ha sido culpado por inspirar la sangrante Revuelta Campesina de 1524-26, el resultado de una colección tumultuosa de injusticias en muchas esferas diferentes: política, económica, social y teológica. Aún así, Lutero más adelante se unió a la ‘autoridad legal’ de los burgueses, nobles y príncipes, predicando sobre un progreso de avance pacífico y resistencia pasiva. Ninguna circunstancia justifica el uso de la violencia a favor del Evangelio, defendió.
Aunque su revolucionario y poderoso uso de la nueva tecnología de la imprenta, a veces su lenguaje vulgar, su atractivo a las masas y su oposición a las ‘elites corruptas’ de la iglesia e imperio definitivamente resuenan con su imagen populista, su meta era reformar, no derrocar, el orden establecido. Aun cuando fue excomulgado, Lutero vio la nueva estructura de la iglesia como una medida de emergencia. A pesar de su énfasis del sacerdocio de todos los creyentes, retuvo su rol como obispo. Nunca tuvo la intención de romper con Roma, como los populistas europeos de hoy quieren romper con Bruselas.
Lutero estaba comprometido con la verdad divina, no la manipulación emocional. La fuerza impulsadora de su vida era la búsqueda de la gracia de Dios, como enfatizó el Papa Benedicto cuando visitó el monasterio de Lutero en Erfurt en 2011. Su énfasis en la Biblia como la palabra de Dios, la iglesia como la gente de Dios, el sacerdocio de todos los creyentes, la confesión de Cristo crucificado y la libertad individual de conciencia y fe, después de 500 años ha sido aceptado de forma oficial por la iglesia de Roma, sería algo que Lutero se alegraría de ver.
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