LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA MUERTE MEDIANTE EL HAMBRE: DEL GHETTO A LA SOLUCIÓN FINAL
X. Manuel Suárez
Endocrinólogo
El hambre como arma fue un elemento que formó parte de los planes destructores de los nazis, por lo menos desde 1941. Conocemos más su desarrollo en los campos de concentración y en las víctimas judías, pero también formó parte de la estrategia nazi en otros entornos de la guerra. Así, la encontramos en el avance militar hacia el Este, pero también en los proyectos previos diseñados a más largo plazo para esa parte de Europa (el GPO).
Hablaremos, así, del arma del hambre en:
a) el Este
b) en los ghettos
c) en los campos de exterminio.
A.- EL ARMA DEL HAMBRE EN EL ESTE
Plan general para el este (GPO). 1941.
El
Generalplan Öst (GPO), diseñado desde 1941, contemplaba una inmensa reorganización demográfica de la Europa del Este: reubicación o eliminación del 80% de la población polaca, 75% de la bielorrusa y 65% de la ucraniana
[1].
La previsión era que muchos morirían de hambre o de enfermedades desencadenadas o agravadas por la desnutrición y el trabajo forzado. El resto sería utilizado como mano de obra. Se repoblaría con población germánica. Todo el proceso se completaría en 20 años.
Después de la derrota de Stalingrado el plan fue suspendido.
Estrategia del Hambre en la conquista del este. 1941-1942.
Diseñado por el Ministerio de Alimentación del Reich en 1941 y el Alto Comando de las Fuerzas Armadas, ante la conquista hacia el Este.
Incluía restringir el acceso a la comida de millones de soviéticos para alimentar al ejército alemán de ocupación y a la propia población alemana de retaguardia.
Escuchamos decir así a Alfred Rosenberg, ministro para los Territorios Ocupados del Este:
“La guerra puede mantenerse sólo si [nuestras] fuerzas armadas son alimentadas por Rusia en el tercer año de guerra. Si sacamos de [Rusia] lo que necesitamos, no hay duda de que como consecuencia muchos millones de personas morirán […] Cualquier intento de salvar a esa población de la inanición […] tendría que hacerse a expensas de los suministros procedentes de Europa. Esto reduciría la capacidad de resistencia al bloqueo de Alemania y Europa. Debe entenderse esto con total claridad”.
“La primera prioridad de Alemania en el Este es alimentar al pueblo alemán […] De ninguna manera encontramos razón ni obligación alguna para alimentar a la población rusa con los productos de ese territorio añadido. Sabemos que es una cruda necesidad, por encima de cualquier sentimentalismo”.
Y Goering confirmaba:
“En los territorios ocupados recibirán una cantidad adecuada de alimentos sólo quienes trabajan para nosotros”.
Los planes de Hitler en 1941 eran que Moscú y Leningrado deberían ser arrasadas y hechas inhabitables, para ahorrarse la necesidad de tener que alimentar a sus poblaciones durante el invierno.
Hans Leykauf, Inspector General de Armamento en Ucrania indicaba que para facilitar el aprovechamiento de la producción agrícola ucraniana a favor de Alemania, había que:
1.- Aniquilar a los comedores inútiles (en otro lugar se les denomina “bocas superfluas”, en la misma línea de la terminología de las “vidas no merecedoras de ser vividas”, aplicada a los propios alemanes discapacitados): judíos y pobladores de las grandes ciudades, que no recibirían ningún tipo de suministro
2.- Reducir al máximo las raciones concedidas a los ucranianos del resto de las ciudades
Más de tres millones de soldados soviéticos fueron hechos prisioneros en la Operación Barbarroja. No se hizo previsión de las necesidades de alimentación de esta enorme cantidad de personas. General Wagner, encargado de los prisioneros de guerra, lo dejó claro:
“A los prisioneros de guerra que no hagan trabajos para el ejército alemán, hay que dejarlos sin comida.”
Entre las ejecuciones y la inanición, murieron dos millones de ellos.
B.- EL ARMA DEL HAMBRE EN LOS GHETTOS
La ghettorización fue otra muestra de la estrategia masiva de muerte por inanición, como nos explica Leonard Tushnet, de quien recogemos citas como las que siguen
[2].
Fischer, gobernador de Varsovia tenía una visión clara de la estrategia:
“Los judíos desaparecerán de hambre y necesidad, y de la cuestión judía no quedará más que un cementerio”.
Las raciones de comida se repartían en una proporción de 4:2:1 para alemanes, polacos y judíos, respectivamente.
A finales de 1941 la ración de pan era de ½ Kg a la semana, y seis meses después se redujo a 100 g/semana. En 1942 los polacos y los judíos tenían en su cartilla de racionamiento:
| Polacos
(gr.) | Judíos
(gr.) |
Pan | 1400 | 450 |
Carne | 225 | nada |
Azúcar | 250 | 30 |
Grasa | 85 | nada |
En el mercado negro llegaron a venderse peladuras de patata a 3 zlotys/Kg, hasta que los alemanes prohibieron su venta “por razones de salud”. Esta despiadada ironía se mostró también a finales de 1941, cuando se cancelaron las raciones de manteca de cerdo “porque los judíos no comen cerdo”.
La entrada de leche para los niños se fue restringiendo hasta prohibirla definitivamente.
En 1942 el aporte diario de calorías era de 1500 Kcal. para los miembros del
Judenrat[3], 1000 para los trabajadores y 300 para el resto. Para hacernos una idea de la restricción que eso suponía, una dieta de adelgazamiento habitual está alrededor de las 1500 Kcal., y una dieta de 1000 Kcal. es una dieta de severa restricción, que personalmente no llego a usar más que en casos especiales. Pensemos ahora en una persona que hiciese trabajos duros, como los que se les llegaron a exigir a los trabajadores judíos, lo que les exigiría unas 3000 Kcal., pero estaban recibiendo 1000 Kcal. ¿Qué decir de las 300 Kcal. de la población general judía?
Asumiendo unas necesidades medias de 2000 Kcal., una dieta de 300 Kcal. produciría una pérdida de peso superior a 1.5 Kg a la semana y más de 35 Kg en 6 meses. Esto sin contar el incremento de necesidades calóricas producido por el stress, las enfermedades intercurrentes y el frío, con lo que la pérdida de peso sería aún más acelerada.
A primeros de 1942 un periódico señalaba que un 50 % de la población se estaba muriendo literalmente de inanición. En marzo de 1942 un tercio de los habitantes del ghetto tenían edemas de desnutrición proteica.
Israel Gutman dice que entre 1941 y 1942, 112,463 personas murieron en los dos ghettos [Lodz y Varsovia] de inanición y enfermedades, lo que supone el 20 % de la población”. Al final, en los ghettos polacos murieron alrededor de medio millón de judíos
[4].
Cuando alguien moría se ocultaba su identidad para que la familia no perdiese la posibilidad de usar su cartilla de racionamiento. Pensemos en lo duro que es dejar a tu querido familiar tirado en medio de la calle, sin enterrarlo, para poder obtener un pequeño suplemento adicional de comida para los demás supervivientes de la familia.
El Dr. HIrszfeld escribe: “Conozco casas en las que un tercio de sus habitantes han muerto de hambre en tres meses”, y describe el caso de un niño, salvado de una diarrea, que se le queja: “¿por qué no me dejó usted morir? Vi a mi padre y a mi madre morir de hambre, y ahora yo voy a morir también”.
En medio de todo esto, también brota lo mejor del ser humano, lo que entiendo como la imagen de Dios en cada uno. Vemos así cómo algunas organizaciones judías fueron capaces de establecer comedores comunitarios en los que se ofrecía una comida al día con papas de avena, que suponían unas 200 Kcal., pero para muchos eso era lo que tenían para todo el día. Destaca la Toporol, que diseñó un animoso proyecto de cultivos en balcones, tejados y áreas destrozadas por los bombardeos, en las que pretendían plantar verduras, tomates, zanahorias y patatas; no tuvieron mucho éxito.
También vemos cómo el alcalde de Varsovia, Stephan Starzynski, se negó a acatar la orden de interrumpir el suministro de comida a los judíos y por ello fue enviado a un campo de concentración en Alemania, en donde murió.
En 1942, Hans Frank, Gobernador General de Polonia muestra que el hambre como arma de exterminio era un instrumento conscientemente utilizado, en la búsqueda de objetivos concretos: “
Sin duda, estamos sentenciando a 1,2 millones de judíos a morir de hambre; y si no mueren de hambre, tendremos que adoptar otras medidas anti-judías”.
Se evidencia así que la estrategia de la inanición fue el inicio de lo que se completaría con la “solución final”.
En el proceso de aniquilación, los nazis diseñaron un plan apoyado en la desesperante hambre a la que estaban sometidos: la policía judía, que dependía del
Judenrat, publicó en julio de 1942 un anuncio que indicaba que los judíos que se presentasen voluntariamente para su reasentamiento, recibirían 3 Kg de pan y 1 Kg de mermelada por persona; tenían que acudir a la estación de tren. Se presentaron por centenares; los trenes les llevaron al campo de exterminio de Treblinka.
C.- EL ARMA DEL HAMBRE EN LOS CAMPOS DE EXTERMINIO
Déficit calórico
No es fácil hacer una estimación del desequilibrio nutricional al que los judíos fueron sometidos en los campos de exterminio, entre otras cosas porque las situaciones podían variar de un campo a otro y porque las restricciones no fueron las mismas a lo largo de los años de guerra, siendo aún más marcadas hacia el final de la misma. Así, Viktor E. Frankl nos describe la dieta diaria de su campo
[5]: 250 gr. de pan y un litro de sopa clara. Esto aportaba unas 700 Kcal., con 9 gr. de proteínas. Ocasionalmente recibían una “ración extra” en forma de 20 gr. de margarina, o bien una rodaja de salchicha o un pedazo pequeño de queso o un poco de miel sintética o una cucharada de mermelada.
Esto suponía alrededor de un tercio de sus necesidades calóricas habituales y la octava parte de sus requerimientos proteicos. Las RDA
[6] de vitaminas y minerales no se alcanzaban ni de lejos.
Pero el trabajo extenuante o las marchas a las que con frecuencia eran sometidos incrementaban hasta en un 50 % sus requerimientos calóricos.
Por otra parte, las zonas en donde se ubicaron los campos de exterminio estaban en áreas de clima continental, con largos inviernos con temperaturas extremadamente bajas, lo que incrementaba la pérdida de calor y exigía una mayor reposición energética. Finalmente, las enfermedades intercurrentes suponían por un lado un incremento de las necesidades nutricionales, tanto por el propio proceso como por la fiebre que acompañaba a algunas de ellas, pero por otro lado la desnutrición originaba una mayor susceptibilidad a diversas patologías, como veremos a continuación.
Déficit proteico
@MULT#DER#48471@En cuanto a las proteínas, se producía un balance nitrogenado
[7] muy negativo; además de la falta de ingesta de proteínas, el organismo sufría una constante pérdida de proteínas tanto musculares como viscerales, como contribución a la gluconeogénesis
[8] necesaria para cubrir las necesidades diarias de glucosa.
Como consecuencia, los presos de los campos estaban en una situación de desequilibrio nutricional severo, con un marcado déficit calórico y proteico y serios déficits de vitaminas y minerales. Se dibujaba así un estado de desnutrición mixta proteico-calórica.
La emaciación que vemos en los internos que aparecen en las imágenes de los campos de exterminio muestra claramente el resultado del déficit calórico. No son tan evidentes en estas fotos los signos de desnutrición proteica, pero algunos relatos de los presos nos revelan datos al respecto; así, leemos en el citado libro de Víktor E. Frankl:“
Como casi todos los compañeros del campo yo tenía edemas. Mis piernas estaban tan hinchadas y su piel tan tensa que apenas podía doblar las rodillas. Tenía que llevar los zapatos desatados para que pudiesen entrarme los pies, hinchados como estaban. Si hubiese tenido calcetines, no habría habido espacio para ellos”
[9].
Está describiendo los edemas propios de una situación de hipoalbuminemia
[10] por un severo déficit crónico de ingesta proteica.
La desnutrición calórico-proteica provocaba además otras consecuencias en la capacidad de supervivencia, entre las que citamos algunas, que tuvieron especial relevancia en los campos de exterminio:
a) El déficit proteico reduce la capacidad de respuesta inmunitaria, especialmente la celular. En una situación de hacinamiento como la de los campos de exterminio, las infecciones –especialmente la tuberculosis y la fiebre tifoidea– se extendían fácilmente y encontraban organismos con limitada capacidad de respuesta ante la infección, lo que era causa de elevada mortalidad.
b) La pérdida de masa muscular provoca una pérdida de fuerza generalizada, incluida la musculatura respiratoria, lo que afecta a la función respiratoria, y la respuesta ante infecciones respiratorias, frecuentes en aquel entorno.
c) Está disminuida la capacidad de cicatrización de heridas, tan presentes en la actividad de los campos, lo que aumentaba el riesgo de sobreinfección y sepsis.
d) Alteraciones psicológicas: En la investigación sobre la anorexia nerviosa, se ha visto en pacientes voluntarios sanos que una dieta restrictiva prolongada produce cambios psicológicos que se traducen en tendencia a:
- Ideas obsesivas sobre los alimentos.
- Depresión. Autoislamiento.
- Adinamia y abulia.
Estas modificaciones del estado anímico podrían ayudarnos a dar respuesta a una de las preguntas que todos nos hemos hecho: ¿por qué los judíos no se levantaron en los campos de exterminio y en los ghettos, como hicieron en el de Varsovia, y se mostraron tan pasivos ante su aniquilación? Algunos aducen que realmente no sabían a dónde les conducían ni lo que les esperaba, o que algunos esperaban sobrevivir en medio de los demás desde la colaboración con los nazis, pero creo que los cambios anímicos citados pueden explicar que los judíos en inanición estaban realmente limitados para tomar la iniciativa de cuestionar lo que les estaba sucediendo y rebelarse contra ello.
El Síndrome de Refeeding
Las consecuencias de la desnutrición en los campos no se terminaron con la liberación por las fuerzas aliadas. Paradójicamente, algunos internos, al ser liberados y tener acceso libre a la comida, murieron al poco tiempo. Habían superado las dramáticas restricciones nutricionales del campo, pero sucumbieron ante el síndrome de
refeeding (realimentación). Desgraciadamente, este síndrome no era bien conocido entonces, y de hecho no fue descrito inicialmente en Europa, sino en los prisioneros de guerra japoneses, que también habían hecho la guerra en situación de déficit nutricional y habían padecido este síndrome cuando los americanos les realimentaron al ser capturados
[11]. Por eso no se entendió inicialmente el mecanismo por el que los liberados de los campos morían al ser realimentados, y así leemos esta explicación de un médico holandés:
“
Durante la liberación algunos de ellos le pidieron demasiado a sus debilitados cuerpos y algunos murieron por una extenuante actividad. Este fenómeno de muerte súbita ha sido descrito por otros observadores”
[12]
Como es sabido, el síndrome de realimentación se produce cuando, después de un prolongado período de déficit nutricional, el paciente recibe una cantidad de nutrientes aparentemente normal para sus necesidades estimadas, pero excesiva para su capacidad metabólica: la brusca disponibilidad de hidratos de carbono y proteínas induce un elevado consumo de los oligoelementos necesarios para su metabolismo; se estimula el paso al compartimento intracelular no sólo de glucosa, sino también de potasio, fósforo, magnesio y zinc. Al mismo tiempo, hay un elevado consumo de vitamina B1, cuyos depósitos estaban además previamente depleccionados. Se produce así un brusco descenso en sangre de estos oligoelementos, lo que puede causar la muerte.
Estas dramáticas muertes después de la liberación contribuyeron tristemente a un mejor conocimiento de los mecanismos de la realimentación y nos ayudaron, por ejemplo, a tratar adecuadamente la anorexia nerviosa.
Las fotos de los cadáveres emaciados, depositados a montones en el suelo de los campos de exterminio, pueden darnos la falsa imagen de que aquello son despojos; es la imagen que desearían sus verdugos, que les quisieron robar no sólo su vida, sino también su humanidad. Pero nosotros debemos abrir nuestra capacidad de percepción para ver en cada uno de aquellos huesos clavados en las pieles, en cada uno de aquellos ojos hundidos lavados por el viento, el drama de personas con preciosos proyectos vitales trágicamente cercenados. Será la mejor forma de rebelarnos contra quienes les consideraron subhumanos. Las vidas arrancadas a aquellos cuerpos habían sido merecedoras de ser vividas de otra forma, con su plena dignidad, con su plena humanidad.
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(*) Conferencia impartida en las Jornadas organizadas por la red interuniversitaria de Areópago protestante, con la colaboración de la Universidad de Vigo y el Liceo Ourensano (16 de diciembre de 2012); y la Universidad de Las Palmas de Gran Canarias (20 de diciembre de 2012).
[1]WELCH. S. R.:
“The Annihilation of Superfluous Eaters”: Nazi Plans for and Uses of Famine in Eastern Europe. Yale University Genocide Studies Program, New Haven, 2001, págs. 1-9
[3]Organismo judío a las órdenes de los nazis
[4]WELCH. S. R.:
Ibid, pág. 10
[5]FRANKL, V.E.
Man’s search for meaning. Beacon Press, Boston, 1992, pág. 40.
[6]Aportes dietéticos recomendados
[7]El balance nitrogenado mide el equilibrio de entradas y salidas de proteínas del organismo.
[8]Obtención de glucosa –combustible básico del organismo– a partir de productos no glucídicos, como aminoácidos (de las proteínas musculares), glicerol (de los triglicéridos almacenados en los adipositos) o lactato. Para cualquiera de nosotros, las reservas de glucógeno –la forma más directa de almacenar de glucosa– darían para sostenerse poco más de un día, por lo que hay que recurrir a la gluconeogénesis.
[9]FRANKL, V.E.:
Ibid, pág. 39
[10]La albúmina es la proteína que mantiene la presión oncótica, la que permite retener el agua dentro de los vasos sanguíneos; cuando desciende la concentración de esta proteína, se extravasa líquido al espacio extravascular y aparecen los “edemas de hambre”.
[11]Schnitker MA, Mattman PE, Bliss TL
. A Clinical Study of Malnutrition in Japanese Prisoners of War. Ann Intern Med, July 1, 1951 35:69-96
[12]JOOST A. M. MEERLOO, M.D., and LEO D. KLAUBER, M.D.
Clinical Significance of Starvation and Oral Deprivation. Psychosomatic Medicine. vol. xiv, no. 6, 1952, 491-497
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