Navidad. el hombre como lugar sagrado

Navidad. Irrupción de Jesús en el mundo. Los cristianos debemos tener mucho cuidado con el valor que damos a todo lo humano que quedó totalmente dignificado con la venida de Jesús al mundo encarnándose como humano. Quizás con la irrupción de Jesús en nuestra historia, con el concepto de projimidad de Jesús, con su reconocimiento de que el amor a Dios y al hombre están en relación de semejanza y su muerte en la cruz en nuestro lugar, lo humano se santifica, el auténtico lugar sagrado para Dios no va a ser el templo ni cualquier otro lugar o utensilio. El auténtico lugar sagrado para Dios va a ser el hombre.

Navidad. Verbo encarnado, palabra hecha carne, tenemos un Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades. Sufrió como hombre, supo lo que son nuestros sentimientos, emociones y debilidades, lloró, sufrió y padeció hasta los límites que pueda aguantar un ser humano. Divinidad humanizada, Dios hombre. Jesús fue humano, muy humano sin dejar de ser el mismísimo hijo de Dios.

El Nacimiento. Los cristianos cometen un grave error cuando intentan separarse de lo humano para parecerse a los ángeles o a cualquier ser divino. Recordad que al humanizarse la divinidad, el hombre también, de alguna manera, se diviniza.

No es de extrañar todas las recomendaciones de ayuda al prójimo que Jesús nos deja, quizás, como hemos dicho, porque al hombre  se le puede considerar el auténtico lugar sagrado para Dios. De ahí que los cristianos que sólo miran al cielo olvidando al prójimo sufriente, está errando. Si apartamos nuestra mirada del hombre que sufre, nunca podremos mirar a Dios. Éste esconderá su rostro de nosotros.

Es la Navidad. El cristianismo se tiene que mostrar, dejarse ver, y hacer que sus seguidores sean manos tendidas en todas y cada una de las situaciones humanas. Los valores del reino tienen que ser esparcidos por los cristianos llevándolos por todo el mundo como valores que restituyen la dignidad perdida de muchos empobrecidos, marginados y excluido de loa bienes del planeta tierra, la dignidad de muchos oprimidos y sufrientes.

Muchos cristianos pasan su tiempo devocional mirando hacia arriba, situación que no es criticable, pero si no tiene su otra dimensión, el mirar hacia abajo o en el plan horizontal, queda todo convertido en la vivencia de una espiritualidad alicortada, mutilada.

Jesús desciende al mundo. Si nos fijamos bien en las características del cristianismo, vemos que una de ellas es su tendencia “hacia abajo”. Jesús descendió, nosotros también tenemos que descender hasta tocar el fondo de lo humano. Al vivir lo humano en compasión al hombre que sufre, es cuando se toca la divinidad y podemos tocar algo del cielo. Tenemos que aprender a valorar la fuerte presencia de Dios en todo lo humano, en el fenómeno humano.

¿Dónde está Dios cuando los hombres sufren?, se preguntan algunos. Seguro que Dios está allí con ellos, sufriendo con sus criaturas y esperando los gestos de compasión y solidaridad amorosa que Dios quiere ver en sus hijos, sus seguidores. Creo que Dios concentra su presencia de una manera muy especial allí donde el hombre sufre. Incluyo en esto la presencia de Dios entre los pobres a los cuales asistimos en Misión Urbana. Vivir el cristianismo en presencia del ser humano que sufre, añade un plus de vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana.

¿Acaso pensáis que la presencia de Dios se da más en la iglesia o en el lugar de cultos que allí donde los humanos sufren? Con razón fue alabado por Jesús el buen samaritano que se paró junto al apaleado que los religiosos que pasaron por su lado y continuaron quizás hacia el lugar de sus rituales. Pasaron de largo ante un lugar sagrado preferente, el hombre apaleado, para dirigirse a sus rituales. Quizás por eso podamos decir que el hombre es el lugar sagrado por excelencia.

Alegría. Es la Navidad, el Nacimiento, la irrupción de Jesús entre los hombres. Quizás por eso hoy, la emergencia no sea sólo y únicamente llevar a los hombres al templo, sino sacar a Dios a la calle con nuestro compromiso con el hombre y buscando la entrega a ese lugar sagrado por excelencia.

La vivencia de lo humano, de la projimidad, de lo que de divino pueda haber en el hombre después de la encarnación de Jesús, se puede dar en cualquier lugar. Nuca debe restringirse a los espacios eclesiales, sin que esto quite nada de valor a la iglesia y a su función esencial. Es precisamente la iglesia la que nos debe preparar para que encontremos lo sagrado en el hombre, en el sufriente, en el necesitado.

Dios es demasiado grande para poder recluirlo entre las cuatro paredes del templo. Nos llama fuera, a vivir la espiritualidad cristiana en medio del dolor de los hombres, en medio de todo el fenómeno humano, pues Él mismo fue humano, muy humano y nos dejó ese concepto tan fuerte de lo que es el prójimo, lugar sagrado por excelencia.

¡Celebremos, cantemos! Dios con nosotros. Quizás cuando celebramos la Navidad se nos esté recordando que debemos caminar por el mundo pendientes der Dios, pero también pendientes de todo acontecer humano, con manos tendidas de ayuda y con una voz dispuesta a la denuncia y a la búsqueda de la justicia.

Pensad, también, que siempre Dios se manifiesta en medio de la tragedia humana y nos llama para que seamos sus manos y sus pies en medio de un mundo de dolor. La experiencia de lo sagrado también se encuentra en relación con lo humano y, en esta relación, quizás encontremos hasta dónde nos compromete con el hombre la celebración de la Navidad.