Reconciliémonos. Fundámonos en un abrazo eterno con forma de nido para que la llama de nuestra amistad no deje de arder.
Bien poco es lo que queda después, si la ternura
no inventa sus razones para seguir viviendo.
Rafael Guillén
Queridos Juan y Estéfano:
En un día como este os escribo ya sin más remedio y como bien podéis ver envío a los dos la misma carta.
No entiendo como hemos podido llegar a esta situación tan deprimente. Cada uno en un bando y a mí me habéis dejado en medio. Esta posición, creedme, es bastante difícil de mantener, sobre todo porque no quiero tomar partido por ninguno de vuestros argumentos encontrados. Me interesáis vosotros; vosotros como personas. Urge mantener unida la amistad por encima de cualquier tropiezo, de cualquier ensañamiento. Podremos lograrlo si lo intentamos pero tengo serias dudas dada vuestra persistencia en seguir cada cual sin ceder ni una pizca de su terreno.
¿Qué esperáis de mí? ¿Qué esperáis el uno del otro? ¿Dónde está la transparencia que hasta ahora reinaba entre nosotros? ¿Dónde nuestra complicidad, nuestras confidencias?
¡Cuánto daría por tomar un café junto a vosotros, riéndonos de las cosas más absurdas, como hasta hace poco! Aspiración que parece inalcanzable. ¿No os duele esta soledad? ¿No hay ya bastantes guerras? ¿No las criticábamos siempre?
Sé que esta situación se nos escapará de las manos si no ponemos remedio. No me gusta este camino que transitamos. Las huellas que diviso de otros que lo recorrieron antes no llevan a buen puerto. Ojalá hagamos un alto para dar paso a la comprensión, para sacar el cedazo y dejar pasar las menudencias. ¿Qué más da ocho que ochenta? No todo es blanco o negro, aceptemos los matices intermedios. Importamos nosotros ¿no os dais cuenta?
Los días pasan con una rapidez tremenda. Se nos acaba el tiempo. Los que pasamos los cincuenta deberíamos valorar más los años que nos quedan, ¿merece la pena seguir así? ¿dónde buscaremos refugio aquí en la tierra, si no es en nosotros mismos, en la amistad?
Impera la obligación de reconciliarnos, de volver a llenar los huecos que se están quedando vacíos. Es el momento de quitar el polvo a las ilusiones que antes nos unían. Aprovechemos los segundos, desechemos las palabras de paja y quedémonos con el grano limpio. Abramos los tres la puerta de nuestras voluntades y mostrémonos asequibles.
Reconciliémonos. Fundámonos en un abrazo eterno con forma de nido para que la llama de nuestra amistad no deje de arder. A veces es preciso darse la razón, aunque la razón no exista en ese preciso momento con tal de lograr armonía. Sea nuestro lema la palabra amor, paciencia, mimo. Sacudamos nuestras imperfecciones pues nos han cubierto estos últimos tiempos con días descoloridos, con sombras, con noches de insomnios y escalofríos. Neguémonos al fracaso, a la discordia. Empecemos otra vez juntos, juntos en línea recta. Reconciliémonos por fin y, si hace falta, perdonémonos lo imperdonable con tal de alcanzar lo inalcanzable.
Tenemos que vernos. El mes que viene puede ser tarde. Espero vuestra reacción a esta carta para poner lugar y hora a nuestro feliz encuentro.
Con mi cariño
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