De cuando en cuando la lectura de la prensa nos puede traer sorpresas gratas en medio de la rutina de crisis económica, visitas papales, insultos mutuos de los políticos, fútbol millonario y artistas exagerados. Me pasó así ayer lunes 22 cuando leí en la página 28 de
El País un obituario dedicado a “Mark Hatfield, último republicano progresista”, escrito por David Alandete.
Hatfield murió el 7 de agosto de este año, en Oregón, estado del que fue gobernador entre 1959 y 1967, y al que representó en el Senado de los Estados Unidos en los siguientes treinta años. Además de ser un político excepcional, Hatfield fue un cristiano evangélico que nunca ocultó sus convicciones y que fue progresista precisamente por la fuerza de dichas convicciones cristianas. El subtítulo del obituario dice “Defendió posiciones pacifistas durante décadas, a veces casi en solitario.” También el periodista sostiene que disentía de los líderes de su partido republicano “en asuntos como el gasto público en programas sociales y las escaladas bélicas”.
Tuve el privilegio de conocer brevemente al senador Hatfield durante una visita privada que hice al Congreso de Estados Unidos a invitación del pastor presbiteriano Richard Halverson, con quien habíamos compartido docencia en un retiro de pastores evangélicos de Visión Mundial en Valparaíso Chile, en 1971. Aquel año el socialista Salvador Allende era el presidente elegido por la mayoría popular y Halverson que era uno de los capellanes del Senado de Estados Unidos, me hizo muchas preguntas sobre la política latinoamericana. Cuando tiempo después lo visité en su oficina me dijo que sabía que yo tendría interés en conocer a Hatfield y así pude tener con él una breve conversación. Desde entonces seguí con interés y admiración su carrera política y traté de leer las cosas que él escribía, una de ellas su testimonio como político evangélico titulado con una expresión que podría traducirse “Entre la espada y la pared”.
Con motivo de su paso a la casa del Padre, la revista de gran circulación Christianity Today reprodujo el mismo 8 de agosto una entrevista que le habían hecho en octubre de 1982. El reportaje es un retrato de cuerpo entero de Hatfield y empezaba señalando con el New York Times que Hatfield rompía todos los moldes y resultaba por ello una figura enigmática: “es republicano pero se lo conoce como liberal en política, está contra la guerra nuclear pero no es un pacifista, apoya todo tipo de programa para ayudar a los pobres y al mismo tiempo es un conservador en materia fiscal, es amigo de Billy Graham y auspicia un proyecto legislativo con el senador Edward Kennedy (demócrata y católico)… es un evangélico devoto, miembro de la Iglesia Bautista de Georgetown, pero ninguna organización fundamentalista o evangélica se ha apropiado de él.”
En la entrevista Hatfield habla de su peregrinaje espiritual. Su familia era bautista y aunque en el pueblo de Dallas en Oregon, donde vivió su niñez inicial, no había iglesia bautista, la familia asistía regularmente a la metodista. Cuando se mudaron a Salem y pudieron ir a una iglesia bautista llegó el día en que en la escuela dominical lo confrontaron con la necesidad de entregarse a Cristo de manera personal y consciente. Lo hizo a los trece años, en 1935.
Después su fe tuvo altibajos y perdió interés en la iglesia. Cuenta que cuando hizo su servicio militar en la marina pudo cultivar la disciplina espiritual de una lectura diaria de la Biblia y una oración disciplinada. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, cuando llegó a ser profesor de Ciencia Política en la Universidad de Willamette, fueron sus alumnos que tenían un grupo de activistas cristianos en la universidad quienes lo confrontaron con la necesidad de tomarse más en serio su fe cristiana. Cuenta que algo que les enseñaba a sus alumnos era: “Sepan lo que creen, establezcan su propia identidad, encuentren su propia filosofía política. No se contenten con una filosofía heredada o que sea mero reflejo de su ambiente.” Un día un estudiante tuvo el valor de preguntar al profesor Hatfield cuál era su propia filosofía, y aquello lo obligó a repensar su fe. Cuenta que la pregunta lo embarcó en un proceso de renovación de su entrega a Cristo que había hecho como adolescente y afirma, “Aprendí yo más de esos estudiantes cristianos que lo que ellos aprendieron de mí.”
Ante la pregunta de si su entrega a Jesucristo tiene influencia significativa sobre su trabajo como Senador responde: “Ella guía mi vida. Ser senador es sólo una parte de mi experiencia cristiana en el sentido de construir mis valores, relacionarme con los demás, ser sensible y amar a otras personas, reflejar la verdad del evangelio encarnándolo. La gracia de Dios se ejercita continuamente hacia otras personas por medio de nuestras vidas, sea cuando estoy en el Senado o cuando converso con un periodista como usted, trato de vivir mi vida de manera consistente con el Evangelio.”
¿Ha encontrado a veces en su vida política situaciones en las cuales su deber como senador en una sociedad pluralista entra en conflicto con sus convicciones como cristiano? “Sí, la pregunta que enfrento es ¿hasta dónde puedo ir en la aplicación de mi fe cristiana en una sociedad donde no todos son cristianos? Por ejemplo en cuestiones como la guerra y la paz, yo puedo estar dispuesto a arriesgar mi propia vida ¿pero hasta dónde tengo derecho a arriesgar las vidas de los demás? Uno puede llegar a un punto en el cual hay que escoger entre lo que uno piensa personalmente y lo que piensa la mayoría de las personas a quienes uno representa. Sí, eso me sucede frecuentemente aunque no en relación con mis convicciones cristianas. Con más frecuencia son mis convicciones políticas las que están en conflicto con las de las personas que me han elegido.”
Hatfield se opuso a la guerra en Viet Nam y algunos lo han descrito como un pacifista. Ante la pregunta de si es pacifista responde: “Me considero un pacifista nuclear, no un pacifista en general. Tampoco soy una persona que apoye un desarme unilateral. Estoy dispuesto a que nos arriesguemos a tomar un paso en esa dirección. Pero tiene que haber una respuesta antes de que tomemos un segundo paso.” Luego explica que algo tan grave como la existencia de arsenales de misiles y la competencia con los rusos al respecto requiere por lo menos un paso de Estados Unidos en dirección al desarme.
Comentando sobre cómo la creciente oposición pública en las calles a la guerra de Viet Nam terminó sacando al Presidente Johnson,
Hatfield decía que hay muchos males sociales que existen porque la gente los tolera. “La pornografía existe porque la gente la tolera y no quiere cambiar las cosas… Hay males sociales que existen porque la gente los acepta y los tolera. Hasta gente que se consideran buenos miembros de iglesias esperan que las soluciones vengan desde arriba. Quieren una moralidad impuesta o una acción ética regulatoria. Pero los cambios efectivos vienen de dentro de las personas.
La sorprendente y paradójica carrera política de este evangélico se caracterizó por la lucidez, la eficiencia, la fuerte conciencia social, la firmeza aun en medio de la soledad, la integridad personal y un cristianismo desinhibido.
Termino con unas palabras de su obituario en El País: “En una época de movimientos radicales, grupos ultraconservadores y Tea Party, Mark Hatfield destacaba como el último de los senadores afiliados al partido republicano, que defendían en algunos aspectos, valores propios de la izquierda. Era una muestra de independencia política.”
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