Dad voces de júbilo

Gritad. Vosotros todos, pobres y ricos, integrados en las sociedades de consumo y excluidos de los bienes de la tierra; los que os movéis en mares de abundancia y los que estáis en los sequedales de los focos de pobreza y de conflicto. Sí, vosotros todos: Alegraos, dad voces de júbilo, gritad. Se acerca la venida del Señor, el prometido por los siglos de los siglos, el Gran Libertador, el Salvador del mundo que, a su vez, será en Humano, el más humano entre todos los hombres, el que os comprenderá y abrirá manantiales de aguas en los desiertos.

Elevad vuestras voces. Es tiempo de Adviento, tiempo de espera, tiempo de esperanzas fundadas: “El mismo Dios vendrá y os salvará”. Así, pues, gritad porque vuestro grito está justificado. El Hijo de Dios se acerca a nuestra morada terrestre. Alegría para los focos de pobreza, consuelo para el llanto de los pobres, rosas pueden florecer en los basureros en donde se alimentan criaturas humanas. De lo podrido podrá surgir alguna rama verde y en su extremo podrá llegar a florecer una rosa. Tiempos de Adviento, tiempos de esperanza, de expectación, de contemplar nuestra redención mucho más cercana.

Mostrad alegría. En fechas de Adviento nos sentimos animados a eliminar nuestra tristeza y nuestros lloros. ¡Silencio! Dios se acerca, Dios viene, se oye su descenso hacia nosotros como un suave viento perfumado. Tu espacio seco e improductivo se llenará de estanques que harán que lo seco se goce, se ría, se una a las voces de júbilo. ¿Cómo no nos vamos a alegrar? ¿Cómo no vamos a gritar y dar saltos de alegría? ¿Acaso dudamos de la venida del Señor que se acerca día a día? ¿N sabremos celebrar el Adviento? 

Se acerca el Prometido. ¡Abrid las puertas de vuestros corazones! Que en ellos no se albergue ni la más mínima duda. Dios se acerca, se acerca. Viene hacia nosotros. Es el mismo Dios que nos salvará. Eliminad vuestro desierto y contemplad los manantiales de agua que comienzan a inundarlos. 

Tiempo de Adviento. Eliminación de todos los rostros de las fieras salvajes que te acosan, que quieren acabar con tu vida. Se acerca la Navidad, la eliminación de las tinieblas de afuera, la eliminación de toda bestia salvaje que busca embestirte para destrozar tu vida. 

No habrá más fieras feroces. Se acerca la liberación de todas estas cosas, podrás andar por el mundo como un redimido al que ninguna alimaña salvaje lo podrá amedrentar: “Ya no habrá león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que camines como un redimido”. ¡Oferta de liberación total! Se acerca, se acerca. La explosión de alegría llegará con el nacimiento, con la celebración de la mismísima Navidad.

¡Él viene, Él viene! ¡Que todo se llene del olor del Adviento! ¡Que la rosa que ha nacido en el gran basurero del mundo esparza su fragancia! Es el mismo Dios el que se acerca, el que viene, el que llega. Se acerca el que nos habilitará para trabajar por lo justo, para tender una mano de ayuda al prójimo sufriente, el que nos empoderará para ser sus servidores.

Mantente expectante. Las promesas se cumplen. ¡Todas! Se cumplirá todo lo prometido. Las voces de júbilo que hemos de dar están más que justificadas. Espera, espera. Tu expectación verá la respuesta del Altísimo, del Todopoderoso. Podrás celebrar la culminación  de todo con grandes saltos de alegría: “¡Regocíjate y canta, oh moradora de Sion, porque grande es en medio de ti el Santo de Israel!”. Es el clímax del Adviento, la culminación del tiempo navideño.

Marcad el día en los calendarios. Encended velas. Viene el prometido. Hay que enderezar las calzadas por donde deben caminar los redimidos de Dios, del Dios que desciende, del Dios que se acerca. ¡Haced coronas de Adviento! ¡Id marcando el paso de los días, de los domingos que nos acercan a la navidad! Encended velas de colores, adornad las sendas por donde ha de pasar el gran visitante. ¡Cantad, adorar, dad gritos de alegría, de júbilo de gozo! Estamos en medio del Adviento en donde tu soledad se convertirá en torrentes de esperanza gozosa.

Que vuestros corazones vibren. ¿Notáis la emoción del acercamiento? ¿Laten vuestros pechos viendo que vuestra expectación va a tener respuesta? ¡Viene, viene! ¡Se acerca! ¡Se acerca! Emocionaos y, si queréis, llorad con lágrimas de alegría. Cuento más se acerque el tiempo del Nacimiento, mucha más emoción hasta que nuestros corazones se encojan ante la inminente llegada de la Navidad.

¡Pobres de la tierra! El Señor viene a identificarse con vosotros. No nos viene un Sumo Sacerdote que no entienda nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestras escaseces, hambres y debilidades… Un niño nacerá hasta que se pueda afirmar la frase bíblica: “Porque un niño nos es nacido”. Un niño que confirmará su imperio en juicio y en justicia.

¡Seguid gritando y elevando vuestras voces! Zacarías ya lo predijo. Él mismo nos anima a gritar, a dar voces, a levantar nuestras manos y agitarlas. “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna”. Vendrá en humildad, pero no es ni nada menos que el Hijo del Altísimo, el mismo Dios.

Que todos tengamos un Adviento alegre, con la alegría que proviene del Todopoderoso. Ese es mi deseo para todos mis lectores. ¡Feliz tiempo de Adviento!