Desde el s. XVI España se construyó ajena al protestantismo y frente al protestantismo. Esto ha tenido consecuencias en múltiples áreas. Con este proyecto no venimos a reclamar; sino a aportar lo mejor de nuestra cosmovisión a la construcción de la sociedad española.
El 31 de octubre de 1517 un profesor universitario alemán redactó un documento, organizado en 95 tesis, cuestionando la venta de indulgencias así como algunas doctrinas centrales de la iglesia oficial, y lo clavó en la puerta de la iglesia de su universidad. El profesor Lutero no había sido el primero en reclamar un retorno a las más puras raíces del cristianismo, pero su movimiento consiguió en esa ocasión el suficiente impacto para cambiar la historia.
El protestantismo surgió como un movimiento religioso, pero no se limitó a esto. El lema “Sola Fe, Sola Gracia, Sola Escritura y Sacerdocio Universal” no se quedó en una contundente contestación a la teología oficial: se extendió a todas las áreas de la actividad humana porque generó una específica visión del mundo y del ser humano.
La “Sola Fe” y la “Sola Gracia” asentaron una forma de conducirse basada no en el temor o la imposición, sino en el compromiso con una ética asumida en libertad. La “Sola Escritura” quitó a la clase sacerdotal el monopolio del acceso a la Biblia, la puso al alcance del pueblo y eso produjo un profundo cambio en las mentalidades, que tuvo consecuencias perdurables en individuos y pueblos, generando un reconocimiento de los derechos y responsabilidades de la persona y una reformulación de las relaciones de poder. El Sacerdocio Universal puso en su lugar la intrínseca igualdad de todas las personas y aportó las bases éticas del sistema democrático occidental.
La Reforma protestante originó una forma diferente de ver el mundo y las relaciones humanas, una cosmovisión liberadora que incidió en áreas tan diversas como la economía, el avance científico, la medicina, la cultura, la música, la literatura, la pintura, la educación, la acción social y política, las libertades personales, las relaciones internacionales y el derecho, entre otros ámbitos, y lo hizo liberando fuerzas creadoras hasta entonces encorsetadas por el férreo control de la iglesia oficial, de forma que la Reforma supuso “post tenebras, lux”.
Esos cambios han modelado desde entonces la conformación de la identidad de sociedades y naciones, mediante una profunda transformación de su ética colectiva compartida. Hoy en día son patentes sus efectos sobre el desarrollo humano, social, político y económico de los países de Europa y América que aceptaron la Reforma; por citar sólo un ejemplo ilustrativo, de los diez mejores países en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparency International, nueve son de cultura protestante; no es casualidad, sino hay causalidad. Nos tememos que en España no se comprende que la ética protestante, basada en la justificación no por las obras, sino por la fe, produzca, paradójicamente, mejores obras.
¿QUÉ SE SABE EN ESPAÑA DEL PROTESTANTISMO?
En España no se comprende la ética protestante porque ni se conoce. A pesar de los cambios en la normativa legal, en el corazón colectivo español el protestantismo sigue siendo algo ajeno, oscuro y sospechoso; es el resultado de la estigmatización y el desconocimiento, un desconocimiento activamente promovido durante siglos por el poder político y religioso, empezando ya desde la escuela confesional; y las leyes cambian en meses, pero el cambio de mentalidades requiere décadas. El V Centenario de la Reforma es una excelente oportunidad para corregir este déficit y ampliar el conocimiento que la población española tiene del protestantismo y sus valores.
¿QUÉ SE PERDIÓ ESPAÑA AL RECHAZAR EL PROTESTANTISMO?
Desde el s. XVI España se construyó no sólo ajena al protestantismo, sino frente al protestantismo. Esto ha tenido sus consecuencias en múltiples áreas, desde la educación al desarrollo político o la investigación científica. Por poner sólo un ejemplo, el contrarreformismo español instauró lo que se ha descrito como “el terror al libro”, en oposición al protestantismo, que promovió el acceso directo del pueblo a la Biblia, y con ello la necesaria erradicación del analfabetismo y la apertura al conocimiento por parte de la población general. Las consecuencias de esto perviven hoy: acabamos de saber que en el último año el 40% de los españoles no ha leído un solo libro[1].
La intolerancia es otra consecuencia de la escasa presencia del protestantismo en España; pensemos, por ejemplo, en la cuestión de la laicidad: El protestantismo estableció la laicidad y la separación iglesias/estado[2], pero el concepto de laicidad es desconocido en España y se ha traducido erróneamente en un laicismo dogmático que hereda la mentalidad de la intolerancia tridentina; España, en su corazón colectivo, sigue impregnada de contrarreformismo tridentino –con expresiones sin duda diferentes– y la tolerancia, uno de los frutos del protestantismo, es una materia pendiente de incorporar.
El protestantismo, por su propia naturaleza, generó inevitablemente un respeto a la diversidad; esto es también una materia pendiente en el alma colectiva española, que se traduce en su incapacidad para resolver conflictos de posicionamientos o de identidades. Esa dificultad para asumir la diferencia se traduce, por ejemplo, en la conformación del texto fundamental del estado, la constitución: un país protestante como EEUU tiene una sola constitución desde 1787 y ha incorporado desde entonces sin grandes conflictos 27 enmiendas; en España llevamos siete constituciones y cada una se ha construido liquidando a la anterior, casi lo mismo que los sucesivos planes educativos.
#95Tesis: NUESTROS OBJETIVOS
En este proyecto recorreremos diversas áreas de la actividad humana en las que el protestantismo ha dejado profunda y perdurable huella. Al revisarlas, pretendemos cubrir, entre otros, los siguientes objetivos:
Al presentar estos textos, los protestantes no lo hacemos reclamando –como otros colectivos minoritarios están haciendo– reconocimientos privilegiativos que compensen tantos siglos de ignorancia y marginalización; “no pedimos privilegios; reclamamos igualdad de trato”, como dijimos en el acto de firma del convenio de colaboración con la Xunta de Galicia.
Pero ahora en esta presentación no venimos a reclamar; venimos sólo a aportar lo mejor de nuestra cosmovisión a la construcción de la sociedad española. Esperamos que ahora nuestra voz sea escuchada.
[1] Centro de Investigaciones Sociológicas, Barómetro de junio de 2016, estudio nº 3142, p. 33
[2] BAUBÈROT, J. Vers un nouveau pacte laïque? París, Seuil, 1990
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