Este manifiesto no pretende herir la sensibilidad de nadie ni crear la falsa sensación de que no se está haciendo nada en las áreas señaladas. Su intención es despertar la conciencia de los evangélicos, fomentar su unidad y pedir a las autoridades un cambio en su política religiosa, social y de tratamiento a las minorías. Reconocemos la labor de algunas instituciones que luchan en este sentido, aunque también defendemos que hay mucho que hacer y queremos contribuir a ello abriendo un debate profundo sobre la cuestión
MANIFIESTO
Hace uno años, un político le comentó a un líder evangélico que nuestro problema es que éramos demasiado normales y parecíamos invisibles. Esas mismas palabras las he escuchado muchas veces en boca de evangélicos, que temerosos de sufrir discriminación o ser identificados con un protestantismo foráneo han tomado el camino de la “normalización”. Ese camino, ya lo he visto muchas veces, lleva poco a poco a la deserción de las iglesias y la paradoja anti bíblica de “cristianos sin iglesias”.
En los últimos años, varios evangélicos ilustres han dejado de asistir a sus iglesias, alegando no sentirse representados.
Mientras los más preparados se escapan por la ventana de la “normalización”, algunos de los más fanáticos, en muchos casos apoyados por teologías tan extravagantes como falsas, ocupan los huecos que no estamos sabiendo cubrir.
Los intentos de hacer algo conjunto, interdenominacional y relevante siempre tiene que pasar por el dinero y coordinación de organizaciones extranjeras, como si nosotros no fuéramos capaces de hacer algo por nosotros mismos.
Hemos crecido hasta convertirnos en la minoría religiosa más grande del país, pero mientras las iglesias se llenaban solas, por la oleada de inmigrantes, algunos pastores se han dedicado a hacer un brindis al sol, dejando que sus cuentas bancarias engorden y se exalte cada vez más al hombre y menos al mensaje relevante de la Cruz.
El materialismo ha llenado las iglesias, convirtiendo a muchos creyentes en meros acumuladores de cosas materiales, muy lejos del ejemplo evangélico de austeridad y generosidad con el prójimo.
Las denominaciones, más grandes que nunca, cada vez apoyan menos ministerios interdenominacionales, triplicando o cuadriplicando ministerios para estudiantes, obras sociales, ministerio juveniles o de cualquier otro ámbito.
Las organizaciones interdenominacionales, en muchos casos gobernadas por unos pocos, buscan el apoyo de todos, pero en muchas ocasiones se convierten en feudos privados de denominaciones o personas.
Naturalmente hay miles de evangélicos dedicando su vida a los más necesitados, dando su tiempo y dinero a obras absolutamente honorables, pero la gran división en la que vivimos no nos ayuda mucho.
España se encuentra en un punto de inflexión. La sociedad comienza a amotinarse en contra de decisiones injustas, arbitrarias y discriminatorias, pero nosotros permanecemos callados, encerrados en nuestro pequeño gueto. Un gueto que nos fabricaron otros, pero en el que nos sentimos felices y seguros.
Cada año centenares de jóvenes desertan de nuestras iglesias asfixiados por un ambiente cargado, en el que no encuentran su lugar y en el que normalmente no se habla de las cosas que les importan. Faltando formas y maneras de integrarles en la dinámica de la iglesia.
Somos ignorados en los libros de Historia. Cuando las asociaciones de Memoria Histórica se quejan del trato que se da en la colección de biografías de la Real Academia de la Historia, verdadera cueva de mentes cavernosas, nosotros permanecemos callados.
Los consejos evangélicos, creados con un interés administrativo, no representan a la mayoría, pero tampoco les importa mucho.
Nuestro edifico administrativo se sustenta de subvenciones y dentro de poco, la mayor parte de las organizaciones evangélicas no podrán subsistir sin la ayuda del Estado.
Las
conferencias de evangelización se convierten en grandes asambleas en personas que llevan años sin evangelizar y en muchos casos no conocen la realidad de la sociedad que pretenden alcanzar.
Un pueblo cristiano adormecido, mal gobernado, que no está aportando casi nada al mundo cultural, al mundo social, al mundo político, no puede ser luz y sal.
Ante la indiferencia general propongo en éste manifiesto de diez puntosclaves para convertirnos en este lustro en una minoría relevante, que traspase el techo del 10% y transforme este país en una nación más próxima a Dios.
1. La creación de un documento marco en el que se pongan de manifiesto todas las injusticias y discriminaciones que sufren las minorías religiosas. Pedir una ley religiosa en la que se sienten todos los grupos religiosos a negociar y no la impongan un grupo de políticos. Terminado con varios siglos de discriminación, intolerancia y doble rasero. Proponer manifestaciones y desobediencia civil ante cualquier ley impositiva en esta materia.
2. Crear una plataforma compuesta por protestantes de diferentes áreas profesionales (sociólogo, historiadores, filósofos, líderes) que hagan un estudio serio de nuestra realidad sociológica, de nuestra influencia social y nuestra capacidad de movilización.
3. Transformar a los Consejos Evangélicos en verdaderos focos de cultura, convirtiéndose en directores de la oferta cultural y no en mero instrumento de apoyo económico a las iglesias.
4. Promover una visión más amplia en las denominaciones. Llegando a un acuerdo amplio en diferentes ámbitos como: la evangelización, para coordinar esfuerzos y producir un crecimiento equilibrado; La obra social; la unificación de los títulos teológicos; acuerdos interdenominacionales para el reconocimiento de credenciales, etc. Gracias al estudio sociológico, la evangelización debe estar enfocada a los grupos sociales más impermeables.
5. Fomentar a través de los Consejos Evangélicos, los Consejos Urbanos. Dichos consejos tendrían el cometido de coordinar las iglesias urbanas, fomentando la fraternidad entre pastores, iglesias y la consecución de proyectos comunes.
6. Exigir a las administraciones autonómicas espacios en las televisiones públicas, para mostrar nuestras ceremonias y cultos, como se hace con la Iglesia Católica. Crear un comité de defensa de la fe evangélica que denuncie abusos y disponga acciones legales ante las discriminaciones en este ámbito.
7. Exponer claramente las doctrinas cristianas mediante un folleto. Crear en las comunidades autónomas un mecanismo de acogida a creyentes llegados de otras partes del mundo, para informarles de las iglesias que aceptan los principios básicos de la fe cristiana, en marcados en la Confesión de Fe aceptada por la mayoría de las iglesias.
8. Limitar los mandatos a cargos en organismos públicos a 8 años, tener en cuenta en estos cargos la experiencia profesional de los demandantes o las personas propuestas. Crear una señal de excelencia a las organizaciones que cumplan unos mínimos requisitos, que garantice a donantes transparencia y buena gestión.
9. Organizar marchas anuales para la defensa de los derechos de las minorías religiosas y contra la discriminación.
10. Crear comisiones de intervención en casos de emergencia. Frente a leyes que atenten contra la dignidad de las personas, sus integridad física o sus derechos básicos. Comisiones que puedan convocar actos, manifestaciones o concentraciones antes poderes públicos o privados que atenten contra tales derechos.
La propuesta es abierta, puede completarse o mejorarse, pero al menos es un marco de intervención. Depende de todos que las cosas cambien y permanezcan igual, dejando que nos lleve la inercia, el Estado o cualquier circunstancia social adversa o beneficiosa. Jesús nos anunció que el mundo creerá en nosotros cuando tengas amor (unidad) los unos con los otros.
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