No parece una gran novedad escuchar esto; lo que es una elogiable novedad es que quien lo dice haya sido la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y no está acusando a otros partidos, sino reconociendo lo que ha sucedido en ayuntamientos gobernados por su propio partido. “Quiero aprovechar para presentar nuestras excusas a esos ciudadanos de esos municipios que han podido sentirse defraudados”, ha añadido.
“Es cierto”, dice Aguirre, y su expresión tiene un valor enorme: no dice “mientras no haya una condena judicial, no podemos hablar de culpables de corrupción”, sino dice lisa y llanamente “es cierto”; es la verdad y basta, porque en el gobierno de la cosa pública tenemos que exigir un plus de rigor y verdad, un plus de consistencia moral, que va más allá de lo que los juzgados puedan probar y enjuiciar.
Las manifestaciones de Aguirre deben ser un referente para su partido y para los demás.Seguro que entre los suyos no faltará quien diga que debilitan la imagen de su organización, pero en mi criterio está sucediendo lo contrario: está incrementando la credibilidad de su partido porque renuncia a escudarse en la falta de una sentencia condenatoria y se adelanta a decir la verdad sin que se lo exija otra cosa que el imperativo moral; Aguirre hace así a su partido creíble. Y al pedir disculpas no da muestras de debilidad, sino de coraje y coherencia.
Animo a su partido y a los demás a que sigan su actitud ejemplarizante.
Es imperativo que todos asumamos que la actividad política se fundamenta en la verdad y la coherencia ética, que no son sólo palabras, sino elementos fundamentales de la responsabilidad política y confieren credibilidad política; y no hablamos de utopías, sino de criterios de eficacia política.
Veamos un ejemplo práctico: El juez Garzón va a ser imputado por las escuchas del caso Gürtel, que recogen las conversaciones de los acusados con sus abogados; puede suceder que,
como consecuencia, queden inservibles jurídicamente muchas de las pruebas que les inculpan, lo que puede favorecer una sentencia absolutoria. ¿Y qué sucederá entonces? ¿Saldrán de rositas estos políticos? ¿Se atreverán a decir que la justicia les ha exculpado y están legitimados para volver a ocupar responsabilidades de gobierno?
Vamos a ver:
las escuchas de Garzón pueden haber sido ilegales, pero lo que allí se escucha no lo ha inventado Garzón, es lo que han confesado libre y espontáneamente los acusados ante sus abogados, es la verdad.
Desde un punto de vista jurídico, hay que garantizar la inviolabilidad de las conversaciones de los acusados con sus abogados, salvo criterios delimitados por la ley, y es bueno que la legislación sea garantista, tanto como para anular las pruebas obtenidas inadecuadamente; incluso es aceptable que la ley permita la exculpación de los culpables cuando las pruebas contra ellos no han sido correctamente recogidas.
Pero, cuidado,
eso les puede hacer jurídicamente inocentes, pero no dejan de ser moralmente culpables, realmente culpables. Y si los implicados tienen responsabilidades políticas, esta culpabilidad sobrepasa definitivamente su absolución legal. Siguiendo las manifestaciones ejemplarizantes de Esperanza Aguirre, deben reconocer la verdad más allá de las formalidades legales y, consecuentemente, deben responder políticamente aunque legalmente hayan salido limpios.
Y si ellos no tienen el coraje político de Esperanza Aguirre, es de esperar que la ciudadanía ponga a cada uno en su sitio: no es de recibo que los ciudadanos consideren a la clase política el tercer problema del país y al mismo tiempo sigan concediendo su apoyo entusiasta a quienes no cumplen con los adecuados estándares de credibilidad y responsabilidad política, y de esto encontramos ejemplos a la derecha y a la izquierda.
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