Comenzar a andar

Siempre que tengo un encuentro contigo te oigo decir que lamentas tu presente. Que la vida te parece insustancial, vacía, sin sentido.

Me envalentono y te hablo a media voz. Evito pronunciar palabras que puedan hacerte daño, pero he de hacer un gran esfuerzo para no tomarte entre mis brazos como si de una niña te trataras y zarandearte fuertemente para así devolverte la vida que le falta a tu vida. En un desgarrado intento por parecerme a Jesús me dan ganas de gritarte:

¡Levántate y anda!

Pero ya ves, cuando te tengo cerca me limito a decirte lo que ya ni oyes. Estás tan cansada de oír las mismas frases que has aprendido a ignorarme.

Vives lamentándote por tu pasado. Por haber tenido una infancia tan desprovista de cariño. Entristecida ante el permanente recuerdo de un lugar donde vivías aislada de tus padres, asolada por el permanente goteo de palabras nocivas.

Aquello pasó, tienes que aprender a vivir sin tener que recurrir diariamente a escenas que te producen una insondable angustia.

Cuando tus continuas recaídas hacen que la vida se vuelva más y más gris, te limitas a pedir clemencia, a expresar con quejumbrosos susurros que deseas morir.

Una vez más y de seguro no será la última, escribo con la intención de hacerte ver a través de mis palabras que el pasado no puede eclipsar el presente.

Que todo lo que te aconteció ha de quedar en el ayer como un capítulo a olvidar y aunque ciertamente los recuerdos están ahí, tienes el deber de no hacer uso de ellos con la asiduidad que lo haces.

Sé que lo propuesto no es tarea fácil, pero te animo a que lo intentes. Me gustaría que aprendieras a omitir el ayer, aplicar esencias nuevas a esos olores rancios que irradian tu cabeza y que percibes con desagrado, olores que consiguen mitigar el perfume del presente haciendo que éste se vuelva irrespirable.

Existen pequeñas revoluciones que producen grandes transformaciones. Comienza por hacer inventario de todo lo que hay en ti. Desecha lo que no sirve, lo inútil, lo vacuo, la mentira, el rencor, la ira, el desolado e ingrato recuerdo de una vida sin vivir.

Cuando poco a poco vayas consiguiendo tener la mente más limpia, verás con claridad la belleza que te rodea, las pequeñeces que te engrandecen, los matices insignificantes que te hacen única.

Hoy es primer día del resto de tu vida, disfrútalo, vívelo. Acógelo con los brazos abiertos y entrégate a la noble labor de amarte. Si lo consigues, todo lo que te rodea cambiará, experimentará una metamorfosis que ahora te resulta utópica.

Sabes que aunque un ejército acampe contra ti no ha de temer tu corazón, Él sigue siendo ese fanal de luz al que dirigir la embarcación. El cambio no es fácil, pero tú tienes que dar ese primer paso que te conducirá a valles de delicados pastos.