Si vivieran hoy, estos profetas denunciarían tanto los abusos sociales como la depravación sexual de nuestro tiempo.
Los seres humanos tenemos una tendencia a la parcialidad, según la cual somos muy sensibles a determinadas cosas pero insensibles a otras. Los cristianos no estamos exentos de esa tendencia, que de hecho la llevamos al extremo cuando tenemos en cuenta en la Biblia aquellas partes a las que somos proclives e ignoramos aquellas otras que no nos seducen tanto. Si en vez de reconocer y admitir esa parcialidad la convertimos en totalidad, entonces caeremos en el falso planteamiento de que nuestra parcialidad es imparcialidad y acusaremos a los que no comparten nuestra preferencia de ser parciales ellos mismos.
Uno de los falsos planteamientos de parcialidad en el que es fácil caer es el que subraya una opción a costa de otra, aunque en verdad ambas sean igualmente importantes. Ocurre actualmente con los asuntos de justicia social y sexualidad. Hay quienes defienden con todas sus fuerzas que lo verdaderamente importante y en lo que un cristiano debe estar comprometido por encima de todo es con lo que tiene que ver con la justicia social, siendo su responsabilidad prioritaria luchar hasta erradicar los males que la hacen imposible. Por otro lado, hay quienes piensan que lo realmente vital es poner en su sitio los temas que atañen al desorden sexual y que inciden en el matrimonio y la familia. Hay unos encasillamientos que se han fabricado, según los cuales los primeros serían cristianos progresistas y los segundos cristianos conservadores. Ya en esa nomenclatura se advierte una parcialidad interesada, porque el término progresista tiene un tono honroso mientras que el de conservador es sospechoso.
Pero cuando estudiamos la Biblia con mayor profundidad y no nos contentamos con preferencias artificiales, encontramos que lejos de sostener esa falsa división lo que hallamos es la complementariedad de enseñanzas aparentemente dispares, que echan abajo nomenclaturas engañosas.
Oseas y Amós fueron dos profetas cuyo ministerio ocurrió en el mismo tiempo y en la misma nación. Ambos profetizaron en el tiempo de Jeroboam II, quien reinó entre los años 780 y 740 a. C. aproximadamente. Ese reinado fue destacable porque rompió la tendencia a la reducción territorial progresiva de las fronteras de Israel, recuperándose territorio que se había perdido hacía mucho tiempo. En principio, pues, todo indicaba que la nación iba viento en popa. Pero detrás de la apariencia triunfal se escondía una realidad bien distinta, la cual diagnosticaron Oseas y Amós.
Amós es el profeta favorito de quienes actualmente defienden la opción de que lo que importa es la justicia social. Y efectivamente, sus denuncias de la corrupción y abuso que imperaban en aquella sociedad no dejan lugar a dudas sobre el estado decadente de un organismo social que estaba minado por profundas diferencias económicas, basadas en la especulación y la ganancia, por cualquier medio, de unos a costa de otros. El mensaje de Amós muestra que Dios aborrece ese estado de cosas, que no puede ser compensado por una religiosidad ceremonial vacía y divorciada del interés por el prójimo.
Cuando leemos a Oseas vemos que usa con profusión (casi 40 veces en total) las palabras fornicar, adulterar, ramera y prostituir para describir lo que estaba ocurriendo en la nación. De hecho, Dios mismo le ordena al profeta que contraiga matrimonio con una mujer fornicaria para ilustrar lo que estaba pasando en términos generales, tanto verticales como horizontales. Que el espíritu de desorden sexual que dominaba a la nación no era solamente una metáfora para describir una realidad espiritual, se hace patente al referirse a los centros de prostitución establecidos, donde lo sexual y lo religioso se combinaban y eran expresión fehaciente de la depravación que carcomía a la nación. Una depravación presente en las costumbres. El mensaje de Oseas muestra que Dios aborrece ese estado de cosas, empleando duros términos para condenarlo.
Si Amós fue inspirado por Dios para escribir lo que escribió, también lo fue Oseas. Por lo tanto, la importancia de sus mensajes es pareja, porque el mismo Dios está detrás de los dos. Amós no es progresista, porque es sensible a los temas sociales, de la misma manera que Oseas no es conservador, porque es sensible al desorden sexual. Esas etiquetas no son sino intentos engañosos de manipular, usando las preferencias artificiales personales que algunos han fabricado y que quieren imponernos a todos. Es una disyuntiva falsa, basada en falsos postulados.
Me quedo con Amós y me quedo con Oseas, porque ambos hablaron de parte de Dios. No es mayor la credibilidad del primero que la del segundo ni es menor la autoridad del segundo que la del primero. Y si vivieran hoy denunciarían los abusos sociales y la depravación sexual de nuestro tiempo con igual fuerza, porque una cosa no excluye a la otra, ya que ambas son detestables ante Dios, pues tanto la ética social como la ética sexual tienen un mismo Autor y la transgresión de cualquiera de ellas, o de las dos, merece su reprobación.
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