Hay que dar gracias a Dios por la bendición recíproca que padres e hijos se proporcionan mutuamente y esforzarse para ejercer sabia disciplina.
Las relaciones entre padres e hijos son el entorno en el que es factible comprobar la intervención de Dios en el seno familiar, habiendo cuatro maneras en las que ejerce dicha intervención:
1. Cuando Dios bendice a los hijos por causa de los padres.
Es evidente que un hogar fundado por unos padres piadosos tiene en sí mismo ventajas que repercutirán en los hijos nacidos en ese entorno. Los beneficios de crecer en una atmósfera donde el temor de Dios y la importancia de su Palabra son manifiestos, producirán frutos que no existirán allí donde tales ingredientes no se dan. El ejemplo de los padres, aun sin ser perfectos, y las pautas y principios establecidos por ellos, supondrán un medio por el que los hijos, en los aspectos psicológico, moral y espiritual, recibirán unos recursos que podrán serles de gran provecho cuando llegue el momento de tener que enfrentar la vida por sí mismos y deban tomar sus propias decisiones. Se podría decir que esta bendición es instrumental, porque los padres son instrumentos directos para que se produzca.
Pero además de esta bendición instrumental hay otra añadida que los hijos pueden recibir por causa de los padres y es cuando por amor a ellos Dios otorga a los hijos ciertas misericordias que de no ser por los padres no recibirían. En la Biblia hay varios casos que muestran tal verdad, pero probablemente el más evidente sea el de David. Por su causa Dios ejercerá una benevolencia no merecida hacia sus descendientes. Los ejemplos más notorios serían los de su hijo Salomón y su nieto Roboam. En el primer caso Dios no ejecuta la justa sentencia condenatoria de división del reino en el lapso de su vidai y en el segundo le concede algo que no es digno de recibir, como es el reino sobre la tribu de Judáii. Y todo ello por causa de David.
2. Cuando Dios bendice a los padres por medio de los hijos.
Que los hijos son bendición de Dios es algo que hallamos una y otra vez en la Biblia. Pero la naturaleza de tal bendición no descansa solamente en el hecho biológico de la paternidad y la maternidad sino también cuando esos papeles paternales alcanzan su grado pleno. Tal cosa se produce cuando los hijos se convierten en motivo de satisfacción y contentamiento para los padres. ‘Mucho se alegrará el padre del justo y el que engendra sabio se gozará con él.’iii Es evidente que los logros de los hijos redundan en los padres al serles fuente de gozo, del mismo modo que sus fracasos son motivo de tristeza y dolor. Esa sensación de justo orgullo fue la que hubo de experimentar Jacob cuando su hijo José lo presentó ante Faraóniv. Aunque la Biblia no lo dice, es fácil vislumbrar en la escena ese sentimiento de satisfacción en Jacob, al ver la alta posición a la que su hijo había sido ascendido. Una posición y un testimonio ante terceros de los cuales Jacob no era ajeno sino partícipe de ello. Seguramente José es la clase de hijo que todo padre y madre quisiera tener, aunque no a todos les gustaría tener que pasar por el duro trance que Jacob pasó antes de verlo encumbrado.
3. Cuando Dios disciplina a los hijos a través de los padres.
Es este un cometido natural que los padres tienen, no siendo una opción sino una necesidad. La disciplina es necesaria para la formación del carácter, habiendo una relación directa entre disciplina y bendición, ya que normalmente el hijo que llega a ser bendición para sus padres es el hijo al que sus padres han disciplinado. Una disciplina que va desde el mandato, pasando por el consejo, siguiendo por la exhortación, llegando a la reprensión y acabando en el castigo. Al libro de Proverbios se le podría llamar el manual de disciplina, ya que esa noción impregna todo el libro. ‘Corrige a tu hijo y te dará descanso y dará alegría a tu alma.’v Aunque la palabra disciplina no sea la más simpática y popular actualmente, si es que alguna vez lo fue, sin embargo los buenos resultados que reporta sobre disciplinados (hijos) y disciplinantes (padres) son inconmensurables. Del mismo modo que los malos resultados que produce su ausencia son descomunales.
4. Cuando Dios disciplina a los padres por medio de los hijos.
Aunque parezca inverosímil los padres pueden llegar a experimentar la dura y amarga disciplina de Dios por medio de sus hijos. En la disciplina de los hijos por los padres no hay, o no debiera haber, ningún elemento de humillación o deshonra. Pero en la disciplina de los padres por los hijos sí hay un elemento de vergüenza y oprobio. Suele suceder que esa disciplina es consecuencia directa de la falta de disciplina, con lo que estaríamos ante una paradoja: Seré disciplinado duramente por medio de mi hijo si no estoy dispuesto a disciplinarle yo a él. Hay dos padres en la Biblia que experimentaron ese doloroso correctivo, uno fue Elí y el otro David. Elí fue el hombre que crió hijos consentidosvi, que se convirtieron en instrumentos involuntarios de su desgracia. Y otro hijo falto de disciplina fue Adonías, al que David nunca entristecióvii, pero que, paradójicamente, llegó a serle motivo de profunda tristeza. No fue el único hijo que le dio grandes quebraderos de cabeza, pues tras su pecado con Betsabé tanto Amnónviii como Absalónix le serán dos tragos insoportables de digerir. El pecado de esos padres, Elí y David, recibió su agria retribución de parte de Dios por medio de sus hijos. Es la ley de la siembra y la cosecha.
Hay que dar gracias a Dios por la bendición recíproca que padres e hijos se proporcionan mutuamente, pero hay que esforzarse para ejercer sabia disciplina y de ese modo preparar el terreno para que tal bendición sobreabunde, evitando así dolorosas consecuencias.
i 1 Reyes 11.12
ii 1 Reyes 11:32
iii Proverbios 23:24
iv Génesis 47:7
v Proverbios 29:17
vi 1 Samuel 2:22
vii 1 Reyes 1:6
viii 2 Samuel 13:31
ix 2 Samuel 15:14
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