Sin lugar a dudas, la carrera de maratón es una de las más difíciles de los Juegos Olímpicos.
Sólo los grandes atletas pueden competir en ella desde los primeros momentos de las competiciones deportivas.
Durante los juegos celebrados en el año 1912, los organizadores se sintieron "más" que desesperados al ver como uno de los participantes falleció en medio de la carrera (Francisco Lázaro), y otro, el japonés Shizo Kanakuri, ¡desapareció!
No volvieron a saber de él en muchos años.
A comienzos de los sesenta, casi cincuenta años después, un periodista encontró al corredor japonés en su ciudad natal, ya jubilado de su trabajo.
El atleta explicó que hacia la mitad de la carrera se sintió mal y un espectador lo llevó a su casa para descansar. Estaba tan rendido que quedó dormido, cuando se despertó le dio vergüenza aparecer en su federación, así que volvió a su casa atravesando Rusia. ¡Le costó casi un mes de viaje llegar a casa!
Sé que
hay muchas razones por las que podemos sentirnos avergonzados. Nadie es perfecto, así que si alguien conociese todo lo que hemos hecho y lo declarase en público, no volveríamos a pisar nuestro país ni en broma. No serían suficientes miles de kilómetros para poner "tierra" de por medio.
Dios nos llama a persistir, no a avergonzarnos. El sabe lo que somos. Conoce cada uno de nuestros fallos y nuestros fracasos, pero sigue "confiando" en nosotros. Esconderse no es de cristianos. Dios quiere que miremos al futuro con la confianza de saber que El ya está allí y que nada puede derrotarnos de una manera definitiva. Dios nos llama a vivir como el Señor Jesús vivió, así que la mejor manera de hacerlo, es seguir sus pisadas.
"Porque para este propósito habéis sido llamados, pues también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas" (1 Pedro 2:21) El verbo que Pedro utiliza para seguir las pisadas, es el que se utilizaba para seguir a alguien en un camino de arena, o incluso en la nieve. Significa que tenemos que poner nuestro pie en la huella que va dejando nuestro Maestro delante de nosotros. Porque no hay otra manera de hacerlo que seguirle muy de cerca, sin "perderlo" de vista.
La clave es conocerle a El: Su carácter, sus enseñanzas, su manera de tratar a los demás, su relación con el Padre, su necesidad de estar siempre cerca de Él, orando y adorando, su servicio y ayuda a todos, su confianza, su absoluta despreocupación por todo, su determinación a hacer la voluntad del Padre...
Dios no espera que hagamos lo que Él hizo, sino que aprendamos a ver la vida como Él. No nos exige que seamos exactamente como El era, sino que vivamos todas las circunstancias con Él a nuestro lado, que aprendamos a pensar y tomar decisiones "en" Cristo, porque Él vive dentro de nosotros. Dios espera que podamos disfrutar con Él a nuestro lado como lo mejor que puede pasarnos en la vida.
No se trata de ser religioso o de intentar ser bueno. Es imposible esforzarse para ser santo o perfecto; tarde o temprano vas a sentirte avergonzado por tus propios errores. Sólo el Espíritu de Dios puede ayudarnos a vivir con el Señor en todas las circunstancias de la vida.
Lo que Dios espera de nosotros en la maratón de la vida es que sigamos sus pisadas.
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