Elecciones nacionales a finales de junio
Esta semana concluirá con elecciones generales y me siento en la obligación de realizar algunas reflexiones siquiera porque España está donde está, pero no será porque no se hayan escuchado advertencias desde hace años.
Hace más de una década avisé de lo que sucedería con el gobierno de ZP. Mis opiniones irritaron a no pocos porque ideológicamente les escocía, porque las subvenciones venían o por ambas cosas.
Incluso hubo quien pretendió silenciar una ponencia al respecto. Era un empeño tan absurdo como el de intentar tapar el sol con un dedo. De hecho, creo que a estas alturas poco puede dudarse de que ZP no sólo ha sido un desastre para la nación –no hemos remontado todavía la crisis que su pésimo gobierno provocó un año antes del estallido de la mundial– sino también para el PSOE y si se me apura incluso para las iglesias evangélicas ya que en el seno de algunas logró inyectar la venenosa ideología de género.
En cualquier caso, el partido que logró abandonar el marxismo y adentrarse por la senda de la socialdemocracia enloqueció en la etapa de ZP en manos de la ideología de género, de lobbies como el gay, el feminista y el nacionalista, y de una visión revisionista de la guerra civil. No se ha recuperado y no se recuperará porque es difícil recuperarse de la necedad irresponsable. Avisado quedó.
También fueron mis anuncios muy claros con el presente gobierno del PP. Lejos de cumplir con sus promesas electorales, desde el primer momento, optó por seguir una política que, muy acertadamente, el profesor Rallo denominó ZP2.
El resultado es que, digan lo que digan las terminales mediáticas, seguimos empantanados en la crisis aunque con una deuda pública que supera el 100 por cien del PIB, una presión fiscal asfixiante y un estado elefantiásico gracias sobre todo al despilfarro de las Comunidades Autónomas. A nadie debería sorprender. Comencé a decirlo antes de que Rajoy llegara a la Moncloa. Lo he seguido diciendo después. Avisado quedó.
No quiero hurgar la herida con el nacionalismo catalán. Llevó décadas diciendo con cifras y datos lo que eran el pujolismo y sus epígonos. Ahora todo el mundo sabe que Cataluña es la región más corrupta que España –incluso más que la Andalucía de los ERE – e incluso aparece como un territorio especialmente señalado en los peores términos por algún informe del Departamento de estado de los Estados Unidos.
Sí, ahora ya lo saben millones, pero durante décadas hubo que escuchar todo tipo de insultos y falacias porque casi nadie quería ver la verdad. Todo ello sin hablar de las represalias. Ahora con una deuda pública que está a la altura de la de Bangladesh, recibiendo miles de millones de euros más de los que aporta y devorando la mayor parte del FLA imagino que algunos seguirán contando y cantando las virtudes del nacionalismo catalán. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Avisado quedó.
Del nacionalismo vasco… ¿qué les voy a decir? Siempre han ido al rebufo de los catalanes y en ello siguen. Lo mismo mandan a un terrorista a ser recibido por el parlamento catalán –no es fácil caer más bajo– que anuncian que exigirán ser reconocidos como nación. Nada que no se haya dicho una y otra vez. Avisado quedó.
Incluso avisé tiempo después de iniciarse la legislatura anterior a esta mocha de que Podemos iba a dar un salto inesperado. Lo iba a dar, entre otras razones, porque hay mentes privilegiadas que llegaron a la conclusión de que podía dar una dentellada al PSOE y así facilitar la mayoría holgada para el PP. Precisamente por eso, Pablo Iglesias comenzó a ser invitado profusamente por Intereconomía TV y por 13TV, la televisión de la Conferencia episcopal.
Como todos los experimentos éste tenía su peligro y lo que parecía imposible –la llegada de los comunistas al poder o, al menos, su hegemonía en la izquierda– se convirtió en posibilidad. No en vano son millones las víctimas de una crisis que dura casi una década. Avisado quedó.
Y también señalé que Ciudadanos era capaz de acostarse con cualquiera para tocar poder. Aún reconociendo su gallardo papel defendiendo la ley frente al despotismo nacionalista y su esfuerzo por mostrar que no todos los catalanes son nacionalistas, es imposible saber lo que hará Ciudadanos. Bueno, sí, gobernarán con los que quieran gobernar con ellos. A lo mejor los mejoran… o, a lo mejor, no. Avisado quedó.
En todos estos años, me hubiera gustado ver algo más de espíritu crítico en el mundo evangélico, pero, sinceramente, no creo que fuera el fruto que más abundara. Hubo una temporada pro-ZP que algún día se inscribirá en las antologías del disparate espiritual y, por lo que observo, algunos siguen allí.
Al final, por mucho que se censurara una ponencia mía al respecto en un encuentro que ya no recuerda nadie, sucedió lo que tenía que suceder. Los que no captaron que no son las siglas sino las acciones es posible que aún estén sumidos en el estupor por lo vivido en los últimos cuatro años. Por lo que se refiere al nacionalismo catalán… dejémoslo ahí que no quiero ensañarme.
Sinceramente, con ese panorama, si alguien me dice que se va a abstener, a votar a UPyD –el único partido que en ocho años de existencia no ha tenido un solo caso de corrupción– o a VOX que es la única fuerza política que no pretende subir los impuestos como solución a los problemas patrios, no me causará el menor horror. Por el contrario, me parecerá que –por fin– alguien vota en conciencia y no por el voto del miedo o el de impedir a otros llegar al poder.
Yo sé que no es popular decirlo y que, como siempre, algunos se sentirán molestos y hasta ofendidos, pero ¿sería mucho sugerir que se vote –o no se vote– sobre la base de los principios y no de las siglas o del seguir la corriente ideológica dominante?
Comprendo que tal conducta no es la más común en España. Lo sé. Pero de gente que se supone de principios, ¿no cabría esperar eso? Porque si, a fin de cuentas, nosotros que estamos llamados a ser sal y luz, escondemos la sal en el salero y ocultamos la luz con una papeleta, ¿de qué servimos?
Aunque sea por una vez, aunque duela, aunque no se esté acostumbrado, suplico a los que no lo hayan hecho o no piensen hacerlo que, por esta vez, voten de acuerdo a unos principios y no a la propaganda de los partidos. Avisado queda.
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