Es necesario salir a los cruces de los caminos, allí donde se mueven los proscritos de nuestra historia. Dios invita.
La invitación de boda ya está lanzada. Podría ser algo bonito, motivador, interesante, alegre. Motivo de agradecimiento por haber sido elegido como invitado. Sin embargo, hay tanto trajín en nuestro mundo, tantas prisas, tantos negocios, tantos afanes y preocupaciones que nos endurecen el oído para que no podamos escuchar ciertos mensajes, incluso algunos tan agradables como lo es una invitación a una boda. Pasamos de largo. No vamos al banquete… y actitudes peores.
Lo curioso es que muchas veces lo que nos detiene y nos aparta del banquete de bodas, son preocupaciones alentadas por necesidades falsas creadas por una sociedad de consumo hostil que hace que el hombre esté más pendiente de sus logros económicos y de la escalada social que el estar atento a invitaciones especiales y vitales. Es como si, por presiones, ignorancias o maldades, prefiriéramos revolcarnos sobre el cieno maloliente que acercarnos al lugar del banquete preparado para nosotros.
No te confundas de banquete. Ten cuidado no te vayas a meter en el lugar de bodas falso y seas avergonzado. Se trata del banquete de bodas del Reino de los Cielos. Éste se compara con una gran boda a la que se nos invita de una forma muy especial. Es una invitación que llega al mundo en forma de una enorme tarjeta de salvación que nos sobrevuela de forma visible y en la que se anuncia y se lanza un mensaje de bodas. Dios invita y busca convidados. ¿Se reirá el mundo de hoy de esto?
Quizás este banquete invita a los no llamados de inicio de una forma drástica y llamativa porque muchos de los triunfadores de hoy, de los prepotentes y considerados dignos, han dado la espalda a la invitación. Han sido invitados y prefieren su cieno, revolcarse como los puercos en alguna porquería que creen que les satisface. Más aún: La historia es terrible según el Evangelio de Mateo 22. Los invitados se burlan de los mensajeros de bodas y, más todavía, acaban con la tragedia y la violencia de matar a estos mensajeros.
No. El mundo no quiere mensaje de bodas. Al menos aquellos integrados que, de inicio, son invitados como las personas dignas y reconocidas como ejemplares por muchos. ¡Señor! ¿Por qué tu palabra nos muestra machaconamente que muchos primeros serán postreros? No eres tú quien los rechaza, sino que ellos desprecian tu invitación y llegan incluso a matar. ¡Pobre mundo en el que vivimos que parece intentar que un banquete tan excelso se quede sin invitados, vacío, silente, abandonado! Quieren que el novio quede avergonzado y elimine el banquete. ¡Qué error!
En el mundo de hoy inmersos en sus negocios, en la ampliación de sus graneros insolidarios con los pobres y los humildes, en los lujos de las sociedades de consumo, ven sobrevolar sobre ellos esa tarjeta de invitación de bodas, esa llamada a dejar lo secundario para ir a lo prioritario y esencial junto al novio, y se ríen. Se ríen, se burlan, dan la espalda, se hacen egoístas centrándose en lo suyo, quieren más y más… hasta llegar a matar si es necesario.
Pero alguien les vigila y les evalúa. La respuesta a ese dar la espalda a una llamada tan especial, a una invitación tan excelsa, no se deja esperar por parte del novio: Mateo 22:9. A todos, malos y buenos hasta que las bodas se llenen de convidados. Es necesario salir a los cruces de los caminos, allí donde se mueven los proscritos de nuestra historia. Dios invita. Está buscando a sus convidados: Venid a la boda, venid a la fiesta, venid al banquete. ¡Quién va a responder!
En un pasaje paralelo de invitación a la gran cena, la orden era: “Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos”. Y cuando habían entrado todos éstos y aún había lugar, la orden que se dio es que incluso se forzara a entrar a la gente de calles u caminos, que se les obligara a entrar. Eso sí, con la excepción de los primeros invitados que rechazaron la invitación.
La invitación a la boda sigue ahí, quizás una gran tarjeta delante de tus ojos con bonitas frases que animan a ir como convidado. Es posible que siga ocurriendo lo que indicaba el texto bíblico: ¡Excusas, excusas, excusas! Excusas mezcladas con violencias y muchos que emiten mensajes con sus vidas, con sus ojos, con su hambre, con su marginación o con su dolor, de alguna manera siguen siendo reducidos a la no vida. ¿Asesinado? ¡Dura respuesta! ¿Quién la puede entender? Hoy hay muchos emisarios de mensajes, incluso no verbales, que son arrancados de la vida.
No me cabe duda que Dios tendrá su respuesta que será tan radical y favorecedora de los pobres y de los humildes como lo hace con sus parábolas, sus historias y sus enseñanzas. Quizás hoy muchos no responden porque sus ojos, sus oídos y sus vidas están pendientes de otra adoración: la adoración al dios Mamón, al dios de las riquezas, al dios del mercado, al dios del consumo y de la acumulación excesiva de bienes aunque se estén revolcando en un negro, sucio y maloliente cieno que les aparta de la alegría del auténtico banquete de bodas.
¡Cuántos hombres y mujeres con sus oídos sordos y sus ojos ciegos consagrados al dios de los vanos negocios en los que acaban entregando la vida como necios que no entienden para nada que “la vida no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Oídos que reaccionan solamente ante lo rentable como primer mandamiento entre los adoradores del dios de las riquezas. ¿Invitación gratuita a un banquete de bodas? Se ríen hasta encorvarse y meter la cabeza dentro de su cieno.
El prestigio que creen algunos que da la riqueza, tapa oídos y ojos. Creen que van a dar al traste con la invitación tan especial a la que no prestan ni ojos ni oídos, pero el banquete se va a celebrar con la exclusión de ellos. Y es entonces cuando muchos últimos van a brillar con luz propia situados en lugares de honor. El trastoque de valores, el poner todo patas arriba inundando al mundo con valores nuevos se va a dar. Por ellos van a entrar incluso muchos obligados. Los que han rechazado la llamada se quedarán solos. Se dará entonces en el mundo el cumplimiento de varias bienaventuranzas: “Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra”, “Bienaventurados los pobres” porque ellos disfrutarán del banquete del Reino. Últimos, pasad adelante con dignidad. ¿Cuándo cambiará el mundo?
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