Los habitantes de la “capital europea”, ya sean belgas o trabajadores europeos, pasan el duelo por separado, porque no hablan el mismo idioma, y sus referentes son distintos.
Bruselas tiene el orgullo y la pena de ser la capital de Europa y de Bélgica. Es como las dos caras de una misma moneda, que nunca se encuentran. Son lo mismo: comparten bienestar y problemas , pero no se miran a la cara bajo ningún concepto.
Para lo bueno y para lo malo. Bruselas estaba destinada a vivir otra invasión (consentida). Que no se me malinterprete. He escrito “para bien” a propósito.
Sin embargo, en medio de la tragedia, parece que algo no va bien, algo no encaja en la forma en que la gente en Bruselas llora por los muertos y heridos de los atentados del aeropuerto y el metro.
Los terroristas, indudablemente, atacaron “Europa”, y todo el mundo ha entendido el mensaje. No obstante, las fuerzas de seguridad y la policía han sido y son belgas, y por supuesto, Bruselas está en Bélgica.
A los habitantes de Bruselas, belgas o no, les está costando dar sentido a lo que ha pasado. Y lo hacen por separado, porque no hablan el mismo idioma, y su puntos de referencia y lealtad son diferentes también.
En su primera conferencia de prensa tras las explosiones, el mensaje del primer ministro, Charles Michael fue para los belgas. Dijo “nuestro país”, no “nuestra unión”, y pidió a los belgas que estuviera unidos. Me pregunto cuantos extranjeros saben su nombre.
Ik ben Brussel
Siempre que nos identificamos con algo, excluimos el resto. Así fue cuando los ataques a la revista Charlie Hebdo. Mucha gente no puedo decir : “Je suis Charlie” , porque, aunque creían en la libertad de expresión, no podían identificarse con la forma irrespetuosa e irreverente de usar ese derecho.
Algo similar ocurrió en los atentados de París, cuando los medios de comunicación franceses se centraron en los “valores “ de la república, dando por hecho que todo el mundo los compartía. Pero quizás algunos no simpatizan con el secularismo tan grande que representa la sociedad francesa.
En el caso de Bélgica, la cuestión es todavía más simple: si “somos Bruselas”, ¿de qué Bruselas hablamos, la capital de Europa, o la capital de Bélgica? En París se trataba de la sociedad francesa, en Bruselas hablamos de Europa. Aquí y allí, París y Bruselas no son comparables.
¿Seguridad europea para Bruselas?
El titular de portada de la edición impresa del New York Times del miércoles decía: “Los atentados de Bruselas sacuden la seguridad europea”. Cualquiera que conozca un poco cómo trabaja la unión Europea, sabe que la “seguridad europea”, incluso en la situación actual, está muy lejos de ser una realidad.
La seguridad y el gobierno belga has sido el blanco de todos los ataques por los errores que hay podido haber.
El “vapuleo a Bélgica” ha consistido en criticar todas las incoherencias de Bélgica (que reconozco que son bastantes ). Llegó ser trending topic después de los atentados de París, hasta el punto de que algún medio de comunicación extranjero calificó al páis de “estado fracasado”.
Afortunadamente, el anterior embajador de EEUU en Bélgica, declaró que el unico “fracaso” había sido permitir que ese medio dijera eso.
Sin embargo “el vapuleo” empezó mucho antes. Bruselas, “la ciudad que no le importa a nadie”, así es como un experto en comunicación europea titulaba su artículo el pasado octubre. Al menso él dio algún consejo para mejorar la ciudad.
Yo le contesté por twitter que quizás el gobierno belga podía mejorar el área Schuman si los trabajadores europeos pagaran por las infraestructuras que usan diariamente. “Estoy de acuerdo”, me contestó.
Una subcultura utópica
Hay mucho vocabulario que aprender cuando llegas a Bruselas, pero en cuanto te aprendes las palabras, todo cobra sentido. Expresiones como “Eurobubble”, “Eurocrats”, “Place Lux”, “EP ” o “MEP” se convierten en normales.
La que yo prefiero es “expatriado”, que se usa para designar a aquellos trabajadores blanco y bien educados, a los que no podemos llamar (estoy siendo irónica) “inmigrantes” porque son europeos.
Seamos honestos: es difícil salir de la burbuja europea: como ricos y privilegiados inmigrantes, se llevan bien entre ellos, trabajan muchas horas, y vuelan a casa los fines de semana. ¿Cómo van a tener tiempo de aprender francés (u holandés), o descubrir el país donde van a vivir por lo menos 4 o 5 años?
La paradoja va más allá. Muchos de estos expatriados son “europeístas convencidos”, comprometidos con el proyecto de la Comunidad Europea que aboga por una mayor integración. Pero no se dan cuenta de que ese idea surge en la clase alta y educada que vive en el mismo “contexto internacional”. Ellos pueden manejar esta “subcultura europea” donde diferentes nacionalidades conviven compartiendo creencias, cultura y hábitos.
Con los pies en el suelo, ¿qué tipo de Europa sueñan?, ¿cómo pueden hablar de una Unión más integrada, cuando no se integran en el país que les ha acogido?
Esos amables “manneken”
¿Y qué piensan los belgas de todo esto?, es difícil decirlo en el caso de las regiones de Wallonia and Flemish. Durante 20 años, la gente de Bruselas ha visto como crecía su ciudad, hasta convertirse en una construcción interminable.
Entre 2004 y 2007, con la inclusión de los países del este en la unión, ha llegado una nueva oleada de trabajadores extranjeros. Estos trabajadores hablan menso francés que los occidentales, ¿quién puede culparles?, la historia no ayuda, el inglés se ah convertido en al segunda lengua de Bruselas.
Por supuesto, los trabajadores europeos traen dinero y trabajo. Los belgas no se sienten en disposición de protestar, así que se han resignado a aceptar los cambios en al ciudad, como han hecho durante siglos.
El cómico francés Dany Boon dijo: “los belgas inventaron la amabilidad”. Eso noes ciero, porque Bélgica existe desde 1830, y ya había amabilidad antes, pero hay algo de verdad en esa frase. La gente de Bruselas tiene muy buena disposición, y han aprendido, o al menos de verdad han intentado aprender inglés.
Y al final, su sentido del humor es encantador. La estatua de “manneken pis” es muy pequeña, pero graciosa. La patatas, la cerveza, y el chocolate, están buenos cuando se comparten con los expatriados. ¿Qué más necesitamos conocer para llorar juntos?.
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