El silencio de los cristianos, el mirar como simples espectadores, no creo que sea la mejor solución.
¿Qué pasaría si los cristianos no fueran ajenos al discurso de los partidos políticos y, en la vivencia de su fe, se sintieran interpelados por ellos? Los cristianos en España, en este momento político que estamos viviendo, en este tiempo de discursos de partidos en los que, a veces, se habla también de temas que afectan a la sensibilidad cristiana. Sí, temas como el caso de los más débiles y dependientes, el de las políticas sociales para los más pobres, las muchas ideas para eliminar desahucios y otros.
También, junto a esas políticas sociales, otras muy diferentes en las que se destaca más el seguir apoyando el posible bienestar desequilibrado y un tanto insolidario de otros sectores de la sociedad de consumo, el apoyo a los ya enriquecidos y similares ante los cuales los cristianos tendrían algo que decir. Sin embargo, me parece que no sabemos dónde situarnos, no nos preguntamos si nuestros discurso cristiano sería de ayuda, no sabemos bien cómo actuar ante los partidos políticos de turno. Nos callamos.
Algunos me dirán: ¿Es que, acaso, se debe hacer oír nuestra voz en medio de la vorágine de los discursos partidistas están luchando por el poder? Yo no digo que se esté de acuerdo con los partidos de izquierda, ni que se alaben las políticas de derecha o viceversa. Menos aún que se desprecie u odie a nadie por sus ideas, pero el silencio de los cristianos, el mirar como simples espectadores, no creo que sea la mejor solución. No muestra ningún compromiso sociopolítico en las líneas de preocupación por el prójimo que es algo central en el cristianismo. No se muestran los compromisos sociopolíticos a los que nos puede llevar la fe. ¿Deberían hablar los cristianos apoyando aquellas ideas que salen en los foros políticos y que podrían estar más cerca de las creencias que profesamos? ¿Deberíamos denunciar lo injusto? ¿Qué harían los profetas?
¡Qué difícil lo pongo! Pero cuidado: Lo cierto es que no nos debemos centrar en una ética individualista que mira a uno mismo y su relación con Dios, olvidándose de los compromisos y de las implicaciones sociopolíticas que emanan de una fe viva que obra a través del amor. Pensad en los profetas, reflexionad en su discurso profético, en sus denuncias. ¿Es que, acaso, el cristianismo no tiene unos valores mucho más fuertes que los partidos políticos? ¿Hay que dejar correr a los políticos mostrando sus valores, muchas veces antibíblicos, sin que tengamos nada que aportar? Me diréis que cómo lo aportamos y que dónde. Yo os digo: Si hubiera concienciación y disponibilidad, la voz cristiana se oiría por encima de los ruidos políticos partidistas.
Yo creo que ni los profetas, ni Jesús mismo, permanecerían sordos o mudos ante el ruido político que conforma tantos corazones y tantas mentes. La búsqueda de la justicia es un acicate tan grande en la Biblia, que sus valores deberían estar expuestos en las plazas públicas en contracultura con muchos de los discursos políticos. Si los cristianos tuviéramos real preocupación por el otro, por los que sufren hambre, pobreza energética, los que se quedan sin techo, los desempleados de larga duración, los niños desamparados y que pasan hambre, los ancianos con pensiones de miseria y comidos por los copagos, los discapacitados y la ayuda que necesitan y otros asuntos, no podríamos quedarnos callados aunque no perteneciéramos a los foros políticos partidistas
Si los cristianos defendiéramos públicamente estas ideas intentando incluso superar los gritos que salen de los partidos políticos de turno, ¿qué pasaría? ¿Se nos asociaría a alguna corriente partidista o notarían que estamos por encima de los partidos políticos y hablando de la POLÍTICA, así, con mayúsculas? ¿Hablaríamos de forma diferente? Lo que está claro es que la dignificación de los hombres y el coadyuvar a crear políticas sociales que les liberen de ciertos yugos, es algo propio de los valores del Reino que irrumpe en nuestra historia con la venida de Jesús al mundo. La justicia social y misericordiosa es parte ineludible del Evangelio.
¡Qué pena que en tantos contextos políticos, económicos, sociales y culturales no sea visto nunca, por la mayoría de los humanos, el cristianismo como alternativa! Más aún: ¿Ven como sospechosos nuestros coetáneos cuando escuchan a personas exponiendo públicamente los valores cristianos?
Si así fuera, sería porque, quizás, no destacamos por la búsqueda de la justicia social en el mundo, no destacamos por la misericordia ni por pararnos ante el apaleado a los lados de los caminos de la vida, no hemos acostumbrado al mundo a que nos vean en compromiso con el hombre.
Muchas veces, también, podemos ver que naciones europeas que se podrían llamar naciones impregnadas de valores cristianos, ricas e inmersas en el estado de bienestar y creando sociedades de consumo, no destacan por la búsqueda de la justicia social en el mundo. Permanecen calladas e inactivas ante los desequilibrios económicos y ante la pobreza en el mundo. Eso si no colaboran también en su despojo.
Es verdad que, teóricamente, hay multitud de escritos religiosos que hablarían de la justicia social, valores de igualdad y de promoción humana, pero quizás falta el que nos leamos la parábola del Buen Samaritano que culmina con ese imperativo de acción: “Ve y haz tú lo mismo”. Una vez más podemos decir que la verdad se da en la acción y en el compromiso de los hombres. Si no, sólo es una verdad teórica y fría.
Quizás el cristianismo que sabe que tiene también la función en este mundo siguiendo los pasos del Maestro eliminando pobreza y dolor, dignificando y practicando el amor y la justicia, debería oírse también de alguna manera por encima del jolgorio político en el que estamos inmersos. Sería también una fuerza evangelizadora, pues yo creo en el compromiso social evangelizador, en la fuerza de la acción social evangelizadora.
Entendedme. El problema no es del Evangelio ni de sus valores, sino de la posible fuerza y de la necesaria radicalidad en la que los cristianos estamos dispuestos a dar nuestra vida por esos valores, por la causa del Evangelio de la gracia y de la misericordia de Dios.
Por lo tanto, ante los desafíos y discursos políticos, ante la fuerza de los partidos de turno que llenan el ambiente con sus discursos, quizás haga falta el que no vivamos un cristianismo demasiado intimista y alejado del mundo y del compromiso que hemos de mantener con él. Que nuestra voz se oiga como algo relevante y comprometido, porque si no hay compromiso, tampoco habrá relevancia alguna de los cristianos en el mundo.
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