Adiós al amigo

Una llamada de teléfono me sacó de mi realidad.

Una llamada de teléfono me comunicaba en la mañana del miércoles 10 de febrero que mi amigo Sebastián había dejado este mundo para partir hacia la eternidad.

Sentí el resquemor que se ubica en el estómago y que sube hasta la garganta provocándote esa sensación de ahogo que sólo mejora con el llanto.

Un cúmulo de recuerdos irrumpió en mi mente. Todo en la mañana cambió, pasó de ser un miércoles común para convertirse en el día en el que Sebastián nos dejó.

Hay personas que pasan por el mundo de puntillas, apenas dejan huellas. Otras en cambio pisan fuerte, haciendo que aquello que les circunda quedé marcado por su existencia. Sebastián era una de esas personas que trastocaba con amor lo que rozaba. Era capaz de ofrecer su lado más humano y dejar que Dios lo utilizara para cambiar vidas, para extender su reino en este mundo.

Era un ser capacitado para conectar con jóvenes y ancianos, adultos y niños. Un ser plagado de sabiduría y dotado de una sencillez cautivadora.

Decir adiós a alguien como él te sumerge en un estado de pesar, una extraña sensación de vacío y a la vez, contradictoriamente, un sentimiento de profunda alegría al saber que al alzar el vuelo por fin recibirá el galardón prometido y esperado.

Su partida me hace rememorar los días en los que juntos los amigos disfrutamos de su presencia, reunidos pudimos ser espectadores de aquellas veladas en las que nos deleitaba con el armonioso y melancólico sonido de su acordeón. Fue fiel a Dios. Un ser auténtico, sincero, amable, amigo sobre todas las cosas.

Me siento privilegiada por haber compartido parte de mi tiempo con un hombre como él, un hermano – amigo que sabía prescindir de elementos insustanciales para llegar hasta tu corazón y aplicar el bálsamo preciso para calmar tu herida.

Siempre lo recordaré con cariño, ataviado por su amplia sonrisa; era capaz de sonreír con los labios y con los ojos. Constantemente me mostró su calidez y me hizo sentir especial. No era un sentimiento que sólo provocará en mí, por lo general todos los que nos allegábamos a él éramos premiados con el mismo efecto.

Sé que ahora estará gozando de esa vida a la que todos aspiramos. Ese espacio de tiempo eterno en el cual vivir una vida plena y sublime, carente de dolor.

Gracias Sebastián por colorear mi vida con trazos de tu cariño.

Gracias por hacer de este mundo un lugar más hermoso.