Parece que el hecho de tener razón es lo más importante en la vida.
A estas alturas, todo el país conoce uno de los comentarios de Dani Rovira en la entrega de los “Goya”: “Si bajan el IVA al comprar un yate y me da igual, entiendo que a Montoro le pase lo mismo con la cultura”. Se ha desatado una tempestad tal (¡Incluso entre los constructores de yates!) que parece que todo el mundo corre el riesgo de “ahogarse”, por eso no voy a escribir nada más sobre lo sucedido. A veces da la impresión de que no puedes abrir la boca sin que inmediatamente todos se sientan obligados a posicionarse a favor o en contra de lo que dices. Tengo que confesar que me sorprenden los comentarios que escribimos en los artículos, los “tuits” que publicamos sobre tal o cual frase o situación, los debates en los que participamos, las discusiones en las que nos vemos envueltos…
Admiro a las personas que hablan y escriben para expresar razones, debaten para llegar a un punto común y saben discutir para abrazar un acuerdo… Si esta es tu manera de ser y quieres no seguir leyendo puedes hacerlo, porque entenderás perfectamente de qué estoy hablando. Si a otros les parece que las conclusiones a las que llego van mucho más allá de lo imaginable, y que me he puesto demasiado trascendental, les pido perdón basado en el simple ejercicio de expresar mi opinión.
Lo que pienso es que, generalmente no solemos formularnos preguntas esenciales cuando escuchamos o leemos algo; ni reflexionamos pensando: ¿Podría ser que…? Tampoco tenemos el sentido del humor suficiente como para pensar que podamos estar equivocados, o simplemente para sonreír con una buena ocurrencia de alguien, porque parece que el hecho de tener razón es lo más importante en la vida. De nuestra posición no nos mueve nada ni nadie.
¿No será esa una de las razones por las que dedicamos tan poco tiempo a la investigación?
Desgraciadamente solemos atacar a las personas en lugar de exponer aquello con lo que no estamos de acuerdo en cuanto a sus ideas. Ese camino es fruto de la holgazanería y la comodidad: siempre es más fácil encontrar defectos en los demás (¡todos los tenemos!) que esforzarse en comprender sus ideas para poder refutarlas, si es que realmente no son válidas.
¿No será esa una de las razones por las que el debate político está tan lleno de trampas?
Déjame decirte algo personal: cuando escribo, no me preocupa tanto crear debate o ver quién está a favor o en contra, sino simplemente me gusta pensar. Creo que necesitamos disentir sin odiar y aportar razones sin ver al otro como enemigo: simplemente defendemos lo que creemos, y esa defensa tiene el mismo valor sean cuales sean las circunstancias.
Claro, a veces el propio lenguaje nos delata. Escucho a personas debatiendo con otras, o escribiendo sus opiniones y te dicen “Querido” para, a renglón seguido, llamarte ignorante públicamente o decir que no tienes ni idea de lo que estás explicando. Eso sí que no tiene ningún sentido, porque cuando quieres a una persona, ¡de ninguna manera deseas que se quede en ridículo delante de todos! Así que esos “querido” o “querida” son una mentira como la copa de un pino. Es como si te dieran una cuchillada diciendo: “pero te quiero mucho, ¡Eh!”
¿No será esa una de las razones por las que hay tanta violencia de género?
A mí siempre me impresiona que Dios, el ser más poderoso que existe, derrocha su bondad y su amor sobre todos, incluso hacia los que le ignoran o le insultan. Si nosotros estuviéramos en su lugar y nos hubieran tratado de esa manera, como mínimo, habríamos emprendido acciones legales contra media humanidad.
¿No será esa una de las razones por las que tenemos tanta intolerancia religiosa?
Si me permites seguir “pensando” en alto, como hacen los buenos amigos, tengo que decir que hay algo que jamás llegaré a entender y es el anonimato en el que muchos se amparan para decir lo que dicen. No quieren que nadie sepa su nombre porque no tienen el valor para expresar sus opiniones de una manera pública. Podría entenderse una conducta así en un estado en el que no exista la libertad, pero no en una sociedad en la que todos tenemos derecho a decir lo que pensamos. Si crees que algo es cierto, defiéndelo con toda la amabilidad del mundo, pero no te escondas.
Creo que ya he escrito demasiado. Quería expresar una pequeña opinión y se me “ha ido de las manos”. De todas maneras, me encantaría decir algo para terminar: Si crees que estoy completamente equivocado y añades tus comentarios en ese sentido ¡perfecto! No te parecerá mal que no te conteste porque si tienes la razón, se supone que yo ya no tengo nada más que decir.
Pero si todos exponemos nuestras razones y comenzamos a usar frases sinceras como “quizás” o “yo creo”, entonces estaremos escuchando para conocer y oyendo para comprender.
Sea como sea, lo que no quiero es “perderte” como persona ¡Mucho menos como amig@!
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