No se ve de una forma nítida la levadura de los cristianos que debería leudar la masa social y cultural con nuevos valores.
¿Somos los cristianos la levadura que leuda la masa social, cultural y económica del mundo? ¿Tenemos en el mundo la influencia que el mundo nos demanda? ¿Cumplimos con nuestra responsabilidad de ser sal y luz? No. No hablo solamente de los cristianos en España. Hablo de los cristianos en el mundo.
No somos tan pocos, no somos tan débiles, no somos tan incultos y desinformados. No tenemos una escasez de valores que difundir. Es igual que hablemos desde nuestro ámbito confesional protestante, que si hablamos del cristianismo en el mundo en el ámbito interconfesional. La iglesia cristiana se extiende a lo largo y ancho de la tierra. Sin embargo, teniendo en cuenta los valores del reino que son valores que tienden a la transformación de la sociedad, nos podríamos preguntar: ¿Somos, realmente, iglesia del Reino en un mundo en el que hay tan poca transformación social, tanta injusticia y tanta opresión? Estamos en un mundo con más de la mitad de su población en pobreza, en un mundo en donde reina la desigualdad y la parábola del rico necio que agrandaba sus almacenes egoístamente.
Por eso la pregunta acerca de que dónde está nuestra levadura, es de justicia que se haga. No debiera existir, de ninguna manera, una iglesia cristiana esparcida por el mundo coqueteando y jugando con valores consumistas en medio de un sistema tan injusto y tan desigual, en un mundo lleno de valores en contracultura con los valores bíblicos. ¿Tan poca ha sido nuestra influencia a lo largo de más de veinte siglos?
No. No se ve de una forma nítida la levadura de los cristianos que debería leudar la masa social y cultural con nuevos valores. ¿Qué prioridades tiene esta iglesia que no aloja en ella, de una forma tan radical como lo hizo Jesús, el mensaje profético en defensa de los débiles, abusados, empobrecidos y excluidos de las historia? ¿Es que, acaso, no se puede hacer nada más? ¿Hemos perdido el norte? ¿A quién seguimos y cómo le seguimos para que haya estos tristes resultados de miseria, desigualdad e injusticia en el mundo? ¡Qué lejos está la iglesia hoy de los valores del Reino que predicó y encarnó Jesús en una acción y en una denuncia comprometidas!
Nuestra levadura parece desactivada. ¿Qué Iglesia hemos conformado que no encarna los valores del Reino con la radicalidad con que lo hizo Jesús? ¿Responde la Iglesia a las expectativas que Jesús tenía y a los valores de dignificación de las personas, de compartir, de no acumular desmedidamente, de fortalecer al débil y al marginado, de denunciar la opresión y la injusticia y hacer que las estructuras sociales injustas y que las personas vivan en paz y en justicia social? En estas áreas debería estar actuando la levadura que deben ser los cristianos en el mundo.
¿Dónde está nuestra levadura como seguidores del Maestro? Terribles preguntas. Algunos dirán que me calle y que lo deje estar. Que me preocupe de la alabanza y de mirar hacia arriba en donde Dios ha preparado un lugar para mí. Quizás es que hayamos construido el cristianismo y hayamos conformado la iglesia en la práctica de una relación espiritualista y cómoda, en una verticalidad que anula las responsabilidades horizontales del hombre cristiano para con su prójimo.
¡Que se vea esa levadura! Se debería ver de una forma más clara y más comprometida. Sí, porque somos muchos, gritamos, alabamos, ofrendamos y oramos, pero hacemos poco, no nos comprometemos, no somos voceros de los valores del Reino, damos la espalda al grito del pobre y el excluido, al grito de los menesterosos de la tierra. Quizás se necesita algún profeta que como Isaías reciba el llamado de gritar “a voz en cuello” contra la rebelión de su pueblo que se ha quedado en la insolidaridad pasiva mirando más al recibir que al dar, que el hacer y el actuar para transformar el mundo, para actuar con misericordia y compromiso hacia el prójimo.
¿Ha perdido la fuerza nuestra levadura? ¿Qué iglesia hemos construido en el mundo para tener millones y millones de lugares de culto a lo largo y ancho del mundo pero con una influencia social tan pequeña? ¿Sobre qué parámetros hemos construido? ¿Hemos tenido en cuenta que el amor a Dios y al prójimo está en la Biblia en relación de semejanza? ¿Hemos, quizás, olvidado esta enseñanza? ¿Hemos construido todo el edificio que debería ser el cuerpo de Cristo en la tierra desde un espiritualismo desencarnado a años luz del compromiso de Jesús con el hombre?
Para activar de nuevo esa levadura, se necesita la labor profética en busca de la justicia, también de la justicia social, el trabajo por evangelizar la sociedad y la cultura, por practicar un evangelio encarnado que sea una mano tendida hacia el hombre que sufre.
Trabajemos por la reactivación de nuestra levadura que debe leudar la sociedad en todos sus aspectos. Sí, sí, sí. Somos demasiados cristiano en el mundo para que no se note esa sal y esa luz que hemos reducido al campo de una mística espiritualista y desencarnada de la realidad.
Hay que rescatar lo que ya tantos llaman la misión integral de la iglesia. Sí. La iglesia está llamada a ser y tener una mayor influencia en todos los ámbitos: espiritual, social, humano, cultural y económico. Si no, la pregunta sigue sonando: ¿Qué iglesia hemos construido o conformado que siendo tantos en el mundo, teniendo tantos lugares de cultos, templos e iglesias, no somos capaces de tener una mínima influencia a favor del prójimo despojado, robado y lanzado a los infiernos de la pobreza y exclusión social? ¿De qué iglesia estamos hablando? ¿Qué valores del reino estamos esparciendo? Quizás seguimos bebiendo esa leche espiritual que nos conforta, pero que nos ha dejado en la situación de bebés que no han crecido. Toda una tragedia que se mueve en medio de una levadura desactivada.
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