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Domingo Ricart y su impacto

Nos acercamos a tres cuáqueros, Domingo Ricart, José Pijoan y Joan Roura Parella, todos con un espíritu cuáquero de pacifistas y visión humanitaria.

ORBAYU AUTOR Manuel de León 09 DE DICIEMBRE DE 2015 11:00 h

Otros protagonistas que representaron al protestantismo español y catalán son bastante desconocidos en nuestros medios. Brillaron durante la Guerra Civil española en la ayuda humanitaria luchando por conseguir los socorros que tanto se necesitaban en España.



Nos referimos a tres cuáqueros, Domingo Ricart, José Pijoan y Joan Roura Parella, los dos primeros relacionados con la Iglesia calvinista Reformada Suiza, pero en la práctica todos con un espíritu cuáquero de pacifistas y visión humanitaria.




Seamos verdaderamente pacíficos, seamos hacedores de paz, morando en la paz que hizo Cristo entre Dios y los hombres; y así, con nuestro esfuerzo, contribuiremos a conducir y guiar a otros para que gocen de esta paz, que el mundo no puede dar. 



Domingo Ricart (i)




Dice Farah Mendlesohn, en uno de los anexos a su tesis, que Domingo Ricart es el único de los asistentes españoles que alcanza una personalidad clara y delineada en las cartas que los Amigos escriben. Una nota necrológica en el Lawrence Journal World de 1987 daba la noticia de la muerte del profesor de lenguas Románticas, español, en la Universidad de Kansas, fallecido el 21 de abril de 1987 en Boulder. Era doctor en Historia por la Sorbona desde 1927 y es considerado como un miembro activo de los cuáqueros. De 1942 a 1947 vive en Londres y es lector en el London Polytechnic Institute.



A pesar de que rara vez hablaba directamente con la FSC (Comité Cuáquero), mantuvo una presencia continua a lo largo de la misión, en Barcelona, de 1936 a 1940, y su ayuda era particularmente importante ya que, aunque Jacob hablaba castellano, que no hablaba catalán, Ricart asumió el papel de traductor, mediador. Norma Jacob pasaría gran parte de su tiempo con las colonias de los niños en Puigcerdá. Ricart dejaría poco escrito sobre su actividad ( aunque sus obras históricas, que se encuentran en la biblioteca Haverford, son extensas), pero el peso de su presencia está encajada en su relación con Alfred Jacob.



Domingo Ricart fue educado como católico, al igual que la mayoría de sus contemporáneos. Sin embargo, él había comenzado a cuestionar las enseñanzas de la iglesia, mientras que todavía en la escuela en Barcelona. Luego pasó a estudiar en París y en 1936 estaba trabajando en Barcelona y en el consejo de la YMCA. Fue por este tiempo un pacifista comprometido, pero no estaba alineado con ninguna iglesia. En una charla que dio en 1940 durante el año en que residió en Woodbrooke, el centro cuáquero en Birmingham, Ricart recordó  haber "resuelto una larga, profunda y angustiosa" crisis religiosa por abandonar la Iglesia Católica, encontrando la satisfacción de su más inmediatas necesidades espirituales en la Iglesia Reformada calvinista suiza. En particular, él disfrutó del "reconocimiento a ultranza de la soberanía absoluta y directa de Dios sin intermediarios humanos" Cuando Alfred Jacob llegó a Barcelona, Domingo Ricart le dio la bienvenida como el primer pacifista que había conocido. Pocos días después de este primer contacto con Alfred Jacob, lo llevó a su casa, y luego comenzó la amistad más completa y profunda que tuvo. Dos años y medio de vida y de trabajo en común, compartiendo inquietudes y peligros, alegrías y dificultades, les habían unido completamente.



La conexión espiritual entre los dos era fuerte y Domingo Ricart ofreció Alfred Jacob tanto un local para las oficinas del YMCA y alojamiento para él y su esposa, Margarita de las Barreras. Cuando la unidad se trasladó a una casa, el Hogar Luis Vives, Domingo Ricart y su esposa se mudaron como parte de la unidad, uno como el segundo administrador y Margarita como ama de llaves o gobernanta. Sin embargo, a diferencia de Alfred Jacob, Domingo Ricart no vio el cuaquerismo como forma espiritual adecuada para el alma española muy a pesar de la discusión y el estudio con Jacob. En 1940 Ricart vio en la Sociedad de Amigos un camino que le gustaría seguir. Durante un año pasado en Woodbrooke se convenció de que la tradición mística española, encarnada por Juan de Valdés era "sorprendentemente coincidente" con los pensamientos y escritos de George Fox. Hoy muy pocos protestantes han leído a Juan de Valdés, reformador español e italiano y conocen la riqueza teológica y filosófica valdesiana.



Dice Daniel A. Crews (ii) que “según Ricard, Valdés abandonó la idea medieval que decía que los vestigios externos del linaje, la riqueza y el servicio militar guiaban a unos a otorgar la honra a otros. La honra valdesiana era una virtud interior, una seguridad espiritual que dependía totalmente del individuo. Era ejemplificado de mejor manera por el deseo de sacrificar los bienes y la fama, ser deshonrado ante los ojos del mundo como los primeros mártires cristianos. Ricart concluyó que Valdés había deducido su concepción de honra por medio de Erasmo en su separación platónica de la carne y el espíritu”



Al igual que Alfred Jacob, Ricart, aunque un intelectual, era un creyente en el cristianismo practico y fue más impresionado en la acción de los cuáqueros  que con la doctrina cuáquera. Sus ideas para la actividad misionera de la posguerra incluyen experimentos en el cristianismo práctico y "la aplicación de los principios cristianos de justicia social". Sin embargo, sus nociones de justicia social fueron canalizadas por su opinión acerca de la moralidad de los destinatarios. Así fue Ricart quien convenció a Alfred Jacob, a principios de la guerra para rechazar la solicitud de la autoridad de una cantina en uno de los distritos de Barcelona. La importancia de esto no debe exagerarse: la atención moral y espiritual era también una preocupación importante para los Amigos.



“El Juan Luis Vives Scholarchip Trust fue fundado en Londres en la primavera de 1942 para ayudar a los jóvenes refugiados para que se formasen profesionalmente y no perdiesen su propia cultura. El Dr. Negrín nombró a Domingo Ricart y a José Struch para que organizasen la Fundación. La vida breve de esta fundación hizo que Ricart llegase a ser profesor de español y Portugués por la Universidad de Kansas y Costa Rica. Sus obras sobre Juan de Valdés rebosan erudición y entendimiento del pensamiento valdesiano como puede verse en “El concepto de la honra de Juan de Valdés” o en Domingo Ricart. Juan de Valdés y el pensamiento religioso europeo en los siglos XVI y XVII; Conocemos La Luz interior: sus expresiones para el Comite Mundial de Consulta de los Amigos y Notas para una biografía de Luis Usoz y Río; Seis páginas dedicadas a Ayuda a los niños durante la guerra civil: 1936-1939 : una historia que debiera escribirse; Los Amigos: principios, testimonios y prácticas de la Sociedad de los Amigos (Cuáqueros) Domingo Ricart publicado por el Comité Mundial de la Sociedad de los Amigos, 1964, 93 páginas



José Estruch , director teatral, nace en Alicante (Comunidad Valenciana), el 3 de mayo de 1916 y muere en Madrid en 1990. Gran parte de su trabajo como director teatral, de ópera y profesor de actores la realizó en Montevideo, Uruguay. Terminada la Guerra Civil y luego de pasar ocho meses en un campo de concentración en Francia José Estruch se exilia en Londres donde permanece hasta 1949. Allí vive su primera experiencia teatral, en un campo de 4000 niños refugiados de origen vasco en un pueblo cercano a Londres donde les hace representar obras del teatro clásico.



La aportación del cuáquero catalán Domingo Ricart y Grado fue significativa y siempre tendrá un lugar destacado en la organización de servicios de ayuda a la infancia evacuada y necesitada. Domingo Ricart y Grau nació el 9 de mayo de 1901 en Molins de Llobregat se casó a los 32 años con Margarita de las Barreras de 29 años nacida en Barcelona el 1 de enero de 1904, la boda fue en Barcelona el 20 de noviembre de 1933. De Ricart se conoce que fue educado dentro de la iglesia católica, trabajó de bibliotecario a Escornalbou; después conoció la iglesia reformada calvinista y se interesó en ella. Viajó a París y estudió en la Sorbona donde entró en contacto con el movimiento de jóvenes YMC (United Christian Youth Movement, Movimiento de Jóvenes Cristianos Unidos). Tiempo después y ya en Barcelona entró a trabajar en un establecimiento comercial de tejido. En el año 1936 cuando los Jacob visitaron Barcelona, él se puso en contacto e incluso lo hospedaron en su casa. Luego con el estallido de la Guerra Civil y el inicio de la ayuda de los cuáqueros se trasladaron al Hogar Luis Vives y desde allí colaboraron juntos con el proyecto de ayuda. Supo transmitir la realidad de la situación de necesidad y transmitir información a la sede central a través de cartas, a los Comités ingleses y americanos de Amigos. En una de ellas decía:



"Tenemos probablemente la más completa base de datos en existencia sobre este terrible problema. Hay quizás 350.000 personas sin casa, sólo en Cataluña, y de éstos, una tercera parte son niños que están viviendo en las condiciones más deplorables.



"Es de máxima urgencia sacar estos niños fuera de los lugares donde la gran mayoría de los refugiados viven, y esto ya está hecho por las autoridades locales y cuando sus recursos lo permiten; pero, mientras tanto, algún tipo de ayuda de emergencia es absolutamente esencial si no se quiere arruinar de por vida la salud de los niños; algunos de ellos mueren por causas triviales, otros están desnutridos y con carencia, incluso, de los cuidados más elementales”.



No quisiera terminar esta semblanza sin traer su propio testimonio de conversión (iii) que ilustra también la motivación fundamental de su vida.




Mi contacto inicial con los Amigos (que duró 34 meses), fue participando en la Obra de Socorro emprendida por los Amigos ingleses (FSC) escasamente a los dos meses de estallar la Guerra Civil española (1936-39). Sería una historia muy larga de contar, y que no hace al caso ahora.  Sólo diré que, después de algún tiempo de trabajar, y convivir en nuestra casa con la "Unidad de Ayuda a las Mujeres y Niños de España" de la Sociedad de los Amigos, me di cuenta de que antes de la reunión acostumbrada de los lunes, para planear (en lo posible) las actividades de la semana, los Amigos de la Delegación se encerraban en una habitación y guardaban silencio por más de media hora. Intrigado, pregunté a Alfred Jacob, jefe de la Misión, qué hacían allí-« Me explicó cómo era su costumbre reunirse en adoración silenciosa para pedir la luz divina que tenía que guiar su acción. Naturalmente me invitó a participar, si me sentía inclinado a hacerlo. Y así, en plena guerra, aprendí lo que era el culto de los Amigos en silencio. Muy pronto me di cuenta de que necesitaba aquellas reuniones para poder seguir, sin desfallecer, una actividad intensa con problemas, al parecer insolubles y que agotaba, y vaciaba a uno constantemente. Era necesario poder recargar la batería espiritual.



Entonces comprendí también porqué unos extranjeros, que nada tenían que ver con nuestros problemas, eran capaces de dejar su patria (segura y en paz, entonces), su hogar y su trabajo, para ayudar a unos desconocidos. Comprendí asimismo que sólo podría explicarlo una profunda experiencia religiosa, quieta, sincera, no agresiva, tan distinta de aquella en la que habíamos sido criados. Algunos pocos de nuestros colaboradores también lo comprendieron.



Naturalmente conocía las Bienaventuranzas, que de niño había aprendido de corrida en el Catecismo. Pero eran consideradas como un ideal más bien para aquellos que querían ir más allá de lo estrictamente requerido. Un ideal difícil, por no decir imposible de alcanzar.



También nos habían enseñado las obras de Misericordia, no como obligación sino como consejo a los que tenían buena voluntad y disponían de tiempo y dinero. Las Hermanas de la Caridad y las Hermanitas de los Pobres, se dedicaban a practicarlas, como algunas damas ricas que organizaban tés, tómbolas y bazares para sus pobres.



En la escuela también nos habían enseñado el Padre Nuestro, que personalmente no habíamos llegado a apreciar, saborear ni comprender a fuerza de repetirlo maquinalmente y recitarlo a carrerilla infinidad de veces en aquellos rosarios interminables.



Fue ministrando las necesidades corporales de las víctimas inocentes de la guerra fratricida (especialmente a los niños y las madres) que conocí de cerca la magnitud de la miseria humana y la aberración de la guerra y de la violencia. En principio ya estaba convencido de ello. Unos años antes me había pasado todo el verano estudiando las ideas sobre la paz y la organización internacional de un humanista cristiano español del siglo .XVI, Juan Luis Vives. Por él descubrí el pacifismo cristiano, y cuando llegaron los primeros cuáqueros a Barcelona, apenas dos meses después de estallar la guerra, comprendí su posición. Lógicamente, cuando la Unidad de Ayuda tuvo local propio se llamó Hogar Luis Vives.



Pero me faltaba haber vivido, haber palpado la intensidad de la tragedia humana que la guerra había traído. A primeros de febrero de 1939, en la carretera hacia el norte que saliendo de Barcelona cruza los Pirineos, flanqueada de nieve aquellos días, entre millares de viejos, mujeres y niños, se nos cruzó una madre joven, demacrada, con un dolor intenso de frío, cansancio y hambre marcados en su rostro, pero al mismo tiempo serena y determinada. Con un paquete de ropa en la cabeza, dando la mano a cada uno de sus dos hijitos, me hirió como la imagen de Jesús llevando la cruz. Fue como una revelación y una sacudida interior, profunda, que nunca podré (ni quiero) olvidar. Aquella pobre y valiente mujer ¿qué pensaría?, ¿creía en Dios? Probablemente sólo en cruzar la frontera y buscar alguna seguridad en un futuro misterioso e incierto. Oficialmente era una enemiga que sus hermanos, los nacionales de la llamada cruzada cristiana, obligaban a abandonar su hogar para salvar por lo menos la vida.



Es frecuente y peligroso, cuando se está en medio de tantísimo sufrimiento y horror, perder la perspectiva; y ver sólo la masa, la multitud, el número. Pero afortunadamente Dios permite que algún caso individual, entre millares, nos ayude a sacudir la conciencia, abrir los ojos y verle a El. Recordemos la descripción del juicio en -Mateo (25:40): De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis (o no lo hicisteis) a uno de estos mis hermanos pequeñitos a mí lo hicisteis.




A medida que he ido conociendo los escritos de Ricart me he dado cuenta de que toca principios fundamentales olvidados muchas veces y mal interpretados otras. En esta misma conferencia dice:




Es un hecho innegable, que hay que lamentar, que entre los Amigos actuales se haya creado como una dicotomía y una polarización, sobre dónde debe radicar el énfasis en nuestra vida personal y colectiva: culto (adoración) o trabajo; piedad personal o preocupación social; cielo (aspiración) futuro o tierra (realidad) presente; raíz (vida interior) o fruto (exterior). Los grandes líderes cuáqueros no han aceptado esta dicotomía. La experiencia cristiana es total, integrada. Como escribe Barclay:



"La verdadera piedad no aleja del mundo a los hombres, sino que los capacita para vivir mejor en él y estimular sus esfuerzos para corregirlo, para hacerlo mejor."



En conciencia, no podemos desentendernos de los problemas de nuestra sociedad: son nuestros hermanos los que sufren y está en nuestro poder hacer algo, o mucho. No podemos cerrar los ojos. Pretender no conocerlos. Tampoco debemos gastar nuestras energías sin plan, ni buscar paliativos que no resuelven los problemas ni atacan las causas. No podemos aceptar soluciones o tácticas reñidas con nuestras sinceras convicciones religiosas y pacíficas, y con nuestra experiencia (como Amigos) de más de 300 años; pues las tácticas violentas son contraproducentes.



Hay que explotar y practicar todos los métodos no violentos para conquistar la injusticia. Vencer el mal con el bien. ¿Por qué, después de dos milenios, el cristianismo y las enseñanzas de Jesús, no han tenido más éxito? Porque las Iglesias han definido los dogmas de fe, pero no se ha visto, ni se ha aplicado consistentemente, el dinamismo inmenso de la fe, de la convicción y de las experiencia personal. Se ha confiado en la' violencia para solucionar los conflictos y muy poco en el amor, como dice un teólogo católico (Haring):



"Por vergüenza hemos permitido contraponer el Evangelio social al individual. Por un lado necesitamos la experiencia personal de la iluminación (o como dicen otros, de la conversión o salvación); por el otro necesitamos demostrar la verdad del Evangelio en nuestras relaciones sociales, de negocios, laborales, políticas y familiares."




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(i) Final de su discurso El Pacifismo Activo por Domingo Ricart Publicado por El Comite Mundial De Los Amigos  Sección de las Américas  20 South 12th Street, Philadelphia 7, Pa. yel  Colegio Wilmington, Wilmington, Ohio.

(ii) De armas y letras: El cursus honorum de Juan de Valdés. Daniel A. Crews. Central Missouri State University

(iii) Se halla este testimonio en la Conferencia “La base cristiana de la preocupación de los amigos” Domingo Rcart, De la Junta Mensual de los Amigos de Boulder Colorado, publicada en Méjico 1987


 

 


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