Hace unos 700 años, una vida de lo más fascinante llegó a su final.
Cuando estaba en el colegio, la Edad Media era conocida por ser la época de las Cruzadas, un periodo de guerra prolongada y normalmente sin un fin claro. Puede que Ricardo Corazón de León, el rey de Inglaterra a finales del siglo XII, fuera el guerrero más conocido de Inglaterra y Francia (gobernó sobre la mitad de su territorio). En 1212 los castellanos ganaron una gran victoria en Las Navas de Tolosa y marcharon hacia Andalucía para conquistar la segunda ciudad del mundo musulmán, Córdoba. Y en 1229 Jaime I de Aragón conquistó Mallorca, aunque tal vez fuera la figura anterior de El Cid quien ha capturado nuestro imaginario común por medio del personaje de Charlton Heston en la película de ese mismo nombre.
Un dicho común entre los cristianos en el tiempo de las Cruzadas era: “El único sarraceno bueno es el sarraceno muerto”. La mayoría de la cristiandad consideraba que la fuerza era el mejor modo de lidiar con la amenaza musulmana. Prácticamente no se había oído nunca entre los cristianos la idea de evangelizarlos.
Pero un hombre se destaca por ser diferente. Ramón Llull, nacido en 1232, era el hijo de uno de aquellos guerreros que conquistaron Mallorca, pero cuando él llegó a la mayoría de edad la lucha en la isla era historia y él veía la conquista en términos de a cuántas mujeres podía seducir. Como playboy de su tiempo, también se enamoró de las canciones de amor y los romances.
Entonces, un cálido día de verano de 1263, parecido a lo que le pasó a Pablo de camino a Damasco, comenzó a tener visiones de Cristo y tras convertirse de una forma extraña su objetivo en la vida pasó a ser desde ese día el de ver a los “infieles” convertidos, no muertos. Escribió bastantes libros sobre este tema y otras cuestiones teológicas, cubriendo un amplio registro de teología, algo no siempre apreciado por la clase dirigente. Además de estos trabajos, continuó escribiendo acerca del amor, ahora intentando demostrar cuánto ama Dios al mundo.
Con esto no solo alcanzó una audiencia mucho más amplia en su día, sino que lo hizo de una manera que no se había hecho en siglos, escribiendo en el lenguaje de la gente, en su caso el catalán. Fue así la primera persona en escribir seriamente en una lengua romance y se convirtió en el padre de la lengua catalana y, en cierto sentido, de todas las lenguas europeas escritas.
El interés de Llull por convertir a los paganos solo se parecía a su deseo por “recristianizar” a los “cristianos” de su tiempo, a quienes consideraba también sujetos al dominio del pecado en sus vidas.
Llull estaba influido grandemente por Francisco de Asís, un hombre cuyos intentos por ganar por medio del amor habían convencido a muchos corazones un siglo atrás. Pero Llull también estaba convencido de que podemos usar la apologética para explicar y demostrar la verdad del evangelio. Muchas de sus obras van enfocadas en esta dirección, aunque pocos cristianos modernos pudieran compartir en realidad toda su teología y sus argumentos.
Hoy en día, aquellos que nos consideramos cristianos europeos también necesitamos prestar atención al mensaje y la misión de Llull. Nos encontramos de nuevo en un mundo al borde —por mucho que los políticos intenten negarlo— de una cruzada cultural.
Los cristianos somos muy entusiastas a la hora de defender nuestros intereses, ya sea contra la arremetida del ateísmo o del islam. Peleamos batallas contra la discriminación y el aborto en casa y contra la persecución de la iglesia en el extranjero. Estas, en realidad, son cuestiones importantes y no se pueden descuidar. Pero necesitamos tomar una posición diferente y ver a nuestros compatriotas europeos como personas atrapadas por el pecado que necesitan la salvación que solo pueden traer el arrepentimiento y la fe en Cristo. Y necesitamos ver que necesitamos ver a las personas de Oriente Medio y el norte de África exactamente del mismo modo, como personas por quienes murió Cristo, que necesitan que alguien les hable de la Buenas Nuevas.
Llull fue un hombre de gran influencia que trabajó duro para convencer a los líderes de su tiempo, aunque nunca tuvo apoyo real y casi ningún impacto en los corazones musulmanes. Su uso de la lengua catalana (en oposición al latín) como un medio de comunicación serio prácticamente preparó el camino para el desarrollo de las lenguas europeas; y tal vez así del desarrollo de los estados europeos, cada uno con su propia lengua. Hoy en día, donde se comparte una lengua de forma común también se comparten del mismo modo muchas otras actitudes y tradiciones culturales. Aquellas tierras que usan más de una lengua sienten constantemente la presión, como es particularmente notable en la presente situación del catalán dentro de España.
Pero hoy su mensaje acerca del islam debe captar de nuevo nuestra atención, a pesar de las dificultades que conlleva. Usando el eslogan hippie: “¡Haz el amor, no la guerra!”. Y si miras más allá de los titulares, puedes encontrarte con que, de hecho, muchos musulmanes consideran que Cristo sufrió los excesos de los demás en su parte del mundo.
Es mi creencia, Oh Cristo, que la conquista de la Tierra Santa no se debería conseguir de otro modo diferente a como Tú y Tus apóstoles se comprometieron a conquistarla: por medio de amor, de oración, de lágrimas y del ofrecimiento de sus propias vidas.
(Cita de Llull en The Modern Churchman, edición desconocida, p. 331).
Llull se esforzó por ganar apoyo para sus ideas, aunque con escasos resultados. Al final de su vida también escribió:
He trabajado durante cuarenta y cinco años para obtener el favor de los pastores de la Iglesia y de los príncipes de Europa por el bien común de la cristiandad.
(Ibid., p. 332).
Tal vez también nosotros necesitamos tomarnos seriamente la necesidad de persuadir a nuestros líderes políticos y religiosos de las posibilidades de un acercamiento diferente al islam. Llull continuó con su compromiso para el final de su causa. En 1315 viajó a Túnez para predicar el evangelio, y la leyenda cuenta que fue asesinado en manos de “sarracenos”. La verdad es que es más probable que regresara a casa, aunque sin mucho éxito en su empresa. Está enterrado en Mallorca.
Chris Mathieson, licenciado en Estudios Hispánicos
Fuentes: varios documentos sin publicar, artículo en The Modern Churchman (1911?), de edición desconocida, Wikipedia y documental para televisión del 25 de noviembre de 2015.
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