Interrogantes a la evangelización desde el hambre

Desde el hambre también surgen interrogantes. ¿Existe la cultura del hambre y de la miseria? Muchísimas veces en teología se ha hablado de la inculturación del Evangelio. Y es verdad que el Evangelio debe ser inculturado para que las gentes de esos contextos culturales lo puedan entender mejor y verlo más cercano a ellos. Por tanto no hay que renunciar al esfuerzo de esta inculturación. No cabe duda.

Sin embargo, como en todos los ámbitos de la vida, puede haber disfunciones. En muchos casos inculturamos el Evangelio en contextos culturales del mundo rico y gestamos una concepción del Evangelio dentro del corsé de una teología inculturada dentro de los modelos de sociedades de consumo, de sectores sociales en donde se acumula injustamente la riqueza, en contextos en donde se considera la riqueza como prestigio y la acumulación de riquezas como una bendición de lo alto.

Al traspasar ese evangelio inculturado en nuestras sociedades ricas a otras con diferentes parámetros en donde existan los interrogantes que surgen del hambre y de la miseria o, en su caso, el cuestionamiento que se hace desde los focos de pobreza dentro de esas sociedades ricas, se pueden dar grandes disfunciones y la presentación del Evangelio puede resultar chocante.

Cuidado no traspasemos nuestro evangelio inculturado en medio de los sectores más ricos de las sociedades de consumo a otros ambientes en sociedades más pobres o en los focos de conflicto y pobreza que se dan también en el seno de las sociedades ricas. En donde existen las secuelas de la cultura del hambre con todos sus interrogantes. Se pueden dar problemáticas en muchas personas de sectores empobrecidos al intentar vivir ese evangelio que hemos traspasado sin inculturarlo previamente en el seno cultural de las sociedades pobres o en medio de los focos de pobreza y conflicto de las sociedades ricas.

Nosotros, en nuestra vieja Europa, tenemos sin ni siquiera quererlo ni pensarlo, un concepto de evangelio inculturado en valores eurocéntricos que chocarían bastante en medio de los parámetros culturales de las personas en los países pobres con sus estómagos vacíos, la muerte de muchos niños por enfermedades vencibles, por falta de agua potable y otros. Muchas veces en los países pobres se plantean cantidad de interrogantes desde su hambre, su miseria y sus problemáticas para seguir viviendo en dignidad, que puede chocar con un evangelio que ha sido inculturado en medio de la cultura consumista y rica de los países acumuladores.

Por tanto, en los países pobres o en los focos de pobreza que se dan en muchos lugares de los países ricos, se debería hacer una nueva inculturación desde las perspectivas y los valores que allí se viven que son contracultura con los valores que, incluso los cristianos, mamamos en los países ricos o en sectores integrados en las sociedades de consumo. Muchas de nuestras expresiones evangelizadoras podrían ser contracultura en medio de los focos de pobreza o en el ámbito de los países empobrecidos. Habría que estar muy atentos a los proyectos evangelizadores en diferentes contextos.

Hay muchas cuestiones que hay que evitar para que no se dé una especie de imposición imperialista de un evangelio inculturado en paradigmas teológicos en donde se puede estar dando el culto al dinero y al poder, a la vez que se someten todos al fuerte poder de las riquezas. Reflexionemos. ¡Cuidado!

Tengamos en cuenta a la hora de intentar inculturar, el concepto actual de interculturalidad. Por tanto, a la hora de evangelizar, debemos terminar cayendo en la interculturalidad. Ser conscientes de que hay muchas culturas igualmente válidas y en nada inferiores las unas a las otras y, por tanto, se debe dar desde el respeto una especie de policentrismo cultural que debe afectar tanto a la evangelización como a nuestra vivencia de la espiritualidad cristiana.

Por tanto un posible error en la evangelización del mundo sería ir a través de él presentando un cristianismo inculturado en medio de los valores de las sociedades ricas y de consumo en los que se evangeliza desde arriba, desde los más integrados en las sociedades ricas perdiendo las perspectivas de Jesús que evangelizó siempre desde abajo. Su evangelio era para todos pero con un cambio de perspectiva en relación con muchos de los actuales sistemas evangelísticos: Evangelizaba desde los valores de los pobres, de los oprimidos, de los marginados y estigmatizados de la sociedad.

Jesús evangelizaba desde una identificación con los desposeídos. Por el contrario, y en contracultura con los valores de Jesús, muchos esfuerzos evangelísticos en el mundo hoy se hacen desde los de arriba, desde los integrados en las sociedades enriquecidas que pone barreras para que el Evangelio predicado se ponga al servicio de los pueblos oprimidos. Por tanto, quizás, la inculturación del Evangelio se debería hacer desde perspectivas interculturales teniendo en cuenta también cómo afecta a las culturas el hambre y la miseria.

Las sociedades ricas ya tienen modelos en sus ciudades para aprender a vivir la interculturalidad pues hay personas procedentes de todos los países y de todos los estratos sociales, de diferentes lenguas, culturas y valores, ricos y pobres.

Así, pues, podríamos concluir que debemos encaminarnos hacia una evangelización que debería ser pluricultural o intercultural y, además muy importante, solidaria con la situación de las personas, fundamentalmente con los más pobres y estando siempre abiertos tanto al anuncio de un Evangelio liberador como a la denuncia de los sistemas injustos que oprimen y empobrecen a más de media humanidad.