Desciende hasta tocar lo divino

Puedes mirar hacia arriba, querer parecerte a los ángeles, desear estar enganchado a Dios, unido a Él, pero si queremos imitar a Jesús, además de mirar hacia arriba bajemos la mirada hacia el mundo con sus problemáticas, miremos también hacia abajo. La mirada hacia arriba es imprescindible, pero la mirada hacia abajo nos une al prójimo, fundamentalmente a aquél que está en los focos de conflicto, en el infierno de la pobreza y de la exclusión social.

Desciende. Da tu salto de fe. Imita al Maestro. Intenta descender a estos infiernos con la mano tendida ofertando ayuda. Esto es lo que va a dar credibilidad a nuestra fe en la divinidad que miró a los bajos fondos de un mundo caído… y lo dejó todo para morar entre nosotros y ofrecer no sólo perdón a los pecadores, sino dignificación a los desclasados y proscritos e del mundo. Era el Dios que descendía, el Dios que miraba hacia abajo, el Dios que irrumpió en los abismos terrestres… por amor.

Si decimos amar a Dios, pero somos incapaces, por comodidad o falta de concienciación e interés, de descender a los focos de conflicto de la tierra, debemos replantearnos ese amor a Dios que no nos motiva al descenso. Tenemos que descender como lo hizo nuestro Maestro. Descender para servir.

Dirigir la mirada en dirección equivocada puede producir la muerte. Incluso en los abismos terrestres hay un arriba y un abajo. Muchos prefieren mirar a los de arriba y rendir tributo y admiración a los integrados, a los enriquecidos, a los considerados triunfadores en contracultura con los valores bíblicos. Podemos equivocarnos en la dirección de nuestra mirada. Allí donde se dirija nuestra mirada se dirigirá también nuestro corazón, nuestra acción y, en su caso, nuestra idolatría.

Es verdad que nos importa nuestra salvación, pero hay oferta de salvación también mirando hacia abajo. La salvación es imposible para los que sólo miran hacia arriba olvidando la projimidad. El amor a Dios y el amor al prójimo están en relación de semejanza. El que mira hacia Dios, no tiene más remedio que mirar también hacia los bajos fondos donde está el prójimo sufriente. Si no, no cumpliríamos con la relación de semejanza que hay entre el amor a Dios y al hombre, al prójimo en necesidad.

Si no podemos mantener esta doble relación, quizás nuestra fe esté muerta. Es verdad que nos salvamos por fe, pero una fe que, según el Apóstol Pablo actúa a través del amor. Se dan las obras de la fe y, así, nos podemos convertir en agentes de liberación que actúan en el mundo a través de una fe viva.

Hay religiosos unidireccionales. Éstos son los que miran solamente hacia arriba y nunca descienden de su tren de la prosperidad para codearse y relacionarse con el prójimo pobre y sufriente. Éstos no han entendido la encarnación de Jesús.  

Aquellos que pueden descender, que pueden bajar, que son capaces de dirigir su mirada hacia abajo en amor y solidaridad con el prójimo, pueden ver, simultáneamente, tanto al Jesús Dios como al Jesús hombre.

Los que descienden a los focos de pobreza en solidaridad con los prójimos sufrientes y apaleados de la historia, pueden entender el descenso de Dios y comenzar a vivir el auténtico sentido de la vivencia de una espiritualidad cristiana bidireccional, con dos polos, dos referentes inseparables en esa vivencia. Pueden entender al Dios hombre. ¡Curioso descenso! Un descenso que nos invita a nosotros, sus seguidores, a bajar también a esos abismos terrestres en donde se dan los focos de pobreza, de sufrimiento y de conflicto.

Muchos, en su unidireccionalidad, no pueden ver al Dios que desciende. Los que se quedan en la sola perspectiva del Jesús Dios y unidireccionados verticalmente, no son capaces de percibir la otra parte de la realidad del Redentor del mundo. El Dios hombre, descendido, humillado, preocupado de los proscritos, los humildes y los privados de su dignidad.

¡Desciende, desciende, baja a los focos de conflicto, a los infiernos terrestres como mano tendida, agente de liberación! Si no lo haces hay un riesgo muy importante: Existe el riesgo de perder humanidad y no debemos olvidad que Jesús fue humano, muy humano, preocupado a su vez por todo lo humano sin que le fuera ajeno nada de lo relacionado con el hombre.

Quizás el ser muy humanos sea lo que nos acerque a aquella divinidad que a veces buscamos sin éxito mirando sólo hacia arriba olvidando al prójimo. Lo humano y lo divino se juntan hasta extremos insospechados. Yo creo que el amor a Dios nos lleva al amor al prójimo y viceversa. Así, los valores del Reino que nos deja Jesús, son valores descendentes que llegan incluso a poner a muchos últimos como primeros y se acuerda de los desempleados, de los débiles, de los lisiados y excluidos.

Son personas que pierden una de las dimensiones más importantes del cristianismo: su humanidad. Esta humanidad es la que nos convierte no solamente en divinos que podemos tocar el trono de Dios en los cielos, sino en personas muy humanas, cercanas a los hombres, fundamentalmente a aquellos que sufren. Eso es lo que significa en la Biblia acercar el Reino de Dios a los hombres.

Y si no lo vemos claro, debemos analizar las parábolas del reino y sus valores. Son valores descendentes que llegan a los desempleados, a los débiles, a los últimos. La justicia de Dios mira siempre hacia abajo uniendo el concepto de justicia al de misericordia.

Los que olvidan este descenso, pueden convertir al cristianismo en su antagónico, es decir, en una religión deshumanizada. ¡Cuidado! La fe que no desciende como mano tendida de ayuda, como mano solidaria, allí donde están los humillados, marginados y sufrientes, no puede ser la fe que actúa por el amor, característica imprescindible de una fe viva.