Estos envíos resultan tan pesados y se han vuelto tan manidos que ni rozan ni tocan el corazón, pierden la fuerza de su contenido y no cumplen función alguna más que la de establecer una fuerte coraza contra Dios.
Nada más abrir Facebook pueden observarse versículos y versículos desligados de su contexto vagando, con la traducción preferida del momento colgada al hombro, calle arriba, calle abajo, sin ton ni son. Da pena verlos caminar, cansinos a más no poder. Algunos son compulsivos. Otros amenazantes. Unos están acompañados por fotos. Otros solos se ven como la una. Muchos parecen prometer todo el oro del mundo. Están los que, al leerlos, producen el efecto contrario de lo que quieren significar, pues no llevan ningún tipo de reflexión, ningún estudio, ningún comentario al respecto y de tanto repetirse o compartirse, una y otra vez, provocan asqueo. Hace tiempo que decidí no darle a la opción "me gusta" y todavía no lo he cumplido del todo. Tengo que enmendarme y lograr con máximo respeto obedecer la decisión tomada.
No se puede meter a Jesús en el alma a taconazos, él es tan grande.
Rondan también las cadenas que amenazan con bendiciones o maldiciones divinas al instante (aquí te pillo, aquí te mato), o en poco rato, en un puñado de horas, en pocos días, como si las Buenas Noticias fuesen un talismán de la suerte o de la desgracia. Abundan las peticiones forzosas de compartir tal o cual frase de los evangelios para que, cual la lámpara de Aladino, todos tus sueños se hagan realidad. Videos que realmente invitan a la idolatría. Recomendaciones repletas de chantaje emocional. Me aburren.
Recuerdo la fama del versículo bíblico que encarga hablar de Dios a tiempo y a destiempo, pero no creo que se refiriera a tal avasallamiento y dudo mucho que este método lleve a nadie a los pies del Señor para adorarle. Más bien, pienso que es un modo de prostituir la Palabra de Dios y usarla en vano. Muchos de estos mensajes están cargados de una fuerte superstición y no es eso lo que el Señor nos enseña.
Se me ocurre pensar que más que versos caminando por las calles de Facebook, somos nosotros en persona los que tenemos que mostrarnos como creyentes verdaderos, de manera que, cuando nos veamos fuera de las redes sociales, puedan conocer nuestra congruencia con lo que creemos.
Opino además que, la persona que los lee se ve obligada a pulsar "me gusta" aunque en realidad no le guste, aunque lo que sienta sea ni fu ni fa, pues se trata de frases de la Biblia y se sugestiona pensando que no hacerlo le traerá condenación; o que quien lo ha puesto se enfadará si no lo hace y si no pone un comentario bonito, a veces, como comenté antes, por pura superstición.
No creo que esa obsesión sea buena para el espíritu y no creo que lleve a un compromiso mayor de lo que significa la simple lectura de los mismos. Pensemos si es este el verdadero concepto de evangelización que tenemos. Si es así te comento que el sacrificio de Cristo le sale demasiado barato.
¿Quiénes son los clientes de esta mercancía prostituída? ¿Los no creyentes? ¿Los creyentes? ¿Los indiferentes? Creo que dada la pesadez y el abrumador bombardeo no le interesa a nadie y es posible que los usuarios usen protección hacia nosotros antes de profundizar en el Inicio. Estos envíos resultan tan pesados y se han vuelto tan manidos que ni rozan ni tocan el corazón, pierden la fuerza de su contenido y no cumplen función alguna más que la de establecer una fuerte coraza contra Dios.
Sin más que añadir comento que no me queda más opción que terminar aceptando la libertad de conciencia de cada cual. Quede claro que no escribo aquí en particular sobre persona alguna. Me refiero a la imagen abaratada que se expone, posiblemente sin reflexionar en ello. Amo a mis amigos, estén en Facebook o fuera de él y sé, además, que su ilusión es la de dar ánimos o mostrar deseos de que los que no siguen al Señor se conviertan. Sin embargo, los resultados son los que son.
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