Ver lo invisible

Nada de lo que pueda decir o escribir puede explicar la trascendencia que tiene la poesía en nuestra vida.

Independientemente de nuestro carácter, algunos de nuestros más profundos sentimientos sólo pueden encontrar expresión cuando se enamoran rima y melodía, cuando construyen su hogar en nuestro corazón, las palabras y las notas. La poesía vive de nuestra sensibilidad... y nosotros aprendemos a ser sensibles cuando leemos (o alguien nos recita) una poesía.

Quizás no necesita estar a la altura de un Nóbel consagrado, porque seguro que las palabras que más profundamente han prendado nuestro corazón han sido las torpes rimas de alguien que nos quiere y nos desea.

¿Recuerdas?... poesías que no han llegado a figurar en ninguna enciclopedia que se precie, pero han sido todo para ti en momentos difíciles. Palabras bálsamo que se aplicaban directamente a tus heridas... Quizás las escribieron tus padres, tus hijos, tu novio/a, algún amigo, tu marido o tu mujer. No lo sé.

Lo que si conozco es la libertad del amor expresado en miles de recuerdos. Y cómo esos recuerdos siguen siendo poesía vez tras vez. Aunque pasen los años. Aunque las circunstancias hayan comprado el silencio. Aunque algunas relaciones se hayan perdido en el último acto de una tragedia... Siempre nos quedará la poesía.

Así fuimos hechos.

La maquinaria intelectual de nuestro cerebro no puede hacer olvidar una simple canción. La frialdad y el orgullo manifiesto de quién dice no querer a nadie son solamente parte de una máscara cruel y despiadada... que muchos empeñarían su vida para enterrarla en el olvido. Así somos: Cuando aprendemos a ser sensibles, conocemos lo que es el verdadero amor.

Y no es extraño. Dios mismo coloreó los recuerdos del futuro cuando calló de amor al vernos. Y la Biblia dice que se goza con cánticos llenos de amor cuando volvemos nuestro corazón hacia El.* ¡Yo quiero escuchar esos cánticos! ¡Yo deseo profundamente entrelazar mi alma en la poesía de Dios!

Mi vida tiene sentido cuando la sonrisa del Creador calienta mi corazón. Y El hace brotar de su fuente de rimas cristalinas los sentimientos que satisfacen mi sed.

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* Sofonías 3:17