De pronto ha surgido un adversario implacable que amenaza todo el edificio que habíamos levantado.
La vieja Europa está pasando por un momento difícil, al haberse levantado sus enemigos con ánimo resuelto para hacerle el mayor daño posible. Aunque la brutalidad de los atentados ha pillado por sorpresa a todos, en realidad lo raro hubiera sido que el tiempo pasara sin que nada ocurriera. Si bien desde nuestra perspectiva no hay nada por lo cual seamos culpables, eso no quiere decir que nuestra auto-absolución esté bien fundamentada.
El problema ya venía de atrás pero se ha ido agravando en los últimos tiempos, hasta llegar a unos límites en los que se han traspasado todas las barreras imaginables, las que ninguna civilización se había atrevido nunca a rebasar, hasta venir a parar a un estado de cosas en el que las grandes nociones que han sustentado al género humano han sido pervertidas y elevadas a la categoría de ley.
Para efectuar ese proyecto había que arrinconar a Dios primero, expulsándolo de todos los ámbitos de la vida y reduciéndolo a la mínima expresión. Al ser Dios un incómodo testigo acusador en contra de ese intento, no quedó otra opción que sofocarlo, anulando todo lo que tuviera que ver con su proyección e influencia en lo público. Y así quedó limitado a la esfera de lo privado, de la conciencia. Tal era el reducto al que Dios quedó confinado, sin posibilidad, como un desterrado, de regresar al territorio del que había sido echado. Pero no contentos con eso, los creadores del proyecto pronto cayeron en la cuenta de que hacía falta modelar las conciencias, si es que dicho proyecto iba a tener éxito, pues la conciencia, en su calidad de patrimonio personal, podía ser un obstáculo insalvable. Y así es como, mediante la presión sutil pero determinada, se puso en marcha un programa de propaganda para cambiar todas las persuasiones y convicciones que no concordaran con tal proyecto. Y en el caso de que hubiera obstinados impermeables al cambio, siempre pendería, como espada de Damocles sobre sus cabezas, el castigo del ostracismo social e incluso la amenaza velada de la denuncia judicial.
Previamente, las iglesias habían ido vaciándose de asistentes y los lugares de culto, al escasear los fieles, se vendieron para ser convertidos en centros de entretenimiento, de compras o en oficinas administrativas, toda vez que Dios ya no era relevante para los nuevos tiempos. Su Libro fue ridiculizado y considerado cosa de un pasado ya superado por las nuevas tendencias que se abrían paso, derrotando al dogmatismo y la estrechez. Y así fue como la vieja Europa trocó a Dios por otros dioses, menos exigentes y más complacientes con las ideas que venían arrasando por doquier. La vieja moral, la "moral carca" a decir de algunos, fue sustituida por otra nueva. Pero no solamente la moral se trastocó; también hacía falta cambiar los conceptos de libertad, derechos, verdad y justicia, para que se ajustaran al nuevo escenario. Es decir, las grandes palabras que rigen la existencia humana recibieron nuevo significado y contenido, en un desplazamiento semántico interesado.
Por encima de todo había que conquistar las mentes de las nuevas generaciones, más fáciles de formar que las ya configuradas en los antiguos esquemas de pensamiento y por tanto más reacias a los cambios. La escuela, naturalmente, sería un pivote imprescindible en el programa de adiestramiento, para lo cual era necesario que los contenidos educativos fueran un vehículo de promoción de las nuevas ideas. Sabiendo que muchos padres eran partidarios de las mismas y que otros no presentarían ninguna resistencia al no tener las cosas claras, el terreno era propicio para llevar a cabo el proceso. Sí; definitivamente Europa había relegado a Dios a una posición insignificante, sirviendo solamente de adorno para ciertos momentos protocolarios ocasionales.
Pero he aquí que cuando parecía que la vieja Europa había conseguido su propósito, de pronto ha surgido un adversario implacable que amenaza todo el edificio que habíamos levantado. Los cimientos se estremecen, crujen las paredes y tiemblan todas las estructuras, ante el formidable empuje del enemigo que, sin contemplación ni consideración alguna, arremete con toda su fuerza y crueldad.
Y aquí es, vieja Europa, donde tienes que decidir lo que vas a hacer. Porque ese Dios, al que le diste la espalda y al que considerabas caduco, está más vivo de lo que suponías y te ha entregado en manos de un dios despiadado y totalitario, por haberte fabricado dioses a tu imagen y semejanza. Es el momento de caer en la cuenta de tus transgresiones, porque puede ser que todavía haya remedio para tus males. No te empecines en seguir por la senda que has emprendido, porque su recorrido es corto y su final no es venturoso. No sigas en la vereda de las provocaciones, porque quien escupe al cielo en la cara le cae. Busca a Dios, vieja Europa, y humíllate, porque '¿quién sabe si volverá y se arrepentirá y dejará bendición tras de él?'i
i Joel 2:14
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