Al final del siglo XIX irrumpirá una millonaria evangélica inglesa (doña Julia F. Stone, señora de Jones) al frente de un batallón de misioneros y evangelistas.
Pablo Enrique Le More (i) escribió algunas notas sobre esta iglesia perteneciente al movimiento de Asambleas de Hermanos. Al final del siglo XIX, en el ambiente de una sociedad tan peculiar como la española de entonces, irrumpirá una millonaria evangélica inglesa (doña Julia F. Stone, señora de Jones) al frente de un batallón de misioneros y evangelistas. A los pocos años, serán 28 esforzados británicos de ambos sexos, secundados por 17 españoles y españolas, tan abnegados como aquéllos.
“Acompañada por su hermano, -dice Le More- la señorita Julia F. Stone llega por primera vez a España en mayo de 1.894. Huntington Stone es un acaudalado fabricante de Greenwich, que vive modestamente, conoce cinco idiomas modernos (además de hebreo y griego bíblicos) y mantiene, año tras año a 30 candidatos- misioneros que estudian medicina tropical antes de salir para Uganda o la India. Ambos (Julia y Huntington) pertenecen a una asamblea de "Hermanos" de tipo conservador que anhela reflejar el amor, la pureza doctrinal y el celo evangelizador de la Iglesia primitiva. Ambos aprenden nuestro idioma y ayudan en las dos asambleas que hay entonces en Barcelona: ella en las escuelas de la calle Ferlandina; él enseñando la Biblia al grupo de jóvenes de la villa de Gracia. Al cabo de dos meses, él tiene que regresar a Londres para sus negocios. Pero volverá cada año -por seis u ocho semanas- sirviendo humildemente donde haga falta: en Barcelona principalmente, pero también en Madrid, Valladolid o Galicia. Ella permanece un año entero en España, haciendo extensas visitas por Cataluña, Aragón y la Meseta castellana; luego vuelve a su patria chica…Y en la mente de los hermanos Stone surgirá otra visión: la de un arriero baturro, de una lavandera extremeña o de un estibador barcelonés que le dicen: - ¡Pasad a España y ayudadnos!
A partir del otoño de 1.895, la misión de la "Primitiva Iglesia Cristiana" se pone en marcha. Curiosamente, es el hermano quien se queda en Inglaterra, para ayudar en todo cuanto pueda desde la retaguardia. La hermana, acompañada de dos eficaces colaboradoras -Jessie Mathews y Anita Vaughan- establece el primer "comando" en España. Primero, en la Ciudad Condal, luego en Zaragoza, donde afluyen nuevos misioneros. Durante siete años la ciudad del Pilar será así como la Jerusalén de esos nuevos Hechos Apostólicos. Allí estará el centro permanente, la Casa-matriz de la misión; allí durante los siete primeros años se impartirán los estudios bíblicos para obreros ingleses, se bautizará por inmersión a todos los conversos habidos en España y se redactará las "Gleanings of Spain", los folletos evangelísticos (entre los que destaca la hoja mensual:"Mensajeros de la Verdad"), juntamente con la escasa e insuficiente literatura de edificación en castellano: unos 83 "Cánticos evangélicos" y un librito con una lista de porciones bíblicas, aptas para ser leídas "en la reunión del partimiento del pan".
En la primavera de 1.897, la señorita Julia Stone vuelve a la Península con un último grupo de colaboradores. Los recién llegados aprenden afanosamente nuestra lengua y reciben a diario clases de formación bíblica y doctrinal. Mientras tanto, se les ha unido un primer núcleo de ayudantes españoles: Antonio Córdoba, Urbano Serena y su hija Antoñita, el valenciano Ignacio Rodrigo y la "señora Pascuala", oriunda de Calatayud.
En la casa-matriz zaragozana (con capacidad para unas 200 personas) acuden los primeros vecinos a las reuniones diarias de oración y evangelización; éstas a las ocho de la noche y aquéllas a las diez de la mañana. Ustedes han leído bien: hay reuniones cada día, noche tras noche, durante años. Por cuanto el Mensaje no sólo es urgente, sino de vital importancia: "Hoy es el día de salvación..." ¡Mañana puede ser demasiado tarde! "Hoy, si oyereis Su voz (la del Señor), no endurezcáis vuestros corazones..."
Durante una de sus breves visitas a Inglaterra, la señorita Stone se casa con don Federico D. Jones (que lleva seis años como misionero de los "Hermanos" en Barcelona) y vuelve la pareja para seguir sirviendo a Dios y a nuestro pueblo. ¿Qué es lo que mueve a esa gente que podría disfrutar cómodamente de una renta anual de veinte millones de pesetas? ¡El amor de Cristo y una honda compasión para los que caminan hacia la perdición eterna!
En el otoño de 1.897, y sin estar plenamente afincado en la ciudad del Pilar, el testimonio de la "Primitiva Iglesia" zaragozana empieza a extenderse: de dos en dos, los rubios enviados visitan intensamente los pueblos inmediatos. Con su proverbial tesón, les ayudan eficazmente los primeros aragoneses convertidos. En octubre, ya establecen obra fija en Zuera y Calatayud. Y en diciembre del mismo año en Pedrola, donde ocho meses más tarde la naciente asamblea contará con diez bautizados. En febrero de 1.898 se fijan en Muel, pueblo de alfareros. Allí, al cabo de trece meses, siete creyentes serán sumergidos en las aguas, prometiendo seguir fieles a Cristo que les rescató. Y siempre en ese fatídico 1.898, año de guerra colonial, de humillación y de miseria, se abren nuevas "misiones": en mayo, Morata de Jalón; en junio, Soria y Rueda; en agosto, Segovia. Y un mes más tarde, en Ricla y Tudela. Y antes de que finalice el año, otras dos rubias misioneras logran introducirse en Pamplona, "uno de los puntos más negros de la España negra".
La actividad evangelística no pasará desapercibida por las autoridades religiosas lo que dio lugar a duras reacciones.
En Soria, -dice Le More- al poco de llegar de visita Miss J. Mathews, el gobernador militar la hace arrestar, juntamente con los dos misioneros británicos ya instalados. En plena guerra hispano-americana, cualquiera que habla inglés resulta altamente sospechoso... y el pretexto es excelente para expulsar de la provincia a esos "malditos protestantes". ¿Qué hacer? Se quedan en Soria las dos "obreras evangélicas" españolas: doña Constancia y su hija. Estas testifican de casa en casa y el 5 de enero de 1.899, los cinco primeros evangélicos sorianos son bautizados -tras rigurosa comprobación de que han nacido de nuevo (Jn 3:3 y 5)- en la casa-matriz de Zaragoza. El 28 del mismo mes se abre el primer local evangélico soriano en la calle de la Fuente, núm. 6. Como es de suponer, estallan las persecuciones…De noche, los enemigos de Cristo destrozan la puerta y las ventanas del local a pedradas. Avisado, el gobernador civil envía por fin un guarda... para apuntar nombre y apellido de cuantos interesados quieren entrar. El obrero que "va a los protestantes" está seguro de perder su trabajo; el tendero, de perder su clientela... Como siempre: hay que doblegarse, marcharse o morir de hambre. Y como esas medidas coercitivas no bastan, varios creyentes serán encarcelados ilegalmente y repetidas veces por espacio de diez o incluso de quince días; siendo su único "delito" el de querer adorar a Dios "en espíritu y en verdad…Pero, por más que ruge el Adversario, prosigue la obra. Unos evangelistas -rubios y morenos- visitan regularmente cada uno de los once nuevos puntos de testimonio y desde cada uno de ellos, los responsables locales recorren los pueblos y aldeas del contorno.
Así, por ejemplo, desde Pedrola visitan semanalmente Figueruelas, El Cabezo, Alagón, Cabañas y Alcalá de Ebro, repartiendo porciones de la Palabra de Dios, predicando en los mesones o en las encrucijadas de las calles y caminos. Tras quince meses de trabajos apostólicos, además de todos los sitios ya mencionados, había un testimonio fijo y continuado en Jaca, Burgos, Valencia, Teruel y Barcelona. En esta última ciudad se trata (de momento) de una misión para marineros de muchas nacionalidades, cuyos barcos recalan continuamente en el gran puerto catalán. Partiendo del principio de "evangelizar en los lugares más allá... sin entrar en la obra de otro" (2ª Cor. 10:16), la "Primitiva Iglesia Cristiana" sigue extendiéndose en zonas y provincias donde no hay obra evangélica establecida; salvo en dos grandes ciudades, poco ocupadas. En Madrid, el testimonio se inicia en 1.899, en el barrio pobre y castizo de Lavapiés.
Los principios son muy lentos: durante los primeros años, la Villa y Corte sólo es un lugar de paso para los diferentes misioneros; evangelistas y colportores de la misión, en constantes desplazamientos. Así, en 1.905, sólo diecisiete madrileños tienen el privilegio de "partir el pan" en el local de Lavapiés, donde cada noche (salvo los miércoles) se proclama la Buena Noticia de salvación por gracia, y salvo los sábados, consagrados a la oración comunitaria. Además, los lunes y viernes por la tarde hay reunión de señoras. A éstas suelen asistir de 25 a 30 personas; a los cultos de evangelización, de 60 a 75, y en casos excepcionales pasan del centenar. Entre las razones que explican el corto número de hermanos en comunión, figura ésta: tan pronto como destacan creyentes decididos y de valía, son enviados a evangelizar en provincias cercanas. Como -por ejemplo- don Cecilio Benito o don Salvador Guevara, que sembraron la Buena Semilla por Toledo, Guadalajara, Ávila o Ciudad Real y fueron más tarde destacados colportores de la Sociedad Bíblica”.
Los hermanos Stone gastarán una parte importante de su fortuna en extender “la primitiva iglesia cristiana” por tierras aragonesas y por medio del matrimonio formado por Federico y Julia Stone. Sin embargo las congregaciones por ellos formadas al trasladarse Julia Stone a Madrid en 1902, estos pequeños grupos quedaron desatendidos y prácticamente desaparecidos, hasta años después que muchos fueron recuperados.
Los Hermanos, denominación protestante introducida en España principalmente por Jorge Lawrence, están presentes en Zaragoza, Calatayud y Ejea.
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(i) Edificación Cristiana", marzo-abril de 1.981 Redactado por Pablo Enrique Le More
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