Algunas estadísticas afirman que más de un millón de personas se suicidan cada año.
Ha saltado recientemente en los medios de comunicación una historia poco divulgada protagonizada por el poeta Juan Ramón Jiménez, el formidable autor de PLATERO Y YO, Premio Nobel de Literatura en 1956.
En julio de 1932 Marga Gil, 24 años, escultora, conoció al poeta de Moguer, que entonces contaba 51. Si es cierto que el amor es locura, Marga se enamoró locamente de Juan Ramón, ya casado con Zenobia Camprubi. Fue una pasión no correspondida. Según el conmovedor diario de Marga, ahora publicado por la Fundación Lara, el amor por el poeta “colonizó toda su vida y la convirtió en tragedia”. Una tarde, en el otoño de aquél mismo año, Marga llegó a su estudio, rompió con una maza todas las esculturas que había forjado y se disparó en la sien un tiro hacia la otra vida. Antes había dejado un escrito en el que decía al poeta:
Ya no puedo vivir sin ti…
no… ya no puedo vivir sin ti.
Tú, como sí puedes vivir sin mí,
debes vivir sin mí.
José Antonio Expósito, doctor en Filología y experto en Juan Ramón Jiménez, comenta: “El suicidio de Marga descompuso la vida del poeta que, fijo en la belleza de lo eterno, no percibió esa tragedia en su cada día….Pero a Juan Ramón le dolió Marga como un vacío sin pausa, como un apasionado volumen ya deshecho”.
Otro suicidio por amor. Pero esta vez la causante fue una mujer y el suicidado un hombre: Mariano José de Larra. Nacido en Madrid en 1809 Larra está considerado hoy como el escritor y crítico literario más famoso de su época. Practicó el periodismo y tradujo a Homero. A los 19 años era director del periódico EL DUENDE SATÍRICO.
Al cumplir 20 años contrajo matrimonio con una joven de familia distinguida, Pepita Wetoret. Un año llevaba Larra casado cuando conoció a Dolores Armiño, una guapa morena andaluza también casada. A decir de los biógrafos, Mariano y Dolores mantuvieron relaciones durante dos años. Es ella quien corta. Larra se ausenta de España, viaja por distintos países y regresa a Madrid cuando finalizaba el año 1835. Se ha dicho que el amor es como las algas en el agua estancadas: aunque las alejes, vuelven a ti.
Una vez en Madrid el amor de Larra por Dolores desemboca en una pasión sin freno. Quiere reanudar las relaciones con la mujer que ama, pero ella se niega. Durante las fiestas de carnaval de 1837 Dolores acude a la casa del escritor. Este cree que todo va a continuar como antes, pero la mujer, decidida a poner fin a los amores ocultos, sólo quiere las cartas que le había escrito. Larra se las entrega y la Armiño abandona el lugar.
El escritor y académico francés Nicolás Chamfort dice que la pasión amorosa es como un caballo cuando se desboca. No encontrando el jinete otra manera de sujetarlo le mata de un tiro y se despeña con él.
Algo similar hizo Larra. Cuando Dolores Armiño sale de su casa el escritor coge una pequeña pistola que guardaba en el cajón de su mesita de noche y se dispara un tiro. Sólo tenía 28 años. Una vida brillante acabó en las redes del amor.
Otros casos recientes de suicidios en España. Aránzazu era una adolescente de 16 años, hija de madre española y padre árabe. Estudiaba en el Instituto Ciudad de Jaén, situado en el municipio madrileño de Usera. Un centro que los profesores definen como “una bomba de relojería”, “un polvorín”, un Instituto “de difícil desempeño”, con 1.192 estudiantes. La alumna era tímida, retraída, apocada. Sufría constante acoso de otros escolares, todos varones. Angustiada, el viernes 22 de mayo último se tiró desde la sexta planta de su bloque de pisos y la muerte, al acecho por todos los rincones, se llevó a una vida que empezaba.
El acoso escolar ha sido causa de otros suicidios en nuestro país. Carla Díaz tenía 14 años cuando se tiró desde un acantilado en Gijón. Estudiaba segundo de ESO. En la madrugada del 21 de septiembre de 2004 Jokin Ceberio cogió su bicicleta, salió de casa, se dirigió a la muralla de Fuenterrabía, en el país vasco, y se arrojó al vacío. Para Aránzazu, Carla y Jokin terminaba así meses de acoso escolar, de maltrato físico y moral en los centros donde estudiaban.
Según los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud, el año 2012 se registraron en el mundo 804.000 suicidios, lo que representa uno cada cinco segundos. En el 2013 se suicidaron 842.000 personas, 38.000 más que el año anterior. Otras estadísticas afirman que más de un millón de personas se suicidan cada año. Por otro lado, se estima que hay de 15 a 20 millones anuales de intentos de suicidios, que no llegan a tener lugar. La psicóloga norteamericana Anna Hodgekiss escribe en internet un artículo sobre el tema en el que dice que los hombres son tres veces más propensos al suicidio que las mujeres.
El Instituto Nacional de Estadísticas aclara que el suicidio ha bajado ligeramente en España. El año 2007 se suicidaron en nuestro país 3.263 personas, en tanto que el 2010 la cifra bajó a 3.158. De estos, 2.468 eran hombres y 690 mujeres. Un comunicado del hospital madrileño 10 de Octubre, alerta: “hablamos de un grave problema de salud con importante repercusión en la sociedad, pues debe recordarse que en España fallecen más personas por suicidio que por accidente de tráfico” (EL MUNDO, de Madrid, 11-8-2015 y EL ADELANTO, de Salamanca 11-5-2012).
El Israel del Antiguo Testamento era un pueblo que, siguiendo las leyes dictadas por Jehová a Moisés, respetaba el valor de la vida. A esto se debe que en los cinco primeros libros de la Biblia no encontremos normas sobre el suicidio. Indirectamente el suicidio está prohibido en el texto de Éxodo 20:13, “no matarás”, y en otro donde se proclama a Dios dueño y Señor de la vida. Según Proverbios 8:36 sólo se inclinan por el suicidio aquellos que viven alejados de Dios: “todos los que me aborrecen aman la muerte”.
No obstante la Biblia refiere cinco casos de suicidios.
Para los lectores de las Sagradas Escrituras el suicida más conocido es Judas Iscariote. Después de haber traicionado a Cristo arrojó las piezas de plata en el templo, salió y se ahorcó” (Mateo 27:5).
La Iglesia católica condena el suicidio aun cuando el Papa Clemente XIV se suicidó el año 1774.
¿Lo condena la Biblia? ¿Condenó Dios a los suicidas que aparecen en sus páginas? No lo sé. Al menos uno de ellos, Sansón, es citado en la epístola a los Hebreos entre los héroes de la fe (Hebreos 11:32). En cualquier caso, me quedo con esta cita de otro suicida famoso, Séneca: “la cosa mejor que ha hecho la ley eterna es que, habiéndonos dado una sola entrada a la vida, nos ha procurado miles de salidas”.
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