La grandeza de lo pequeño

Me he despertado con ganas de seguir dormitando.

Me arrastro por la casa como si llevara un gran peso sobre mi espalda, una sobrecarga de la que no he podido deshacerme en la noche.

Vuelve un día más, con sus condicionantes, con sus horarios, con sus rutinarias labores.

Hoy no me quiero desprender del pijama, desearía quedarme cobijada en la cama y dormir, dormir, dormir…

Casi sin ganas voy hasta la habitación de Valeria; ya está preguntando qué planes tenemos para hoy, levanto con lentitud la persiana para que entre un poco de luz. Esconde su rostro al recibir el ramalazo de claridad de la mañana y antes de que me acerque para darle el primero de los miles de besos que hoy recibirá, me regala una sonrisa amplia, clara, exenta de remilgos, pura y cuajada amor. Sus buenos días hacen que mi morriña hulla, de pronto despabilo y soy feliz. El simple hecho de verla despertar hace que todo cobre una dimensión totalmente distinta.

Quiero vivir, despojarme de todo ese cansancio que el descanso no ha logrado mitigar y que la sonrisa de mi niña ha atenuado de forma sorprendente.

La vida es un escenario en el que cada día represento mi particular obra. Existen momentos, en los que me cuesta salir al frente y expresar lo que tengo aprendido. Hay instantes en los que me gustaría permanecer entre bambalinas, cercarme de silencio y mantenerme callada, quieta. Sin embargo, siempre hay alguien que me anima a salir a escena y poner mi arte al servicio del público. Puede que no reciba las ovaciones deseadas, que los aplausos estén ausentes, pero el hecho de abrazar la posibilidad de que alguien pueda beneficiarse de lo que hago es más que suficiente, es un componente maravilloso para hacer que mi trabajo tenga un fin.

Me desperezo y ante la figura de mi hija pienso en esa otra presencia tan importante en mi vida. Ese ser prodigioso que utiliza pequeños útiles para hacer su labor. Una presencia elemental sin la cual nada en mí tendría sentido.

Una vez más compruebo como Dios sigue esgrimiendo su amor a través de sencillas escenas que confieren a mi ser un soplo fresco de vida.

Una vez más soy consciente de que todo está compuesto de cosas aparentemente sencillas pero que al mirarlas con detenimiento descubres en ellas la grandeza de lo pequeño.