Quien quiere ganar a cualquier precio siempre herirá a alguien.
Creo que voy a meterme en muchos problemas después de que algunos lean la historia de hoy, pero no me preocupa. ¡Espero que sigas leyendo!
Durante la eliminatoria clasificatoria para el campeonato mundial de fútbol celebrado en Sudáfrica en 2010, el futbolista francés Henry controló un balón con la mano en el área rival y dio un pase perfecto para que su compañero marcase el gol de la victoria que les clasificaba a ellos y eliminaba a Irlanda, su rival. Aparentemente el árbitro no lo vio, así que el gol fue válido. Muchos dijeron que si hubiera reconocido su error (a veces la inercia misma del juego nos lleva a hacerlo), sería conocido en todo el mundo por su gesto. Todos dirían que era un buen ejemplo para los más jóvenes, una actitud deportiva, etc. Yo creo que debería haberlo hecho, porque el honor de una persona es más importante que un campeonato mundial. El problema es que la mayoría de la gente no lo cree así. ¿Recuerdas el gol que Maradona marcó con la mano a Inglaterra en el mundial de México? Se llegó a decir que era «la mano de Dios»… Podríamos estar recordando historias así durante meses, y seguro que muchos no están de acuerdo con lo que estoy escribiendo.
Si trasladamos esa actitud a la vida, tengo que reconocer que nos ocurre lo mismo. Mucha gente vive coleccionando trofeos tontos para demostrar su valía: arriesgar su vida y la de los demás en adelantamientos, o en querer llegar más rápido que nadie con su coche, o simplemente comprar un coche más caro que el del vecino; regodearnos y pasar por encima de los demás cuando nuestro equipo gana, hacer callar a gritos a alguien para ganar una discusión… Puedes añadir infinidad de trofeos así que muchos coleccionan para demostrar lo que son. No importa las injusticias que hagan o el dolor que puedan ocasionar a otros. ¡A veces ni les importa jugarse la vida! ¡Tienen que ganar!
¡He visto tantas luchas así dentro de una familia! Algunos quieren ser dueños de algo y son capaces de maltratar a quienes más los quieren. No les importa hacer daño psicológico o físico, les da igual que alguien sufra. Son incapaces de amar a nadie porque solo quieren tener la razón. Quieres ser ellos el centro de todo.
¡Sí! Porque quien quiere ganar a cualquier precio siempre herirá a alguien. No le importa la injusticia. Le da igual que otra persona deje de conseguir lo que es justo, porque él se ha salido con la suya. Lo que le interesan son los pequeños trofeos que ganamos en discusiones imbéciles. Cuando vivimos saboreando cada uno de esos trofeos, aún sabiendo que hemos hecho daño a otros, solo demostramos nuestra cobardía y nuestro poco valor como personas.
Puede que algunos piensen que están ganando, pero no es así. Con armas carnales solo se obtienen victorias carnales, temporales y ridículas. «Porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas» (2 Corintios 10:4).
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