Recuperar el asombro

Descalcé mis pies para sentir la frescura de la hierba. Percibir el rocío mojando mis dedos, mis tobillos, espolvoreándolos de una esencia fresca, me hizo recordar la infancia tejida de escenas que en el ahora de hoy tan pocas veces disfruto. Anduve durante un rato sintiendo aquel frescor en mis pies, y sin ser consciente de ello, ese frescor me inundó el alma…

La realidad nos absorbe, esgrime su sable de prisas y urgencias haciendo que el reloj se vuelva autoritario; un cruel enemigo que nos oprime.

La realidad es a veces tan real que deja de ceñir un manto de objetividad volviéndonos impasibles y apáticos.

Cuando entre la multitud me siento extraña, alejada y sola, compruebo que he de volver a sentarme a sus pies. Recurrir al Maestro para que con sabiduría me haga recuperar el asombro, esa capacidad para ver las cosas sin que estas me vean a mí. Ese sentir que todo lo que me rodea está plagado de vida y reconocer que esa vida es producto de su gracia.

Quiero recuperar la capacidad de asombro, dejarme seducir por su palabra, entender con emoción que todo está sobrado de cariño porque Él es el autor del amor.

Deseo que el vuelo de mis ilusiones sea amplio, que no aterrice en el rancio suelo de lo desgastado por el mal uso.

Ansío crear con hilos de sueños una cometa que vuele libre y que en un alarde de desprendida pasión vierta amor en quienes tanto lo precisan.

Desnudar mis complejos y exponerlos al viento para que de una vez y para siempre pueda ser liberada de todas las nimiedades que sutilmente me aprisionan.

Revestir este presente con un atavío pueril que me enseñe a vislumbrar la vida con el asombro de los ojos de un niño.

Despojarme de toda la valija de enjuiciamientos, murmuraciones, conjeturas y comenzar a pensar con la mente de Cristo.

Caminar con lentitud, disfrutando del paisaje. Aprender a escuchar a quienes hablan susurrando, ésos que casi no oyes pero que tienen mucho que decir.

Fustigar la desidia demoledora y encender una pequeña llama de ilusión hacia proyectos sencillos pero colmados de pasión.

Ahuyentar con el soplo de la esperanza la insatisfacción, el desconcierto, la pena.

Quiero vivir entre pausas.

Hacer de mi actitud una continua alabanza.

Asombrarme y ser capaz de ver a Dios en las escenas comunes.