El drama griego

Es fácil pensar que el meollo de la crisis griega está en los intereses económicos del centro de Europa, al que se ha resistido heroicamente el pueblo griego en un ejercicio de democracia. Podría ser cierto, pero es prudente “no juzgar según las apariencias, sino con justo juicio”¹. Mi propuesta es que el meollo de la cuestión es político, no económico, y están en juego el modelo de Europa que queremos y sus valores; son igualmente fundamentales las relaciones humanas implicadas:

1. La relevancia de la crisis griega es política y humana, no económica: Grecia supone sólo el 2% de la economía europea y probablemente a Europa le acabaría compensando económicamente desprenderse de Grecia.

2. El origen del problema fue una cuestión de valores: la mentira olímpica de las autoridades griegas que falsearon las cuentas para poder entrar en el euro. Este elemento ético subyace en todo el proceso.

3. Syriza ganó las elecciones con un programa que sabía ciertamente que no iba a cumplir. Es también una forma de mentir, y lo sigue siendo aunque muchos lo hagan también.

4. Se ha truncado otro elemento relacional, la confianza: el mejor valedor de Grecia en Europa, el Sr. Junker, dijo que perdió la confianza en el Sr. Tsipras porque da su palabra y después no cumple. El gobierno griego ha oscilado inconsistentemente desde la mejor de las disposiciones, a llamar terroristas a sus contertulios; de gritar que las condiciones de la troika eran inaceptables, a enviar una carta aceptándolas casi todas, y todo esto en el plazo de días.

5. Hay también razones más humanas que políticas en el súbito abandono de la mesa de negociaciones del Sr. Tsipras: habían alcanzado prácticamente el acuerdo (100 millones era la única diferencia), pero probablemente al salir de la reunión al dirigente griego le entró el vértigo pensando que había cedido demasiado; no es consistente, pero es una reacción humana frecuente en las negociaciones entre rivales, según me recordaba en otro contexto mi amigo Jorge Atiencia.

6. Postulo que el Sr. Tsipras tuvo otra reacción humanamente comprensible: se preguntó entonces cómo explicarle a sus votantes el acuerdo y en ese momento optó por la huida adelante; se desembarazó de sus responsabilidades y lanzó a su pueblo contra los dirigentes europeos, culpándoles de todas las desgracias helenas. Sabía que volver a la mesa de negociaciones con un “no” plebiscitado no cambiaría nada, pero reafirmaría su consistencia personal, y lo necesitaba.

7. Tendemos los pecadores a obviar nuestras culpas y depositarlas en los demás; lo hacemos desde que nuestro Adán externalizó la culpa en “la mujer que me diste por esposa”. El pueblo griego ha sido inocentemente (¿o interesadamente?) sensible a las indicaciones de Tsyriza: la culpa no es nuestra, sino de los gobernantes –los anteriores, claro– y de los cuervos financieros europeos, que se lucran de la pobreza de las clases trabajadoras. La mayoría de los griegos ha cerrado sus ojos al hecho de que la política fiscal griega –que Europa exige reformar– privilegia a los poderosos: cuatro de cada cinco ricos en Grecia no paga impuestos (sangrante es el caso de las navieras), no se tributa por propiedades inmobiliarias; el ejército se lleva un porcentaje inaceptablemente alto del gasto público, hay 18 conductores por cada coche oficial… Todo esto levanta dudas sobre los verdaderos objetivos del gobierno griego, que no parecen tan propios de una izquierda con vocación igualitaria.

Pero de esa irresponsabilidad se beneficia también el resto de la población: una parte importante de ella no paga impuestos y muchos se jubilan a partir de los 55 años (algunos a los 45), algo que el gobierno griego no quiere modificar porque en su programa electoral prometió mantenerlo.

Y la culpa es de los demás: no estamos en bancarrota porque nosotros y nuestros gobiernos hemos gastado más de lo que producimos y no hemos aprovechado las quitas y rescates que nos han dado, no, la culpa es de los demás, y los demás tienen la obligación de sacarnos de aquí. Permítanme una reflexión muy personal: entre esto y el rescate de los bancos españoles, me estoy planteando exigirle a mi banco que me haga una quita de la hipoteca y en la próxima reunión de vecinos voy a reclamar que entre todos se mutualicen mi deuda.

8. El referéndum griego ha estado marcado por la muy humana tentación de manipulación: es buena la democracia directa, pero cuando uno pretende dar la voz al pueblo, tiene la obligación moral de asegurarle la información objetiva y permitirle una decisión informada, libre y responsable. Pues bien, la pregunta del referéndum era intencionadamente ininteligible (desinformadora), falsa (preguntaba sobre una propuesta europea que ya no estaba sobre la mesa) y por todo esto manipuladora (por cierto, es la primera vez que una papeleta pone el “no” antes que el “sí”). Era precipitada y llamaba a la respuesta visceral (se planteó como un rechazo al enemigo externo).

9. También obedece a criterios de relaciones humanas la caída de Varoufakis: no es consistente que quien te llama terrorista te reclame después que le hagas una quita. Se ha ido con una frase más explicable por la psicología que por la política, más de mocetón despechado que de político: “Luciré el odio de mis acreedores con orgullo”. Su destitución hace vislumbrar por dónde irán ahora las cosas: habrá acuerdo, pero con peores condiciones para Grecia; es triste, pero es posible que al gobierno griego no le preocupe mucho si es capaz de presentarse ante su electorado como el que dio un puñetazo en la mesa de Bruselas. También hay que entenderlo en clave de relaciones humanas.

10. No tengo duda de que hay que reevaluar la estrategia restrictiva de gasto de la Sra. Merkel, y hay que poner más el foco en la generación de empleo: no ha sido creado el hombre para la economía, sino la economía para el hombre, si se me permite la paráfrasis.

11. Es interesante: en esto los bandos políticos se han realineado: no ha habido realmente diferencias en la posición de la izquierda y la derecha europeas, y enfrente la línea diferencial coloca ahora del mismo lado a la izquierda populista de Tsyriza o Podemos y a la derecha patriotera del Frente Nacional, los más entusiastas del “no” griego. La ideología se va sustituyendo por humanas formas de sentir, conducirse, ser y estar.

12. ¿Quiénes se beneficiarán de esto? Los euroescépticos, especialmente los británicos, que podrán presionar más ahora ante el próximo referéndum sobre su continuidad en la UE. También los populistas de derecha y de izquierda, que han aprendido que da réditos electorales apelar a la visceralidad: no hay que hacer pensar a la gente, hay que hacerles saltar frente al adversario que le hemos puesto enfrente.

13. Europa no se juega mucho económicamente, no es eso lo más importante: se juega su propio concepto de Europa. Puede sufrir el euro, pero sobre todo sufre el proyecto común. Ante la crisis griega no sólo hay que tomar medidas financieras y económicas consistentes, sino hay que reevaluar con qué mimbres estamos construyendo Europa, con qué valores y, sobre todo, cuál es el modelo de Europa que queremos, un modelo para el que no es suficiente el mercado común. En este sentido es certera la aproximación de Martin Schulz, muy crítico con el gobierno griego, pero igualmente sensible al drama de las familias griegas, para el que reclamó –fíjense– medidas humanitarias.

1^ Jn 7.24