El que sigue a Jesús no va a dar nunca prioridad a los negocios, ni a la rentabilidad de sus acciones, ni al ritual religioso insolidario. Va a dar prioridad al hombre alineándose nada menos que con Jesús.
Muchos caminan por las sendas de la vida mirándose a sí mismos. Incapaces de contemplar, de analizar, de denunciar y sin hacer esfuerzos por cambiar nada. Hoy los caminos de la vida necesitan de buenos prójimos, de samaritanos como el de la parábola. Os animo a contemplar el camino del Samaritano hoy. Es largo y espacioso. Inmenso. En sus dos orillas, se agolpan todo tipo de personas derrumbadas, maltratadas, excluidas, apaleadas. Si en tu prepotencia te miras a ti mismo, no verás nada. Tu vida habrá sido solamente un acto egoísta sin sentido.
Tenemos que mirar y extender la vista. Quizás así tampoco lleguemos a ver el final de tantos golpeados por las injusticias humanas, pero ya habremos tomado conciencia de la dimensión de la tragedia humana. Sí, sigamos mirando. Miremos. Miremos a lo lejos, de izquierda a derecha. Son legión. El gran escándalo humano de los apaleados y empobrecidos, se pone ante nuestra vista como una ingente masa de injusticias que convierten en hombres sufrientes a muchas personas en el mundo hoy. Ahí están despojados, golpeados, medio muertos, violentamente robados. El caso de la parábola del buen samaritano se masifica alcanzando a pueblos y grupos humanos.
Sigamos mirando: La historia de la parábola se repite. ¿No veis a muchos religiosos que deambulan por el camino? No miran ni a derecha ni a izquierda. En su mente sólo llevan la necesidad del cumplimiento del ritual. Van ciegos en cuanto a lo que tienen a su alrededor. Van sordos y no pueden escuchar el grito del apaleado. En su mente sólo va el sonido del ritual, de los himnos religiosos. No se pueden sentir movidos a misericordia. Obvian el escandaloso espectáculo y corren hacia el templo buscando pureza. Forman parte de los condenados, de los alejados de Dios.
Miremos más. Contemplemos a los que pasan. Son también los integrados del sistema, los acumuladores del mundo, los que lo desequilibran, los que guardan en sus almacenes más de lo que necesitan. Es indiferente que sean cristianos de nombre o ateos de pacotilla porque adoran al dios Mamón, gente secularizada a los que sólo les importan sus negocios y no quieren ser interpelados por los gritos de los apaleados. También entran dentro de los condenados por la doctrina bíblica.
Ahora mirad a los que nadie miran. Contemplad y comprobad que por el camino también van algunos despreciados, extranjeros, inmigrantes con la mayoría de sus pertenencias a cuestas. Muchos de estos saben lo que es el dolor de la pobreza y la marginación social. Éstos sí miran a derecha e izquierda y sufren. Les gustaría abrazar a todo ese contingente de sufrientes a los lados del camino. Uno de ellos se para ante un apaleado. Se arrodilla ante él, pues se ha sentido movido a misericordia. Se inclina ante el despojado. No ha podido pasar de largo como los otros. Acerca hasta él su rostro hasta poder oler su debilitado aliento. Todas las cosas que lleva con él, las pone a disposición del herido. Lo cura. Empaliza con él. Sufre con él. También en lo positivo se puede repetir la parábola del buen samaritano. Dios aprueba su gesto y los pone como ejemplo de buenos prójimos.
¡Malditos los que han pasado de largo! Que se traguen su ritual y se coman su pan. Jesús los rechaza como prójimos malos, los condena. Han dado la espalda a los flagelados de la tierra, a los sufrientes del mundo. Han sido sordos y ciegos ante la tragedia humana. ¡Malditos!
El extranjero que se arrodilla y se agacha, ha sido capaz de ver la tragedia desde la perspectiva de los últimos, de los pobres, de los desclasados, de los despojados y oprimidos de la tierra. Sabe que tiene que curar, que tiene que liberar. Sabe que si sigue al Maestro, sus prioridades deben estar siempre del lado de la misericordia. No le queda otra que ponerse en acción.
Examinad y ved. El que sigue a Jesús no va a dar nunca prioridad a los negocios, ni a la rentabilidad de sus acciones, ni al ritual religioso insolidario. Va a dar prioridad al hombre alineándose nada menos que con Jesús. Sabe que amar al prójimo es semejante a amar a Dios. Y si no lo sabe, su sentimiento de misericordia le acerca a ese Dios aunque ni siquiera lo piense o lo sepa. Y es que cuando se conmueven las entrañas por amor, uno, al ponerse del lado del prójimo apaleado, se pone del lado de Dios, se acerca a Él, se une a su santidad.
Valorad la enseñanza. La parábola del buen samaritano es clara en su enseñanza. Sólo los sencillos, muchas veces despreciados, los extranjeros presa de la xenofobia, los que no están apegados a las riquezas de este mundo, son los que son capaces de bajarse de su cabalgadura y de arrodillarse. Son los que pueden sentirse movidos a misericordia.
Ved las necesidades. Hoy se necesitan profetas que evangelicen a los prepotentes, a los que tienen sus graneros llenos, a los autosuficientes. Sí, los ricos y acumuladores también podrán salvarse si se arrepienten, devuelven todo lo robado y comparten lo que se podría considerar legítimo hasta que les duela. ¿No hay nadie que les grite e los integrados de la tierra, a los acumuladores que ellos también pueden arrepentirse y compartir para poder entrar en el reino de Dios?
Mirad la imagen del mundo, el símbolo del universo humano. El icono del camino del samaritano es una humanidad pobre, despojada, herida de muerte. Nadie se arrodilla hoy ante esa escandalosa humanidad maltratada, robada y herida. Les asusta su situación, no quieren ser interpelados por su débil aliento, aliento de moribundo. Nadie se para ante los “medio muertos”, ante los que están en el no ser, en la infravida de la pobreza y del sufrimiento.
Asombraos y tomad ejemplo. Jesús da la aprobación a un pobre extranjero capaz de ser movido a misericordia, de bajarse de su cabalgadura y de pararse para mancharse las manos y usar con el herido las pocas cosas que poseía: vino y aceite. Gasta lo poco que tiene en pagarle un mesón al herido. Quiere que lo cuiden, porque él volverá. Volverá y pagará todo lo gastado. Sí. Él volverá. ¿No os recuerda nada esta frase?
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