Siempre he pensado que Bon fue un hombre idealista y en ocasiones desequilibrado, pero que si hubiera estado más apoyado económicamente para cubrir sus necesidades, no habría abjurado.
Quisiera hacer algunas consideraciones de lo que he percibido con esta lectura del libro de Ramón Bon que no dejan de ser a pesar de ser una historia oscura que alegró tanto a Menéndez Pelayo. Bon aparece como vendedor de Biblias para la Sociedad Bíblica Británica con el depósito en Preciados 46 cuyo representante era el presbiteriano Don Ricardo Corfield. En la narración de su “conversión” a través de un tratado y de haber fundado una iglesia de cincuenta personas en Villanueva de Odón, nos dice:
“En dicho pueblo y por mi propia autoridad, funde la primera iglesia, si iglesia ser puede llamar la reunión de unas cincuenta personas, que se empeñan en blasfemar de la esposa del Cordero y de sus ministros. Un inglés de los exploradores fue a visitarme en una ocasión en que agotados mis recursos, estaba decidido a dejar de regenerar la sociedad. Me animó, tocó mi amor propio, me dio dinero y una tarjeta para la Sociedad Bíblica Británica y a los cuatro días ya salía yo de Madrid, como empleado de dicha Sociedad, a recorrer parte de España, bien equipado de cajones de biblias.”
De los resultados da cuenta Bon con una carta de Ricardo Corfield de 18 de noviembre de 1870:
Arévalo. Muy señor mío y hermano en Jesucristo: He recibido su carta fecha de 16, de Ávila y contentísimos nos hallamos de ver el resultado de su viaje a esa. Bien considero el goce del espíritu que usted tendrá, pues cada uno que se une al Señor Jesucristo por la fe, es colmado de bienes por su mano benigna. Hace usted muy bien de seguir su carrera, tal y como la ha principiado. Espero que el Señor le conceda tal gracia, que no desmaye nunca. Es de esperar que usted reciba oposición de varios, pues vivimos en un mundo gobernado por Satanás; y solo podemos hacer una lucha en regla, teniendo al Señor Jesucristo por nuestro capitán. Repito a Usted de nuevo que nuestro gozo se une al suyo en dar gracias a nuestro bien Padre Celestial. Cuídese de su salud, pues con la salud del cuerpo, su tarea se llevará con más felicidad. Esta noche pensamos mandar a la Estación un cajoncito con 400 Evangelios, etc… Soy de Usted atento y hermano en Jesús. Ricardo Corfield (i) .
El contrapunto a esta carta lo expone Bon con claridad y aspereza, aunque no sabemos si con rigor:
“Fascinado, medio visionario, recorrí vendiendo libros herejes por Ávila, Arévalo, Sanchidrian, Adanero, Medina, Peñaranda etc, etc, etc. Gastaba en ello mi propio dinero; porque si es verdad que los viajes eran por cuenta de la Sociedad, no es menos cierto que en los puntos donde llegaba, hacía la venta en un par de días y los demás, que me detenía, ya sin ganar, tenía que pagar de mi bolsillo luces para los locales que me cedían para predicar, convites a varios amigos que se unían a mi, limosnas que me creía en deber de hacer para atraerme las simpatías del necesitado, obsequios etc, etc,. Así que casi siempre en las cuentas me veía alcanzado a fin de mes. ¡ No sabía yo entonces como se arreglan mis sucesores! (Explica como falseaban las cuentas)
Al salir de un punto procuraba entablar relaciones epistolares con algunos para que la semilla continuara viva: en otros formaba un círculo de artesanos que se reuniesen cada noche a leer la Biblia interpretándola, como era consiguiente, a su manera. En Arévalo, antes de marchar, reuní unos cuantos en una taberna, donde, después de unas libaciones, firmaron una retractación de la Iglesia romana, en la que se declaraban protestantes. Cuando no tenía local, predicaba en las plazas, en los mercados, en los cafés, en los clubs, en las tabernas; en fin donde había ocasión allí tendía mis redes.
De unos pueblos me llamaban a otros: a veces los amigos me pagaban los gastos, como en Sanchidrián, Medina, La Seca etc. Yo retaba a discutir al que se me oponía, reía y blasfemaba de los dogmas más santos, los hacía objeto de sátiras y chascarillos…
Tuve necesidad entonces de volver a Madrid. Allí sufrí una lección terrible; vi que los ingleses pasaban sus días en la disolución, que a mi me animaban por cartas y me ponían en las nubes; que me hicieron una recepción ruidosa en las capillas, pero que después de tanto amor, tanta fe y tanta simpatía y, mientras yo, con mis cartas que insertaban en los periódicos extranjeros, hacia a la Sociedad célebre y al principal también… tenían a mi esposa enferma en cama y su enfermedad era…de hambre!. No se lo que pasó por mi al ver a las inglesas, cuyos esposos nada hacían, sino es enriquecerse con mi sudor, vestidas de seda, rodeadas de placeres y de disolución y la esposa de un obrero que les hacía notables por Castilla, tener que caer en cama…de hambre! ¡Malditos, malditos, malditos sean¡ (Dios Padre perdóname que so se lo que me digo)
No sabemos si la culpa la tenían los ingleses o su mala administración, pero es creíble el relato de estos pioneros con pocos medios y mala preparación espiritual que salían a la aventura, aunque llenos de fe. Siempre he pensado que Bon fue un hombre idealista y en ocasiones desequilibrado, pero que si hubiera estado más apoyado económicamente para cubrir sus necesidades, no habría abjurado. Cuando él abjura lo hace por arreglarse la boca que por tres años le atormentaba de dolor día y noche. ¿Nadie pudo ayudarle? O ¿acaso era demasiado evidente que Bon llegó al protestantismo por dinero y sus vicios no le cubrían las necesidades? Son preguntas que no tienen respuesta en esta tierra pues no sabemos lo que anida en el corazón de los hombres.
Fijada su residencia en La Seca, Bon se hace pastor aunque fue rechazado como misionero de la Sociedad Bíblica Británica. La carta siguiente es de Ricardo Corfield del 1 de mayo de 1871:
“Mi buen hermano en Jesucristo: Recibí su carta, fecha 28 del pasado y la he leído con atención. Se presentó en esta el joven Mr. Eduardo Von-Laer que nos contó todo lo que pasa ahí. Von.Laer es excelente hermano y espero que él y usted juntos tengan mucha felicidad en el Señor. Posteriormente me visitó Don Pedro de Castro que también me contó los sucesos agradables que pasan por esa. Ya le considero a Usted como pastor de La Seca y espero del Señor que le hará un instrumento útil para la salud de las almas. Usted, por cierto, juzgará por si mismo si es mejor estar solo o estar unido a Madera Baja (con los presbiterianos). La unión constituye siempre la fuerza, aunque estar independiente presenta más ventajas a veces. Mucho he hecho yo con la Sociedad en Londres para que le reconocieran como empleado de esta casa; pero me dan instrucciones terminantes de no admitir al evangelista o pastor en clase de colportor, siendo nuestra obra, solo y exclusivamente, de esparcir la Palabra. Es un artículo de esta Sociedad que los empleados se dediquen oficialmente a la circulación de la Palabra y no ocuparse de cuestiones de iglesias, que, como usted sabe, tienen distintos modos de fundarse. Esto no quiere decir que usted no quede libre escoger el rumbo que su inclinación desee. Confíe en la amistad de su amigo S.S. que le aprecia. Ricardo Corfield
Bon se establece en La Seca como pastor con la ayuda sola de sus vecinos que le habían solicitado y llenaban su iglesia. Aquellas pobres gentes le traían todos los días comida, un pedazo de pan, el trozo de tocino, la medida de garbanzos, el chorizo, el vino, el tabaco, todo cuanto veían que necesitaba. La mayoría eran pobres y se sacrificaban porque lo creían un santo. La iglesia de La Seca se mantuvo independiente aunque tuvo ofertas de comunión con metodistas y luteranos. Era cierto según dice Bon que no tenían ni asientos en el salón dedicado a capilla, ni púlpito por lo que le dejaron cinco duros para bancos y sillas aquellos representantes de metodistas y luteranos. Viendo la precariedad en que se encontraba Bon decide escribir a los presbiterianos de Madrid explicando el estado de la misión de La Seca y el suyo propio por si podían ayudar con algunos fondos. Enseguida le respondió Antonio Carrasco con fecha de 3 de marzo de 1871 algo dolido con Bon:
“Muy señor mío: No deja de causarme extrañeza la incalificable ligereza con que todos o la mayor parte de los que evangelizan, acusan a este Comité Central de mirar con indiferencia las diversas obras que en España existen. Ninguna obra miramos con ligereza; lo que nos falta son medios de atender a ellas. Pues si esto es así ¿por qué lanzan ustedes acusaciones con tan poco fundadas? Tan poco fundadas que cuando usted escribía, ya estábamos empezando a arbitrar recursos para ocuparnos de La Seca. Hoy puedo anunciarle que queda usted como empleado de este comité. Una vez empleado por nosotros, tiene que fijar su residencia en La Seca y estar bajo nuestra dirección. Contésteme Ud. A la mayor brevedad posible y si Ud. opta por el puesto de evangelista recibirá nuestras instrucciones. Que el Señor le bendiga etc. etc. Su afectísimo. Antonio Carrasco.
La respuesta a Carrasco no se hizo esperar ante un hombre como Bon que prefería la independencia y no estar controlado, aunque muriese de hambre:
“En fin – dice en carta de 8 de marzo de 1871- yo estoy dispuesto a morirme de hambre antes de ser presbiteriano, ni calvinista, ni luterano; yo oí a Usted decir que no venía a formar sectarios y si cristianos y yo quiero ser cristiano y nada más” Usted predica que en la Biblia y solo en la Biblia está la Palabra de Dios. ¡Pues dejen Ustedes que yo siga con la Biblia; ayúdenme si quieren, mientras yo no salga de ella y no me exijan admitir acuerdos, credos y reglamentos que ustedes hagan. No hermano; cuando salí de Roma y negué la autoridad de los Concilios etc. etc. esté usted seguro que no fue para, en cambio, admitir otras instituciones de ningún comité, sino obrar conforme me dicta mi conciencia iluminada por el Espíritu Santo. Sabe usted mi modo de pensar; si conforme a él no pueden ayudarme, lo siento, porque mis ilusiones han llevado un desengaño. Pero aquí estoy trabajando por amor de Dios y de los hombres. Quédense entretanto con su dinero y su comité… Suyo en el Señor. Ramón Bon.
Esta carta no fue contestada por Antonio Carrasco que se había casado y a los cinco meses ya tenía un hijo. Lo mismo le ocurrió con Eduardo Von-Laer que le ofreció diez mil reales de los recibidos de Inglaterra y se casaría con una joven de Peñaranda gastándose en ropas y boda todos los cuartos. Siempre el problema de Bon fue el dinero aunque es evidente que su trabajo en la obra fue intenso y valiente.
Nos informa Bon de que a poco tiempo de abrazar el protestantismo acudió a la capilla de la Plaza Santa Catalina formada por la unión de los americanos, alemanes, ingleses, escoceses y suizos, entre otros. Después se separarían y Bon se identificaría con los anabaptistas instalados en la calle La Cabeza, después de haber leído algunos tratados bautistas. Convencido de la necesidad de bautizarse de nuevo, se fue Bon a Madrid y llego al templo de la calle Lavapiés, con entrada por Ministriles. Se comunicó con el pastor Benito Martín Ruiz ex cura de la Alcarria, quien le remitiría a William Knapp encargado general de la obra anabaptista por la Sociedad de Boston. Martín Ruiz le contó la historia de cómo Ruet, siendo luterano fue captado por Knapp para predicar en Lavapiés, donde se llenaba el local cada vez que predicaba, pero como Knapp quiso que se bautizara por inmersión, este lo abandonó y tuvo que venir él desde Alicante a ocupar su puesto de pastor en Madrid. Pero la gente se había marchado con Ruet y aquella iglesia medio vacía no progresaba.
Cunado fue presentado a Knapp como candidato al bautismo, Bon tuvo una primera impresión favorable, de una figura simpática y espiritual. Al día siguiente sería bautizado en el rio y a la vista de las lavanderas del Manzanares. “Llegados al rio, alquilaron un salón de baños. Era el 30 de agosto de 1871. Cuando las lavanderas supieron que iban a bautizar a un protestante, rodearon el salón por la parte exterior. A mi me daba vergüenza desnudarme, porque aunque había hombres solo dentro, yo divisaba más de doscientas narices por entre las esteras.” Se puso Bon una hopalanda negra y otra Knapp y entraron al río. “las voces de los protestantes se me figuraban el dies irae de mi perdición” “Parecía que se me escapaba la vida con aquel acto” –dice Bon- mientras contestaba a la pregunta: ¿Crees en el Señor Jesucristo como tu Salvador? -Creo. -Pues yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén-
Knapp le ofreció un sueldo de hasta treinta duros o más si no era bastante y lleno de necesidad aceptó. Claro que para ser pastor había de estar bautizado y ser nombrado pastor. Para ello se reunirían en la calle Preciados en casa del señor Knapp que junto a Martín Benito Ruiz y el tesorero y secretario de la Sociedad de misiones americana le esperaban. Examinaron minuciosamente a Bon que se presentaba con la carrera eclesiástica terminada y tres oposiciones a curatos. Le hicieron improvisar una homilía, le preguntaron de latín, filosofía y teología católica y al final le impusieron las manos orando por su ministerio. También le dieron un curioso documento que decía:
“NOSOTROS,
ministros del Evangelio y reconocidos como tales por todas las iglesias cristianas, primitivas o bautistas, después de un detenido examen con respecto a su conversión, su llamamiento divino al pastorado, sus conocimientos teológicos y literarios, su carácter y su actitud para enseñar, hemos apartado a DON RAMÖN BON para la obra del ministerio cristiano, por medio de una solemne oración y la imposición de nuestras manos.
Y para que conste, añadimos nuestras firmas en este ciudad de Madrid el día 30 de agosto del año de Nuestro Señor mil ochocientos setenta y uno. John Scasaun Boch Mep. Union Boston.N. S.A. George C. Lorimir, pastor.- Ehacumaor. Averium Baptiet Cehuel. Boston V.S.A.- William Z. Knapp, pastor. Martín Benito Ruiz, pastor.
Martín Benito Ruiz y Ramón Bon se fueron a La Seca. Madrid se quedó sin predicador ya que Knapp tenía fallos con el español y dio lugar a un joven estudiante de talento(ii) que llenó la iglesia, pero que con escasos conocimientos teológicos hizo que Martín Ruiz tuviera que volver a Madrid. El estado espiritual de los pastores Ruiz y Bon y la misma iglesia de La Seca es lamentable. La iglesia, además de ser pobre, estaba llena de problemas. El poco tiempo que estuvo Martín Ruiz en La Seca estuvo liado con varias mujeres que Bon tenía como hijas y que luego él mismo seguiría. “Marchó Ruiz de La Seca dejando bastante herido mi corazón con su conducta. Yo sufría, penaba; llegó el momento en que, ateniéndome a la conducta de los hombres, eche el Evangelio a un lado e imité, en demasía a los que de tal modo habían corrompido mi corazón, que ya sin escrúpulo de conciencia obre como ellos”. Como siempre Bon le echará la culpa al protestantismo y a los demás, no a su falta de arrepentimiento y conversión, aunque en este caso parece cierto el mal comportamiento de Benito Ruiz.
En una de las vistas de Knapp a La Seca bautizó a ocho o diez personas entre ellas a la esposa de Bon. Mientras estuvo en La Seca entres o cuatro días formaron “un himnario para cantar en los cultos, cuyos himnos, originales míos y otros más que compuse después, cantan hoy en las iglesias protestantes de España y América”. Después de Madrid y La Seca, Ramón Bon llegará a Asturias y León donde abjurará abarcando el periodo de su segundo libro Mi convicción católica…entre 1872 y 1880, lugares en los que describiremos sus andanzas.
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(i) En la Memoria de la Biblioteca Nacional de 1871 se añaden Biblias (colección de). Consta de 128 vol., en diversas lenguas y tamaños, encuadernados en pasta. R. por la Sociedad Bíblica de Londres, cuyo agente en Madrid es el Sr. D. Ricardo Corfield.
(II) ¿Sería Tristán de Medina este joven con talento? Bon no lo dice.
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